Contra todo lo que reluce: efectos del tiempo es la nueva exhibición de Juan Baraja Rodríguez. Visitable desde el 2 de junio al 11 de septiembre en el Museo ICO de Madrid, Baraja presenta trabajos realizados en España, Portugal, Italia e Islandia. Desde ROOM Diseño hemos conversado con él sobre su concepción de los lugares y sobre cómo localiza y retrata los espacios olvidados, pero también habitados y rebosantes de vida.
Una exposición fotográfica en el Museo ICO
Juan Baraja Rodríguez (Toledo, 1984) explora en sus fotografías las relaciones entre el ser humano y los espacios que construye y habita. En su obra se puede apreciar siempre una mirada personal y subjetiva, que se detiene en los detalles y se recrea con la incidencia de la luz en las superficies.
ROOM DISEÑO. – ¿Cómo nace Contra todo lo que reluce?
Juan Baraja. – Surge a raíz de una exposición que hice para la Fundación Cerezales Antonino y Cinia (FCAYC) en 2020. El Museo ICO me pidió hacerla también aquí, ampliándola con otros proyectos. De hecho, mantuvimos parte del equipo, como el comisario Alfredo Puente. Partiendo de esa base, hemos estado trabajando en ella durante un año.
R.D. – Al estar todo tu porfolio compuesto de fotografías de gran formato, ¿ha sido difícil la organización espacial?
J.B. – En la exhibición se han ido planteando áreas de descanso que sirven para pararse a contemplar alguna de las instantáneas, así como espacios vacíos y cambios de formato para que la vista también pueda reposar. Por ejemplo, en Hipódromo te topas con una vitrina que contiene un libro de artista de grandes dimensiones y que funciona casi como un bodegón. De este modo, vamos trazando un recorrido tranquilo, que no abruma al visitante.
R.D.- ¿Puedes hablarnos de Experimento banana, las fotografías con las que el público se encuentra nada más entrar?
J. B. – Se trata de una serie de fotos tomadas en Islandia, en un invernadero que pertenece a la universidad de horticultura del país. En los años 40 se comenzó a desarrollar una propuesta en la que, mediante la geotermia, los islandeses decidieron empezar a cultivar plátanos en invernaderos, porque hasta entonces la traían de Latinoamérica. Esta locura finalmente fracasó, no podían competir con los precios de la fruta importada. Los que ves en las fotos son los últimos plátanos de Islandia, un recuerdo de aquella utopía, de algo muy loco.
R.D.- A simple vista, el conjunto de Norlandia parece el más variado en cuanto a tipografías. En él abordas arquitectura, retrato, bodegón, paisaje… ¿Por qué motivo?
J.B.- Por las condiciones climáticas y porque no había una arquitectura especialmente interesante allí. Además, resulta ser mi trabajo más extenso, con alrededor de 150 fotografías. Con ellas quería elaborar un retrato de esa zona tan concreta, así como de la relación entre los habitantes y una climatología tan extrema como la de Islandia en invierno. La experiencia fue fantástica, la verdad es que siempre recomiendo ir a Islandia en esa época del año.
R.D.- ¿Qué te interesa plasmar de esos lugares donde enmarcas tu labor?
J.B. – El fracaso de esas utopías. Eso es lo que exploro en Contra todo lo que reluce: cómo la realidad se aleja tanto del planteamiento inicial, cómo viven las personas en estos sitios y cómo se adaptan los edificios a las necesidades de sus habitantes. También me interesan mucho los detalles, cómo a pesar de ser planteamientos tan tremendos se cuidaban los detalles como los colores, la señalética, la armonía del lugar…
Los lugares bajo el objetivo de Juan Baraja
En las obras de Juan Baraja siempre puede verse una historia oculta tras la imagen: una utopía desmantelada por el paso del tiempo, un proyecto en eterna construcción que despierta tanto esperanzas y como una antipática ola de realidad de una empresa familiar en un ambiente climático extremo.
R.D.- ¿Hay alguna serie que sigue todavía en proceso?
J.B.- Sí, Utopie Avitative y La Y vasca. Con respecto a la primera, de momento se presentan tres series: Corviale, Scampia y Melara. El proyecto empezó en Italia, durante mi estancia en la Academia de España en Roma. Consiste principalmente de distintos casos de construcciones italianas de los años 70, basados en esa arquitectura del movimiento moderno de Le Corbusier, pero llevados a una escala mucho mayor. Respondían a una demanda ingente de vivienda importante y estaban pensados en origen casi como ciudades dentro de edificios.
Y con referencia a La Y vasca, esta se inició en 2014 y se vincula a las infraestructuras del tren de alta velocidad que se están construyendo en Euskadi para unir sus principales ciudades. Por unos años la dejé —es algo que me pasa mucho— porque había mucha seguridad en las obras y el proyecto resultaba muy polémico, así que durante años se quedó ahí.
R.D. – En relación a esto último, ¿qué fue lo que te llevó a retomar ese trabajo y qué polémica reside en él?
J.B. – Lo retome por el encargo de un proyecto de misiones fotográficas del Museo ICO. Esas misiones fotográficas eran encargos que se hacían en los años 80 para documentar la transformación del entorno. Es interesante y me estoy centrando bastante en esta serie, porque aborda muchas temáticas. La idea es terminarla en 2028, cuando está previsto que el tren comience a funcionar.
Lo curioso es que lleva en marcha desde los 70 y ha habido de todo: manifestaciones, boicots a las obras, asesinatos en época de ETA… Por un lado, esta línea de tren supone modernidad y progreso, pero por otro altera el paisaje y no solo eso, también la vida de muchas personas, como vemos en las fotografías en las que muestro cómo algunos caseríos de la montaña se han visto afectados por las infraestructuras. Asimismo, el trabajo no se está abordando desde una perspectiva completamente crítica, sino que simplemente se examinan varios frentes, viendo adónde llevan, documentando, siendo crítico en ocasiones, pero también objetivo.
R.D.- Uno de los aspectos fundamentales en tu obra es el tratamiento de la luz. ¿En qué pieza de Contra todo lo que reluce se percibe más?
J.B.- En la del Hipódromo de la Zarzuela, porque está más centrada en aspectos como el detalle y la descripción y, por tanto, es menos narrativa. Yo pienso que es casi un ensayo de la luz y un ejercicio de técnica. Me gusta mucho decidir qué entra y qué sale, para luego dejar pistas sobre que hay algo más aparte de lo que se ve en la composición.
Conoce más a fondo la obra de Juan Baraja Rodríguez en este artículo.
Hasta el 11 de septiembre en el Museo ICO de Madrid.
Trabajos realizados en España, Portugal, Italia e Islandia.