Desde su irrupción en el paisaje urbano parisino, Jean Nouvel ha ido componiendo una narración arquitectónica que relata la ciudad desde diferentes puntos de vista. Fachadas que filtran la luz, contenedores culturales que desbordan la excepción museográfica y torres que aprietan la geometría horizontal del París clásico, hasta alzarse con nueva gravedad. Urdiendo tramas que conectan pasado, presente y futuro, este itinerario recorre sus edificios emblemáticos por la capital francesa, para culminar en la nueva sede de la Fundación Cartier, cuya apertura a finales de octubre condensa la obsesión de Nouvel por la transparencia y la relación entre arquitectura, ciudad y cultura.
Rascacielos y verticalidad en los márgenes de París
Cuando Nouvel se asoma al cielo no practica la escultura aislada; prefiere que la verticalidad participe del contexto urbano. Completadas en 2021 en el Distrito XIII, las Tours Duo emergen como dos cuerpos danzantes. Sus volúmenes irregulares combinan usos mixtos —oficinas, hotel, auditorio—, mientras que las terrazas ajardinadas aportan vegetación y atenúan la rotundidad de las estructuras cimbreantes. Con este enfoque, Nouvel reinterpreta la altura como un elemento que se integra al tejido edificado de aquella parte de la ciudad sin desbordarlo.
En la otra punta de la urbe, la Tour Hekla —inaugurada en diciembre de 2022 en La Défense— introduce la severidad prismática y la gestión solar como respuesta a la escala corporativa. Hekla confirma que la verticalidad nouveliana no es puro espectáculo, sino una lección sobre envolventes, control ambiental y relectura del skyline. Y, sin embargo, el impacto de ambas construcciones en el horizonte parisino ha suscitado distintas opiniones. Algunos críticos consideran que su densidad vertical desafía la percepción tradicional de la Ville Lumière, mientras que otros destacan el equilibrio entre innovación arquitectónica y respeto por el entramado citadino histórico.
Los contenedores de cultura de Jean Nouvel
Si bien sus rascacielos determinan hoy el perfil metropolitano de París, Jean Nouvel ya había escrito antes los modos de contener la cultura. La manera en que el arquitecto concibe sus centros culturales se aproxima a la sintaxis espacial, como si estos fueran palabras en una frase interurbana. El Institut du Monde Arabe, inaugurado en 1987 a orillas del Sena, es quizá su intervención más explícita hacia Oriente: una fachada que respira luz, a través de 240 diafragmas fotosensibles que se abren y cierran como un mashrabiya tecnológico. Nouvel captura la herencia islámica no desde la literalidad, sino a partir de la metamorfosis lumínica que transforma el inmueble en un puente visual que enlaza París con Damasco, el vidrio con la caligrafía y lo moderno con lo ancestral.
A pocos kilómetros, el Musée du Quai Branly – Jacques Chirac, terminado en 2006, amplía esa geografía imaginaria hacia África, Asia, Oceanía y las Américas. Nouvel lo proyecta como un conjunto de cubos coloristas superpuestos y pasarelas que flotan sobre pilotes, articulando patios interiores y recorridos diagonales que cuestionan la rigidez del canon museográfico occidental. La cubierta de vidrio oscurecido filtra la luz, mientras que los materiales cálidos —madera, bronce y piedra— convergen con el jardín salvaje del paisajista Gilles Clément y el muro vegetal del botánico Patrick Blanc. Cada volumen parece suspendido y genera vistas inesperadas, además de secuencias donde naturaleza y arquitectura se entrelazan, y en las que la ciudad se entrega a las geografías que el museo difunde.
Asimismo, con la apertura de la Philharmonie de París en 2015, Nouvel inserta la dimensión sonora a su narrativa urbanística. Este enorme organismo de aluminio y mosaico plateado se despliega en La Villette, como un nido para la música del siglo XXI. Si el Institut du Monde Arabe se abre a Oriente y el Quai Branly a otras latitudes continentales, la Philharmonie traduce la polifonía urbana y cultural de París en un eco arquitectónico de escala planetaria.
Las dos sedes de la Fondation Cartier: transparencia y cinética espacial
La Fondation Cartier ha dictado desde 1994 una lección de visibilidad cosmopolita. En la antigua sede del Boulevard Raspail, Nouvel apostó por el vidrio y por configurar la institución hacia el paseo y el jardín, una propuesta de apertura que reformuló la fundación-mecenas. La nueva sucursal de la Place du Palais-Royal recoge y reinterpreta todo ese aprendizaje. Conservando la fachada histórica, Nouvel modifica un edificio haussmanniano con plataformas móviles y ventanales, que convierten la calle en vitrina y la vitrina en espacio expositivo. La arquitectura se desprende de su rol pasivo y dialoga con París y sus transeúntes. La mudanza no es solo geográfica: Nouvel intercala la noción de institución abierta en pleno centro, donde historia y experimentación comparten escenario.
Esta antología invita a contemplar la obra de Nouvel como una conversación con la ciudad, su escala y sus cambios a lo largo del tiempo. Al transitar por estas construcciones —desde los moucharabiehs de los años ochenta hasta las plataformas cinéticas de 2025—, se entiende que el arquitecto francés no colecciona hitos; más bien redacta capítulos de una misma novela urbana. La nueva Fondation Cartier no concluye la crónica Nouvel: rellena otra página en la que el arquitecto retoma estrategias de sus intervenciones anteriores y sintetiza toda su trayectoria en una sola obra. Y es que el relato arquitectónico de París se reescribe continuamente, y Jean Nouvel es uno de sus autores indispensables.
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