Fotos: Iwan Baan
El gran terremoto de Japón en el 2011 generó una terrible destrucción y la pérdida de un gran número de personas. Después de tres años, parece que poco a poco la población ha ido recuperando la paz, y las comunidades afectadas están volviendo a reconstruir sus ciudades. Sin embargo, el proceso es lento, y aún mucha gente vive en espacios provisionales, careciendo además de lugares públicos de convivencia y ocio.
Tras el desastre ocurrido, el arquitecto japonés Toyo Ito desarrolló diversos proyectos de ayuda en las zonas más afectadas por el seísmo. Con el término Minna no ie (hogares para todos), Ito pensó diversas construcciones donde los damnificados pudieran convivir y tener un espacio de recreo y relax.
Para conseguirlo, Ito reunió en 2012 a los arquitectos Sou Fujimoto, Kumiko Inui y a Akihisa Hirata, junto con el fotógrafo Naoya Hatakeyama, con los que crear un “hogar para todos” en la ciudad de Rikuzentakata. Ito propuso que los tres arquitectos y el fotógrafo trabajaran en conjunto a la búsqueda de una construcción que cumpliera con las necesidades de la localidad. “El hogar para todos” fue el resultado de la combinación de ideas de los tres arquitectos junto a los relatos y las experiencias de los lugareños.
La construcción debía ser un lugar acogedor, donde la gente pudiera reunirse o simplemente disfrutar de las bellas vistas. En su diseño se usaron troncos de pinos que habían muerto por el tsunami, pero que seguían erguidos en el bosque. El tronco, testigo del atroz acontecimiento, simbolizaba en cierto modo el amor que la gente le tenía y tiene al bosque.
La forma de atalaya se decidió con el fin de enfatizar la altura para que la estructura se reconozca en la distancia. Es decir, con el fin de convertir el edificio en un hito para la nueva comunidad. Un icono local cuyos espacios se concibieron como una mezcla de interior/exterior de modo que se pudieran utilizar a placer de sus usuarios.
A través del experimento de reunir a tres creadores con personalidades distintas, Toyo Ito ha querido que los arquitectos por si solos descubrieran su sensibilidad y conciencia, retándolos a trabajar en equipo en una construcción cuyo programa no había sido definido. Este proyecto demuestra nuevamente la importancia del arquitecto en el desarrollo de una comunidad, no como una estrella mediática que busca la fama, sino como un servidor y una persona capaz de cambiar su entorno de manera positiva. La arquitectura al servicio del mundo.