La península de Baja California es unas de las regiones menos conocidas de México. De belleza arrebatadora, se extiende al sur de la frontera con Estados Unidos y desciende en paralelo al estado de Sonora y al océano Pacífico. En parte desértica, alberga también unas tierras fértiles idóneas para el cultivo de la vid. Y es allí, en el Valle de Guadalupe, donde se encuentra este peculiar hotel que intenta fundirse con la vegetación sin renunciar a unas líneas arquitectónicas modernas. Y todo ello al filo de un tajo. Para conseguirlo, sus autores, la oficina Gracia Studio, han preferido recurrir a pequeños bungalows diseminados por el paisaje y unidos por un sendero de tierra. Los habitáculos están suficientemente alejados unos de otros para preservar la intimidad de cada terraza privada. Solo comparten el bar y una piscina donde templar el calor.
Estos bungalows son en realidad volúmenes de madera y acero corten colocados sobre un entarimado que salva el declive del terreno. “Menos es más” podría ser el lema tanto de la solución global, como del interiorismo. De hecho, en 20 m2 caben una cama king size, y pocos detalles más, que ceden el protagonismo al entorno natural gracias a sus enormes ventanas. La luz y el paisaje vinícola entran a raudales y se convierten en otro elemento de la habitación. Todo converge en una voluntad de fusionarse con el exterior, como reza el nombre del alojamiento.
El hotel Endémico propone una experiencia fronteriza entre el hospedaje de lujo y el refugio de observación natural. Y Gracia Studio así lo refleja: “Estamos aquí para que la gente entienda que la creatividad es buena para la sociedad. No construimos solo hoteles. Construimos experiencias”. Esta oficina, que defiende sin tapujos un interés especial por los edificios modulares y flexibles, ha logrado una solución de bajo impacto ambiental y a la vez una espectacularidad arquitectónica elegante y discreta.
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