Diseñador industrial autodidacta, durante casi medio siglo las lámparas y las instalaciones de Ingo Maurer han revolucionado los conceptos de espacio e iluminación. Entre el minimalismo y la sofisticación, sus enfoques altamente tecnológicos lo han convertido en un gran sabio de la luz. Desde su fábrica y showroom creativo en Múnich respondió a nuestras preguntas.
No sabemos si la pregunta es pertinente, pero ¿tiene sentido seguir diseñando lámparas, buscar en los recovecos de la forma y la función para añadir nuevos objetos a la larga lista de productos que inundan los catálogos de las más prestigiosas firmas? Sin duda, los activistas anticonsumo estarán de acuerdo en su negación, pero viendo las propuestas insólitas, divertidas y, sobre todo, eficaces de Ingo Maurer (Alemania, 1932), muchos de nosotros podríamos decir que sí, que vale la pena ampliar el listado y el stock.
Formado como diseñador gráfico y tipógrafo en Alemania y en Suiza, Maurer inició su experiencia profesional en Nueva York y en San Francisco a mediados de los 50, para regresar luego a su tierra natal en 1963. Y fue en Múnich donde instaló una especie de PYME de lujo: una próspera y exitosa fábrica de ideas (lo que hoy se llamaría “industria creativa”) que continúa a pleno funcionamiento desde la que crea, produce, vende y distribuye a todo el mundo. Desde 1966, cuando firmó su primera lámpara, Bulb, su estudio no ha dejado de facturar generosamente, ganar premios nacionales e internacionales y colocar piezas en centros de arte como el MoMA de Nueva York, el Victoria & Albert Museum de Londres o el Centro Georges Pompidou de París, entre otros muchos. E insistentemente Maurer reniega de ser definido como artista.
Ingo Maurer. Metodología y sentido del humor
La búsqueda del humor, la descontextualización de objetos y funciones, la inspiración poética o la explotación de las nuevas tecnologías forman parte de sus métodos de trabajo e investigación. Maurer ha sido constante a la hora de buscar formas libres y símbolos, acercando los materiales a sus ideas y sin que su enfoque innovador decepcione al público. Al contrario, la admiración ha crecido con el tiempo y sus casi cinco décadas de dedicación a la luz hablan de un impulso creativo convertido en algo cercano a la obsesión. Hijo de pescador criado en la isla de Reichenau, en el lago de Constanza, su deseo de captar los reflejos de la luz que lo cautivaban cuando salía en bote con su padre, ha sido el motor de tanto empeño.
Su consagración inmediata llegó con la citada serie Bulb (1966): una bombilla sobredimensionada con una bombilla convencional en su interior, colocada sobre una base cromada. Con esta propuesta minimalista cambió el concepto de iluminación para siempre: Maurer eliminó las pantallas y los soportes, y creó objetos reducidos a fuentes de luz. Según comentó, “la mayoría de los diseñadores pasan su tiempo tratando de encontrar la manera de cubrir la bombilla; mi proceso es justamente el contrario”.
Formas, función, símbolos, materiales inesperados, innovación. ¿Cuál es el punto de partida de una obra? ¿Es acaso alguno de estos elementos más importantes que los otros? “La verdad es que en mi trabajo el enfoque va cambiando constantemente”, nos responde. “A veces es el material, otras las innovadoras fuentes de luz o las formas. Y así sucesivamente. Pero lo que es muy importante para mí es seguir siendo libre, no estancarme en fórmulas fijas”. Y menos ahora a sus casi 80 años.
Surrealista o pop, y más allá de clasificaciones, es esa libertad lo que dispara el mecanismo de su inspiración. El método YaYaHo (1984), por ejemplo, nació de unos recursos limitados: simples cables tensados sobre los que se soldaba directamente la lámpara. Se trata de un sistema de luz “ampliable” que es a la vez una “instalación” y que se internacionalizó tanto que acabó siendo un éxito en las últimas dos décadas del siglo XX. A ese sistema, Maurer le llegó a agregar 276 piezas entre lámparas halógenas y materiales como cerámica, vidrio, metal, porcelana y plástico: toda una serie de variables que hablan de la versatilidad de su filosofía creativa. La repercusión del proyecto hizo que recibiera el encargo de realizar instalaciones especiales YaYaHo en el Centro Georges Pompidou de París, la Villa Médicis en Roma, y el Institut Français d’Architecture de París. Algunos de sus proyectos nacen de colocar un objeto fuera de contexto, del reciclado de materiales, de un cruce de subjetividades o de una revelación al azar. Y en muchos casos usa el sentido del humor como herramienta de trabajo: “suelo trabajar intuitivamente y no me gusta analizar lo que hago así que no sé explicarlo”, nos dice, “pero las emociones son muy importantes para mí y de hecho pueden ser un punto de partida. Me encanta la gente con una sonrisa”.
Territorio LED
Desde la década de los ochenta, Maurer trabaja con un equipo de jóvenes técnicos y diseñadores que cuentan con el apoyo de las grandes firmas de iluminación en cuanto a aplicación de nuevas tecnologías. En los últimos quince años, Maurer encabeza la revolución LED (Light Electric Diode), una fuente de luz más limpia y sostenible aunque todavía algo cara para el consumo general. Su primera pieza en esta línea fue Bellissima Brutta (1996): un árbol de LED, tarjetas de circuitos y plástico. Años más tarde presentaría la lámpara de mesa EL.E.Dee (2001), que funciona con Touchtronic, una técnica que, siguiendo una vez más la idea de reducción de consumo, permite regular la iluminación de modo táctil haciendo innecesario el uso de un interruptor. Desde 2006, Maurer está experimentando con LED orgánicos, también llamados OLED: diodos orgánicos emisores de luz que disminuyen aún más la necesidad de energía. Por su parte, The Early Future Lamp es uno de los mayores logros de la innovación artística de Maurer y para ello contó con un equipo de 50 ingenieros del departamento de investigación de Osram. A este respecto, Maurer ha señalado que “representa una etapa importante en la transición del objeto abstracto a la iluminación de diseño funcional”.
En esta línea de experimentación y minimización de consumos, es especialmente interesante ver sus recientes trabajos presentados bajo el nombre de Spirits Flying High, en donde Maurer confirma su actitud futurista: incluye la luz en forma de puntos LED en el mismo empapelado de la pared (LED Wallpapaper) o es capaz de crear una gran instalación verde a modo de biotopo (comunidad de especies biológicas), en la que diferentes insectos aparecen como fuentes de luz y color. En este sentido, el diseñador alemán da un paso más y se presenta como un gran escenógrafo, como un audaz generador de ambientes que va más allá del mero objeto.
Prolífico y respetado por sus colegas, modelo de diseñador-empresario que trabaja de manera independiente y al margen de las grandes empresas productoras, la palabra de Maurer siempre nos suena sabia y vale la pena hacerla propia: “un mundo más sostenible es posible, pero esa posibilidad no está en la restricción de fuentes de luz, sino en un esfuerzo global para pensar más en el consumo de energía en todos los ámbitos de la vida cotidiana”. Amén.