José Zanine Caldas convirtió su producción en un activismo humanitario. Arquitecto y diseñador, su mobiliario sostenible y democrático abogaba por el localismo y la reivindicación de materiales de su Brasil natal. Hasta el 22 de abril, la Carpenters Workshop Gallery devuelve a la vida a este creador con Denuncia Collection: una muestra que busca posicionar a Caldas en el sitio que le corresponde dentro de la historia del diseño.
La perspectiva diferente de José Zanine Caldas
Parafraseando el famoso microcuento de Augusto Monterroso, “cuando la sostenibilidad despertó, José Zanine Caldas todavía estaba ahí”. Antes de que fuese considerada una protoidea, Caldas le daba forma con sus manos de ebanista: la peinaba con técnica artesanal, la vestía con materiales nativos, la presentaba como hija de lo autóctono. Antes siquiera de que fuese tratada como una muñeca rota al servicio del marketing y convertida en una palabra conveniente y hueca, Caldas le dio una causa: defender, proteger y reivindicar el origen primitivo de las cosas.
Para entenderlo, basta con observar la fronda espesa de la selva brasileña y su devoción por el pequi, la caoba o el viñátigo. La naturaleza amazónica funciona en su porfolio como una inspiración que se nutre del conocimiento heredado por aquellos que la han habitado y trabajado desde siempre. En este flechazo por la madera se descubre un mecanismo de contingencia contra crisis que ahora se sientan con nosotros a la mesa. Pero a finales de la década de los 60, mientras el plástico tomaba la delantera como definición de progreso, ¿para qué preocuparse por el cuidado de un planeta si se podrían llegar a ocupar otros?
Mobiliario sostenible en la Carpenters Workshop Gallery
Caldas era para el Amazonas, lo que la hierba es para un páramo yermo: una infusión de vida. Un creador que se vale del arte povera para solventar las necesidades locales con elementos locales. Sus viviendas casi colgantes a las afueras de Río de Janeiro corroboran su inclinación por una arquitectura que se alimenta de lo que la circunda y que no pretende molestar: solo fundirse con el entorno para pasar inadvertida, como un tronco más de la arboleda. Algo posiblemente aprendido en su época como realizador de maquetas para Niemeyer o Costa. Este enfoque de respeto sacro es el que vertió sobre Móveis Denúncia, una colección que la Carpenters Workshop Gallery expone del 12 de enero al 22 de abril en París.
La producción —resultado de su periodo en Nova Viçosa durante los 70 y 80— hace de Caldas un activista contra la deforestación ilegal del pulmón de mundo. Cada leño encontrado en aquella matanza lo usó para convertirlo en una pieza funcional de protesta: como su butaca conversacional Namoradeira, su Denuncia Sculptural Bench su Troncos Sofa o sus mesas rústicas en madera de pequi. El mobiliario de Denuncia vaticinó lo que los Animales Domésticos de Branzi establecieron a mediados de los 80: que ser radical no es solo romper con la forma, sino volver a la raíz de lo salvaje. A la brutalidad irregular más orgánica que existe. Y eso también incluye los procesos de fabricación, lentos, con herramientas tradicionales y con la mano de obra que mejor sepa moldear el material selecto.
Lo que vemos en Denuncia Collection son muebles escultóricos que abrazan la madera maciza como un linaje vetusto. Figuras que se retuercen con sensualidad ante nuestros ojos a modo de fuegos fatuos en tonalidades cobrizas. Este diseño de contornos desiguales y anómalos no viene acompañado de motivos estéticos caprichosos, sino de un mensaje de resistencia que aboga por lo natural frente a lo artificioso. Estaba claro que en un presente copado de refritos nostálgicos —casi siempre excusados en buenas intenciones— hacía falta girar la cabeza hacia las huellas andadas. Y revisitar a Zanine Caldas puede ser un comienzo esperanzador, uno en el que podamos mirar al bosque sin necesidad de apartar ningún árbol.
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Del 12 de enero al 22 de abril en París.