La rotundidad de unos volúmenes cilíndricos se impone en la nueva galería de arte Kunstsilo en Kristiansand, al sur de Noruega.
Galería de arte Kunstsilo: un silo y una intuición
Emplazada en la isla de Odderoya junto al Kilden Performing Arts Center, la nueva galería Kunstsilo se ha añadido a la barriada cultural y artística emergente de la Kristiansand: uno de los puntos calientes de la creación contemporánea escandinava. Y aunque parezca que el enclave es el idóneo, la implantación en él es mucho más lograda, ya que este cubo blanco museístico ha sido proyectado a partir de la recuperación de un antiguo silo de grano. Un planteamiento que le valió el primer premio en el concurso de ideas que se convocó en 2016, con motivo de erigir un centro de arte vanguardista en la pequeña isla.
Construido a mediados de 1930 por Arne Korsmo y Sverre Aasland —ambos arquitectos notables durante el paso del Movimiento Moderno por los fiordos—, el edificio ha sido restaurado, reconvertido y reinterpretado por los estudios catalanes Mestres Wage y Mendoza Partida junto a BAX Studio. Un trabajo donde decidieron adecuar la mole de cilindros de hormigón, reconociendo el valor y la pátina histórica de su infraestructura agraria.
De esta conversión arquitectónica es responsable el coleccionista y filántropo Nicolai Tangen, quien en 2006 apostó por considerar pertinente aprovechar el abandonado silo para implementar un programa museístico en su interior. Años después, la galería Kunstsilo alberga los bienes privados de quién supo ver el potencial de aquel armazón olvidado, volviéndolo la morada de la colección de arte contemporáneo escandinavo más amplia del mundo.
Un museo de arte con interior brutalista
Kunstsilo es simple y llanamente un espacio catedralicio de menos de 40 metros de altura. Un volumen compuesto por los mencionados cilindros y coronado por lucernarios que perfilan —a modo de cornisa áulica— la panorámica de la ciudad. Pero el interior podría recordar a alguna mole brutalista centroeuropea, a la que se le han añadido 25 salas expositivas de más de 300 m2. El gran ambiente diáfano resultante queda organizado en tres alturas y colocado al abrigo de la cara interna de una fachada en hormigón blanco, que hace las veces de alzado y frente marítimo.
“El proyecto aprovecha todo el poder expresivo de un silo para generar un entorno urbano diverso y complejo con una variedad de características espaciales, programáticas y climáticas. Con algunos cortes en el interior del silo, se abre un volumen discreto pero monumental con iluminación superior controlada que le da al futuro museo un carácter singular”, comenta el jurado que decidió premiar la propuesta catalana.
Así lo han demostrado al edificar una obra de precisa calidad plástica. Un ejercicio que logra un equilibrio meritorio al combinar la sensibilidad espacial del patrimonio industrial con una actitud imaginativa hacia las experiencias inherentemente escultóricas. Y donde dejan ver un importante conocimiento y conciencia sobre la luz y la sostenibilidad de la arquitectura moderna y, en particular, la nórdica.
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Al sur de Noruega en la isla de Odderoya, dentro del distrito Kristiansand.