Juli Capella escribe sobre Coporrón de Martín Azúa y Gerard Moliné

Coporrón de Martín Azúa y Gerard Moliné

Surrealismo utilitario. Uno de los objetos más originales en la tipología del vidrio artesanal es, sin duda, el porrón. Es un clásico del protodiseño español y a mí me gusta emparentarlo con otros dos “primos”: la bota y el botijo. Los tres son instrumentos para beber, los tres son higiénicos, no tocas con la boca y has de mirar al cielo para usarlos. Cada uno está resuelto brillantemente en un material diferente. El porrón, en vidrio, con un doble mango de entrada y salida que permite, según la tradición, irlo pasando de mano sin tocar la mesa hasta vaciarlo. La bota, sin embargo, es en cuero, lo que la hace portátil. Es el prebotellón de los campesinos. Y por último, el botijo, en cerámica, una prenevera que refresca el agua interior por evaporación de su piel porosa.

Coporrón de Martín Azúa y Gerard Moliné

Pues bien, estas tipologías clásicas y tradicionales han vivido diversos rediseños que las han ido actualizando. Uno de los más brillantes es esta hibridación de copa y porrón. Un ejercicio de simbiosis sencilla pero sorprendente. El resultado podemos analizarlo como la simplificación de un complejo porrón o, por el contrario, como la sofisticación de una simple copa. El resultado, el Coporrón de Martín Azúa y Gerard Moliné, es un ingenio que nos produce sorpresa y, como dicen sus autores, ofrece “un encuentro entre lo sofisticado y lo popular con un aire de festividad”. Esta pieza es una pequeña joya de la investigación sobre cómo extender la artesanía de la mano del diseño contemporáneo. Es creatividad innovativa pero, sobre todo, humanista. Sin el usuario empuñándolo al aire y cayéndole una gota en la barbilla no sería lo mismo.

 

Tu opinión importa

Dinos, ¿qué te ha parecido este artículo?

Puntuación media 0 / 5. Recuento de votos 0

¡No hay votos hasta ahora! Sé el primero en calificar esta publicación.