Desde hace años, la propuesta de Jaspar Jensen y Jeroen Dellensen —fundadores de i29— señala la dirección del interiorismo contemporáneo expandiendo sus límites. Escalas grandes y pequeñas, intervenciones en edificios históricos tan respetuosas como audaces, tipologías diversas bajo un mismo techo. Pero siempre con la idea de la actuación precisa sobre las superficies para liberar y activar espacios luminosos y amplios. Hablamos con ellos en un evento público organizado por ROOM Diseño y APE Grupo, y aquí está lo fundamental.

i29. Activar el vacío espacial
Al final de la conversación, una mujer del público le pregunta a Jaspar y Jeroen cómo trabajan con el concepto de privacidad en esos ambientes tan despejados que diseñan. “Es un asunto delicado —responde Jeroen— porque, aunque está claro que nos gustan los lugares abiertos, siempre hay quien quiere cinco estancias separadas. Y nosotros le decimos: ` ¿De verdad necesitas cinco habitaciones? Bueno, quizá podamos hacer tres y dos con puertas correderas’. Siempre hay un modo de mantener tanto espacio vivo como sea posible sin cercenarlo y tratar de aportar ideas brillantes que puedan hacerlo íntimo o privado de forma rápida”.


Mantener tanto espacio vivo como sea posible sin cercenarlo bien podría ser el lema de i29, el estudio de interiorismo que ambos fundaron en Ámsterdam en 2002. A caballo entre esa década y la siguiente, irrumpieron abrumadoramente en las revistas europeas del sector con unos cuantos proyectos frescos y radicales relacionados con la educación, como Het Veer (2009), Combiwerk (2013) o Panta Rhei (2014). Allí destacaba su modo de interpretar la circularidad mediante sillas rescatadas, o cómo resolvían las demandas funcionales con ingeniosos sistemas de mobiliario ad hoc y producidos localmente. Sin embargo, esa idea de activar el valor del vacío ya estaba ahí como espina dorsal.

No es casual que cuando les preguntas sobre la especificidad del interiorismo enseguida aparezca el asunto: “En tiempos fue sobre todo styling y, de hecho, aún hoy es una parte importante del trabajo y tienes que hacerlo; pero hay un componente espacial muy importante. Hasta cierto punto, la arquitectura es más como el diseño de producto, en el sentido en que haces una escultura o una pieza desde cero, mientras que en los interiores tienes unos límites previos sobre los que hay que trabajar”.

Otra cosa que llama la atención es que, pese a su reconocimiento internacional, tras más de 20 años su carrera siga centrada en Ámsterdam y los Países Bajos. Les digo que sus obras siempre me evocan esas pinturas holandesas del siglo XVII, como las de Saenredam, que representan iglesias protestantes blancas y vacías, inundadas por la luz, sin apenas objetos o imágenes que interrumpan su continuidad. “Creo que somos más holandeses de lo que quizá nos gustaría (risas). Desde el principio aspiramos a una especie de simplicidad, buscando el meollo de las cosas, y los holandeses somos gente muy directa. Cuando hablamos con alguien preguntamos inmediatamente: ¿De qué se trata? ¿Qué es lo que quieres en realidad? Y quizá en nuestro trabajo trasluce que vamos al corazón del asunto: el espacio y sus componentes. Hay también una historia más contemporánea del arte y la arquitectura neerlandeses que obviamente nos inspira para ir al núcleo, prescindiendo de todo lo innecesario y haciendo que uno más uno sume tres. Pero es que, como tú dices, al final somos holandeses: un pez no sabe que está en el agua”.


Los límites dialécticos
Podría decirse que i29 activa el vacío operando las paredes, los suelos y los techos que lo contienen. “Sí —dice Jeroen— intervenimos sobre sobre sus límites definiendo los materiales y los colores, es verdad. Nos encanta el color. Nos interesa que los espacios sean autónomos, los abordamos de manera gráfica, trabajando con las superficies, con los contornos, los ritmos continuos. No pensamos tanto en términos de ‘hay que sentar a mucha gente, así que ponemos una mesa con muchas sillas’; nuestro enfoque es algo más que poner muebles: es más bien gráfico, espacial y dialéctico”.

Además, pese a su fuerte impronta como autores, y a diferencia de otros profesionales, no rehúyen la naturaleza cooperativa de su labor y en su web siempre ponen en valor a los arquitectos con los que colaboran. “Cuando empezamos solían pensar que éramos un grano en el culo y no querían ni hablar con nosotros. Era un poco, ya sabes, somos esos chicos que están por ahí porque el cliente quiere que hagan el interior… Pero después de un tiempo todo eso cambió y empezaron a respetarnos. Y, por eso, tenemos colaboraciones en las que vamos desde el principio hacia adelante o hacia atrás, del interior a la arquitectura y viceversa”.
“Nos encanta el color. Nos interesa que los espacios sean autónomos, los abordamos en términos gráficos trabajando con las superficies, con los contornos, con los ritmos continuos. Nuestro enfoque es más dialéctico. Algo más que simplemente poner muebles”.
Jeroen Dellensen

A Jaspar y Jeroen, en realidad, les cuesta hablar de su trabajo en general: son gente empírica, poco dada a la teoría. Su discurso está lleno de afirmaciones como “definimos nuestra práctica haciendo, pensando sobre ello y viviéndolo año tras año. Y, muy importante, equivocándonos y aprendiendo de los errores”; o “no puedes pensarlo, pero tienes que hacerlo”. No hay nada místico en sus ambientes refinados, luminosos y vibrantes, para ellos es solo una cuestión de calidad, de claridad y de simplicidad, términos recurrentes en sus explicaciones. Se les da mucho mejor contar estas cosas apoyándose en la experiencia de cada proyecto.


Muchos son interiores de gran escala, donde tienen que incluir usos muy distintos, a veces en distintas etapas. En los grandes almacenes De Bijenkof —ubicados en un edificio catalogado de principios del siglo XX en Ámsterdam— han hecho la planta de moda de hombres, un restaurante en el nivel superior y una vivienda para artistas en residencia en la emblemática torre de remate. En el campus de Booking, otro restaurante y una serie de salas temáticas relacionadas con destinos turísticos; y ahora tienen entre manos una gran sede judicial en Almelo.

En el restaurante de De Bijenkorf se las vieron con un espacio bajo y sin iluminación, donde encontrar la amplitud no era fácil. “Tampoco había que ser un genio: era poner la cocina en el centro, en la parte más oscura, de manera que te pudieras sentar junto a las ventanas en el área más iluminada. Sin embargo, fue muy complicado responder a todos esos desafíos por la forma triangular de la construcción. Así, por ejemplo, discutimos mucho sobre el suelo. En restauración siempre lo piden grisáceo y con motas, pues se derraman cosas y buscan que parezca siempre limpio. Nosotros lo queríamos blanco y el cliente no, así que nos llevó como un mes encontrar la solución: unos baldosines hexagonales negros que alternaban en grupos con los blancos. Después les propusimos utilizar el verde en la cocina y dijeron que sí. Es un proceso muy dinámico y complejo, nunca estás seguro de conseguir lo que quieres, y, a veces, lo que quieres no es lo que de verdad necesitas; aunque en realidad disfrutamos mucho”.


“En los edificios históricos, nos proponemos que nuestro trabajo sea de la misma calidad que lo que ya hay allí. Lo más importante es mostrar la riqueza del monumento en todo su esplendor y amplificarla con intervenciones con el mismo grado de detalle, pero visto desde esta época”.
Jaspar Jensen
Amplificando la historia
Esa diversidad encarna, ocasionalmente, en intervenciones sobre edificios históricos, donde interactúan con el contenedor de modo tan respetuoso como desacomplejado. Por ejemplo, en el edificio Felix Meritis respetan la identidad de cada una de sus salas, trayendo a la actualidad aquel gran centro cultural ilustrado del siglo XVIII. “En este encargo se nos pidió diseñar todas las zonas públicas. Siendo el emplazamiento cultural más antiguo de Ámsterdam —e incluso de toda Europa—, lo más importante era mostrar la riqueza del monumento en todo su esplendor, amplificarla con el mismo grado de detalle, pero visto desde esta época. Nos proponemos que las nuevas intervenciones sean tan buenas como lo que ya hay allí. Con eso debería funcionar y ser equilibrado.”

La Canal House, una de esas casas holandesas muy estrechas del siglo XVII, con estancias muy fragmentadas, “es un ejemplo excelente de cómo tratamos de limpiar un monumento, mostrando las paredes y todo aquello que el edificio ofrece. Como es muy pequeño, para albergar todos los usos y además enseñar la vivienda en su totalidad, utilizamos cristal de color azul, y así conseguimos poner un baño o una pequeña habitación, como en un estuche de joyería”. Para ellos es muy importante introducir la luz natural incluso en lugares donde no cabe esperarlo, como unos grandes almacenes o una clínica dental. “La luz y la naturaleza son nuestras joyas de la corona, lo que aporta mayor calidad, así que es lo primero que buscamos. Se trata de que las personas en el interior se sientan como en el exterior, pero con un techo sobre la cabeza. Por eso tratamos de borrar los límites: metemos la luz natural dentro y sacamos otras cosas afuera”.


También mantener la tensión sobre la restricción y la circularidad ahora que tienen clientes con grandes presupuestos que “quieren lucir su dinero, y eso entra un poco en contradicción con nuestra forma de trabajar. Convencerlos de que las acciones sencillas pueden ser poderosas es un bonito reto”. En ese sentido, apuestan decididamente por diseñar —en la medida de lo posible— el mobiliario de sus propuestas: “Si tenemos una buena cantidad y podemos elaborarlos aquí en Holanda, en una fábrica regulada, pues perfecto, es de hecho muy competitivo”. Ahora están embarcados en un ambicioso proyecto de casa prefabricada —Capsula— que aúna interior y producto, aunque “en el diseño de producto tienes que hacer algo que le guste a todo el mundo, que encaje en todas partes, y nosotros queremos hacer algo específico para cada espacio, lo que supone una contradicción. Pero, bueno, nos gustan las contradicciones”. |
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