Aunque lleva trabajando desde finales de los ochenta, ha sido en los últimos cuatro años cuando Iwan Baan se ha convertido en uno de los fotógrafos más cotizados en el entorno de la arquitectura contemporánea. Su visión documental de los edificios y la eficacia rigurosa de su técnica son reclamadas por nombres tan decisivos como Rem Koolhaas o Herzog y de Meuron. Un talento que Iwan Baan saber dosificar entre las grandes construcciones mediáticas y una arquitectura más discreta, humana y accesible.
En un mundo globalizado y digital, donde la imagen marca el ritmo de la cultura, un gran edificio no es nada sin una gran fotografía que lo acredita. Y el holandés Iwan Baan lo sabe. Por eso su cámara siempre se encuentra en los sitios en los que arquitectónicamente está ocurriendo algo. Globalizado él mismo, vive entre Pekín, Nueva York, Tokio, Los Ángeles o cualquier lugar donde haya una construcción que despierte su olfato de freelance inquieto. Su mirada “documental” y las mejoras técnicas que está aplicando a su trabajo lo han convertido, a pesar de su corta edad, en un fotógrafo muy cotizado. Afable y directo, Iwan Baan nos ha recibido al otro lado del teléfono en Ámsterdam, su base de operaciones europea. Una parada en su peregrinaje planetario retratando los mecanismos de la arquitectura más avanzada.
Países Bajos. Años 80
Pero vayamos al origen. Baan estudió fotografía en una escuela de arte neerlandesa. Atraído siempre por la arquitectura (aunque él se empeñe en repetir que no sabe de esta materia), desde principio de los noventa estuvo vinculado como fotógrafo a varios estudios de arquitectura. Colaboró, incluso, con la editorial americana de Joost Elffers en Nueva York.
Hace aproximadamente cuatro años, a través de un amigo tuvo la suerte de poder enseñar algunas de sus trabajos a Rem Koolhaas, probablemente el mayor pope de la arquitectura contemporánea y élite intelectual de Occidente. Koolhaas quedó impresionado por la nitidez de las imágenes y le propuso contratarlo en exclusiva. Iwan, sin embargo, prefirió mantener su posición de holandés errante y seguir moviéndose con otros estudios y otros proyectos. Desde entonces la relación con Koolhaas ha sido muy prolífica. Una relación que, además, ha dado a Baan un buen espaldarazo, el estatus suficiente como para permitirse escoger sólo los proyectos más innovadores y convertirse así en el ojo fotográfico que todo lo ve.
O casi. Los ejemplos son numerosísimos. El Estadio Olímpico de Pekín de Herzog y de Meuron; la nueva sede de la Televisión Central China de Rem Koolhaas, también en Pekín; la Cooper Union de Morphosis en Nueva York… Y frente a estos iconos mediáticos, otras propuestas que hablan de una arquitectura discreta: ese nuevo paradigma menos monumental y más humano que también interesa a Baan y que vemos en la Biblioteca España de Giancarlo Mazzanti (Medellín, Colombia), en la casa Chihuahua de Productora (Chihuahua, México) o en la oficina de Selgas Cano en Madrid.
Fotografía documental
La misma libertad con la que se mueve por el mundo, es la que reivindica a la hora de definir su poética: una fotografía documental que prescinde de cualquier artificiosidad y que se aleja del esteticismo frío de la postal arquitectónica. “En mis sesiones no sigo ninguna estrategia. Me gusta empezar en blanco cuando encaro un edificio, no quiero saber mucho sobre él. Prefiero, además, que me dejen solo. Insisto en que no soy arquitecto, y que no busco sólo el detalle técnico o formal”. De hecho, a la hora de retratar un proyecto, Iwan toma al ser humano como medida de referencia. “Cuando empecé a hacer fotografía de arquitectura, me parecía terriblemente aburrida la manera en que los arquitectos dirigían las sesiones, siempre de forma muy estricta: con un ángulo en particular, con un tipo de luz o con alguien posando… Estas composiciones no me gustan. No tengo nada que ver en ellas. Me interesa mucho más el uso que la gente le da a la arquitectura, cómo se comporta en ella, la relación que la gente mantiene con los espacios”.
Esta voluntad documental la ha llevado también al paisaje que rodea a un edificio. Para Iwan el contexto no sólo forma parte de la construcción, sino que termina de definirla. Gran parte del talento de Iwan Baan se encuentra, precisamente, en esta capacidad suya para ver las consecuencias que un proyecto puede ejercer sobre el entorno social y humano. Y es aquí donde se debe hablar de su fotografía panorámica, una técnica que practica, según nos cuenta, desde que le regalaron su primera cámara con doce años. La imagen panorámica responde a las preguntas por qué aquí y por qué ahora. Pero sobre todo, responde a la necesidad utópica de querer ver la totalidad, que es justamente el objetivo de Iwam Baan. “Una imagen panorámica te deja observar de forma consciente todo lo que sucede alrededor; te cuenta por qué el edificio está precisamente ahí, y no en otro sitio. Alejar la perspectiva te permite ver más allá de lo obvio”.
La puerta de atrás de la arquitectura épica
Esta actitud documental tal vez cobre un sentido más afilado en algunos de los proyectos levantados en Asia. En esta línea, son reveladoras las tomas de Pekín durante su mutación olímpica. Imágenes que registran la diferencia cuántica entre una ingeniería monstruosa y la pobreza de los alrededores. O lo que es lo mismo, la puerta de atrás de la arquitectura épica. Ese espacio de sombra que siempre queda sepultado por la historia y que Iwan Baan considera decisivo. “En el Estadio Olímpico de Pekín, diseñado con la más avanzada tecnología, trabajaron miles de persona y gran parte de ese trabajo se hacía a mano. Por los alrededores mucha gente no sabía qué se iba a construir. En una situación así tienes que alejarte un poco de la propia arquitectura y ver lo que hay alrededor para entender qué está pasando en ese preciso momento”.
Y justamente ése es el punto de partida y el punto de llegada de su trabajo. Lo que Iwan Baan llama “el momento definitivo de una fotografía”. Ese instante único y revelador que recoge a la vez el ADN de un edificio, su atmósfera y también su entorno. Ese instante a partir del cual este neerlandés organiza su propia poética, su propia estrategia fotográfica. “Cuando estoy con la cámara trabajando espero ese momento decisivo en el que todo se une… la gente, la luz, las formas. Ese momento en que la arquitectura pasa a ser un elemento de fondo. Los fotógrafos de arquitectura sólo se preocupan por la luz apropiada, la sombra correcta y cosas así. Lo que yo busco en mis fotografías es ese instante, y yo quiero estar ahí para capturarlo. Por eso apenas utilizo el trípode. Prefiero moverme cámara en mano por todas partes: has de ser muy rápido si quieres conseguirlo”.