Escaleras hay infinitas, muchas más de las que uno alcance a imaginar. En el Hotel Siro aparecen diez, como las plantas que se alzan sobre el asfalto del distrito tokiota de Ikebukuro. ¿Y qué hay de especial en diez escaleras que unen diez plantas? Que estas son todas diferentes, volando más allá de la línea de la fachada y componiendo la estampa de la edificación que las sostiene, de la arquitectura cuyos forjados conectan.
El concepto de hotel según Mount Fuji Architects Studio
Para Masahiro Harada—fundador de Mount Fuji Architects Studio— los hoteles se han convertido en lugares en los que uno va atravesando capas hacia interiores cada vez más profundos— vestíbulo, ascensor, pasillo de distribución, etc.— hasta llegar a una “estancia tan aislada” y “separada de la urbe” que uno acaba por solo tener conciencia de estar hospedado en una cadena concreta. Frente a esta visión kafkiana, “lo que queríamos crear aquí era un hotel donde los huéspedes pudieran experimentar la singularidad de Tokio”.
Con esta idea en mente, y volviendo la vista a la construcción tradicional japonesa de la machiya— casa urbana— o el ryokan— alojamiento para viajeros—, el Hotel Siro se arma como un apilado de calles en altura. A las habitaciones se accede directamente desde galerías exteriores, que funcionan como un callejón y engawa. Traspasando el ligero cerramiento, compuesto por ventanas correderas y paneles shoji, se encuentra el doma, una extensión hacia el interior del suelo de hormigón. Tras un solitario peldaño se eleva la tarima de madera de ciprés en la que descansan los muebles del dormitorio.
Así, estas diez estructuras metálicas no son solo elementos compositivos. Ni son solo la sucesión interminable de huellas donde apoyar un primer pie y contrahuellas que superar con el segundo. Son el mecanismo que enlaza cada una de estas calles agrupadas con la siguiente. Y como cada cruce de vías en la ciudad, cada escalera es similar a las demás, pero distinta de todas ellas.
Si la escalera más famosa del teatro español, la de Antonio Buero Vallejo, era el soporte de la historia de unos personajes que no lograban escapar al inexorable paso de los años, las del Hotel Siro japonés parecen querer serlo de la memoria de una arquitectura que el tiempo se empeña en hacer desaparecer.