Las argumentaciones de Julien de Smedt son compactas y emocionantes, y consiguen embarcar a su interlocutor hacia un mundo más libre. Un lugar en el que el ciudadano es invitado a hackear el uso de la ciudad y los edificios.
Hemos compartido mesa con él para que nos muestre en qué dirección van los nuevos rumbos de la sociedad y cómo va a evolucionar nuestra relación con la arquitectura y el diseño.
En los años sesenta, el filósofo americano Murray Bookchin definió las bases de la ecología social. En su manera de entender el mundo, el expolio de la naturaleza y el agotamiento de los recursos naturales son el reflejo de la explotación del hombre contra el hombre. No porque una sea el origen de la otra ni viceversa, sino porque se retroalimentan mutuamente. Por tanto, no se puede resolver la crisis ecológica sin resolver la crisis humana. Esta sutil interdependencia de valores sostenibles y consciencia comunitaria es el caldo de cultivo en el que germinan gran parte de los proyectos de Julien de Smedt. El arquitecto belga propone una arquitectura profundamente social en su formalización, reflexionada desde una ambición entusiasta y ejecutada con rigor y precisión. Él lo llama “ecolomía”, un concepto entre lo medioambiental y lo económico: cómo la ecología puede generar un valor añadido que mejore el rendimiento de un producto. Es decir, como si solo estuviese dispuesto a aceptar acuerdos win-win. Fascinados con la postura que toma en el tablero de la edificación contemporánea, desde ROOM Diseño hemos intercambiado opiniones con él.
Nueva urbanidad
En 2001, Julien de Smedt crea PLOT Architects junto a Bjarke Ingels, un estudio que encontró un vocabulario propio para definir nuevas relaciones con nuestro entorno urbano. Juntos diseñaron desde un superpuerto en el mar Báltico hasta varias instalaciones para bañistas en Copenhague, que han establecido un nuevo estándar de espacio público. Con sus emblemáticas viviendas como Mountain Housing y VM House fueron precursores de una forma diferente de pensar el hábitat privado contemporáneo. Sostenibilidad imaginativa en alianza con estrategias de potente fuerza morfológica. Ya en solitario desde 2006, de Smedt continúa experimentando acercamientos inéditos que ponen en interacción al ser humano, la urbe y la naturaleza. Así, afirma que incluso en el caso de encargos privados “la gente es mi cliente”. Al fin y al cabo, sabe que todo lo que construimos va a sobrevivir al comprador. Con lo que su obra queda siempre en manos de la sociedad. Un buen ejemplo sería la Maison Stéphane Hessel en Lille, un proyecto que son tres: una guardería, un albergue juvenil y un bloque de oficinas. Pero, sobre todo, son tres plazas en cada uno de los ángulos que, aunque sus usos cambiaran, seguirían siendo patrimonio de los habitantes de la ciudad.
ROOM Diseño. – ¿Cómo se lleva a cabo una nueva urbanidad?
Julien de Smedt. – Hay que intentar dejar margen a lo desconocido, crear un marco en el que pueda ocurrir lo imprevisto. Me encanta el potencial de la utilización sesgada de nuestras construcciones. Yo pasé mi adolescencia montado en un monopatín, y aprendí esta otra manera sesgada de aprovechar la ciudad, diferente, con una movilidad distinta de la planeada. Esta vivencia generó un punto de vista que más tarde se ha confirmado y que he podido reformular teóricamente. Finalmente, hemos comprobado que dicho sesgo podía ser una ventaja.
R. D.- ¿Por ejemplo?
J. de S.- En el caso de las piscinas fluviales en Copenhague. Allí pasan multitud de cosas: hay DJs haciendo sesiones durante todo el verano, performances… Los usuarios se han apropiado verdaderamente del sitio y desbordan nuestras expectativas con los usos que se les ocurren. Nosotros hicimos todo lo posible para crear las condiciones en las que esto pudiese pasar, pero no definimos qué debía pasar exactamente.
R. D.- Es lo que denominas arquitectura performativa, ¿no?
J. de S.- Exactamente. La arquitectura crea una acción en la naturaleza o en el espacio público que nos invita a utilizarlos, bien de la manera planeada inicialmente, o bien de manera sesgada o hackeada. Y también implica interacción entre las personas. Esta apropiación es, además, cuantificable; podemos saber qué posición o cuánto control de dicho espacio público va tomando la sociedad.
R. D.- Esto parece hablar más de un proceso de trabajo que de un estilo estético.
J. de S.- El estilo no es un fin en sí mismo ni un planteamiento muy interesante. Lo que realmente me motiva es la capacidad de activación o el potencial performativo de la arquitectura. Puede que yo tenga ciertos dejes o gustos por formas o materialidades neutras, pero mi único objetivo es conseguir ese carácter participativo del artefacto arquitectónico. Por ejemplo, intento utilizar una paleta muy reducida de materiales; pero siempre son materiales resistentes, porque me gusta que mis construcciones sean hackeadas —o directamente mal utilizadas— y, por tanto, han de resistir estos envites.
R. D.- ¿Este interés por lo social viene de tu paso por OMA?
J. de S.- En OMA experimentan enormemente, pero no con lo social. Rem Koolhaas se orienta más bien hacia cuestionamientos (geo)políticos, estratégicos o económicos. Pero he utilizado los mecanismos de investigación y de innovación que aplican en estos temas para estudiar lo colectivo, que es una de las preocupaciones centrales de mi trabajo.
Sus intervenciones urbanas cuentan con reconocimiento internacional, y apuntan bien alto. Como el mismo de Smedt nos explica, los lugares que tienen éxito entre la gente aumentan la empatía de esta hacia el entorno, lo que permite incidir sobre la crisis ecológica. Lo vimos en Hangzhou Gateway (China), donde JDS abrió una gran hendidura en los bajos de su edificio para unir dos plazas que iban a ser segregadas por el diseño urbanístico planeado. La conexión diagonal entre ellas y el volumen horadado acogen un área accesible y de uso abierto.
Makers with agendas
Julien de Smedt Architects se mueve desde el urbanismo de gran escala hasta la producción de pequeños objetos para organizar nuestra mesa en el trabajo. Por ejemplo, Junk Tree: un artilugio en el que colgar todo lo que llevemos en los bolsillos. Con esta línea de pensamiento, en 2013 decidió lanzar una colección de artículos de diseño para la vida contemporánea. Su preocupación central es lo que Julien denomina compact living. Muebles plegables y fácilmente transportables para una forma de vida nómada, inspirados en esa clase media creativa que cambia a menudo de ciudad o de país y que, de algún modo, sufre las variaciones del mercado.
R. D.- ¿Cómo surge la idea de Makers with agendas?
J. de S.- Nos interesaba desarrollar una línea que tratara una problemática concreta: la flexibilidad, el uso múltiple, la logística mínima, la responsabilidad ecológica. Así, intentamos establecer temas que juzgamos cruciales para la creación, investigamos sobre ellos y elaboramos productos que colaboran o participan en la resolución de estos asuntos.
R. D.- ¿El mueble es un objeto de deseo?
J. de S.- En la sociedad actual, se va adquiriendo un cierto estatus paso a paso: primero comprarse un coche, luego una casa. Hay quien todavía se puede comprar su castillo y un Porsche, pero el pueblo llano tiene recursos limitados y se gasta sus extras en mobiliario, que es hoy en día lo que aporta un cierto nivel social.
R. D.- Pareces fascinado, ¿querrías dedicarle más tiempo que a la arquitectura?
J. de S.- Me apasiona, pero no tengo tiempo para todo, no puedo desdoblarme. Podría hacer mucho más, pero ya he pasado por esa fase de contar con un equipo enorme y desarrollar mil propuestas simultáneamente, y no quiero volver a eso. No me interesa ser cada vez más grande, como hace mi exsocio de PLOT. Tengo entre manos trabajos muy potentes, pero es más importante para mí controlar y ejecutar bien mi arquitectura que hacerla más grande.
Desde la pista de salto de Holmenkollen al Campus de Kagithane Gardens en Estambul. Del auditorio urbano STOOP a las viviendas Iceberg en Aarhus. Los proyectos y las herramientas con las que Julien de Smedt intenta armar a la sociedad tienen como objetivo principal hacernos más libres. Conseguir aportar el espacio que permita a cada persona construirse y decidir sus relaciones con los demás, con el entorno y con la naturaleza. Lejos de una reflexión new age naïf, propone un activismo más cercano al punk: cuestionar nuestros modus operandi y descubrir nuevas formas de hacer, ver, compartir y habitar.