El ilustrador catalán Javier Jaén transforma objetos comunes en metáforas visuales de una lucidez sorprendente. Heredero de Madoz y Brossa, combina humor, crítica y poesía para traducir la complejidad del mundo contemporáneo en imágenes precisas y conceptuales, donde lo cotidiano se convierte en pensamiento visual.
Lenguaje editorial y cotidiano
“Lo cotidiano tiene una poesía de la que no somos conscientes”, afirmaba el fotógrafo madrileño Chema Madoz hace unos años. Junto a Isidro Ferrer, Pep Carrió o Daniel Gil, las obras de Madoz llevan décadas dejando claro que un lápiz, una piedra o un vaso pueden redefinirse y ser mucho más que cosas. Esta transformación de los objetos tiene sus raíces en movimientos anteriores como el surrealismo. Por ejemplo, el estadounidense Man Ray revolucionó la realidad a través de la fotografía: ¿qué nos quiso decir cuando pegó chinchetas en la base de una plancha? Y en los 50, el poeta Joan Brossa también nos deleitó con sus metáforas visuales para hacernos reflexionar sobre lo aparentemente banal.


En esta línea, el ilustrador Javier Jaén ha entrado a formar parte de este pequeño grupo de magos que dan vida a elementos inanimados para producir ilustraciones repletas de significado. Con la diferencia, eso sí, de que él posee un conocimiento extraordinario del mundo digital y del lenguaje de internet. El catalán trabaja para medios de todo el mundo, siendo The New York Times o The Washington Post algunos de sus clientes más recurrentes. En España, La Vanguardia, El País o el Centro Dramático Nacional también han lucido su obra.


Javier Jaén y la ilustración de la actualidad
Jaén hace un ejercicio de síntesis extraordinario, traduciendo en estampas sencillas textos complicados de índole cultural, política y social. De entrada, el espectador se detiene frente a ellas, que destacan por sus colores saturados y por el motivo principal que acapara el centro del papel. Entonces, la curiosidad que suscita la composición empuja al público a leer gráficamente y a comprender el mensaje que esconde: es aquí donde sucede esa epifanía que nos hace empatizar y descubrir la información. “Con el tiempo entiendes que el texto es una cosa y la imagen es otra, y que se tienen que llevar bien (…) busco que las imágenes por sí solas cuenten algo”, asegura el creador.


Esta destreza para convertir historias complejas en fotos evocadoras nace de una exhaustiva primera fase donde se descartan tópicos. “Para mí es importante no utilizar clichés, pero, a veces, no utilizarlos dificulta la comprensión. Es un tema sensible”, sentencia Jaén. La fotografía o la edición digital son vías para expresar las ideas del barcelonés, aunque, en muchas ocasiones, la manualidad y un procedimiento artesanal resultan ser lo que mejor funcionan. La manipulación física de los materiales —pintar con acrílicos, lápices, rotuladores o jugar con pegamento— facilita que el proceso creativo sea algo orgánico y auténtico.


Otro punto identificable de su porfolio es la carga de humor. Los objetos que utiliza en algunas de sus escenas, como globos o plastilina, ya contienen una connotación divertida. Sin embargo, lo que realmente destaca es su habilidad para vincular cuestiones que, a priori, parecen no tener relación: un mono con una máquina de escribir o el retrato de Trump con una caja de patatas. Son la fusión y el sentido final de estas mezclas dadaístas las que dan lugar a la sátira que tanto nos seduce.


El diseño gráfico que nos invita a ser mejores
Sus creaciones, que viajan en segundos por el mundo, pueden no llegar a todo el público por igual: las emociones son diferentes según el tipo de lector y su procedencia. Por eso, Jaén es especialmente sofisticado e intenta que el resultado de su labor sea estimulante a la par que descifrable. Además, procura generar conceptos más bien cerrados, para que den respuesta al tema concreto que plantean los artículos a los que acompaña.


El juego de paradojas y yuxtaposiciones que nos muestra nos convierte en mejores espectadores. Dedicar tiempo a interpretar una metáfora supone un reto en el que desafiamos nuestra visión habitual y nos exponemos a un ejercicio de comprensión. Pararse a pensar significa permanecer en el presente y entender los problemas actuales que nos afectan como civilización. Observar cualquiera de los trabajos de Javier Jaén nos invita a reflexionar más allá del impacto visual inmediato. Y eso, en el mundo en el que vivimos, es un verdadero privilegio.


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