FG+SG. Fernando Guerra y la escala humana de la arquitectura
Una buena fotografía de arquitectura no es únicamente la documentación estética de un edificio. También es el elemento con el que se construye su percepción en el tiempo. Esta doble perspectiva es la que maneja el fotógrafo portugués Fernando Guerra. Al frente del estudio FG+SG, desarrolla un trabajo que puede definirse como una síntesis de conocimiento, sensibilidad y compromiso.
Las fotografías de Fernando Guerra se distinguen por su limpieza; por una intensidad que permite visualizar con claridad los aspectos físicos de cada proyecto; y por una técnica que evita la sofisticación excesiva, y que, a la vez, hace latente la pureza de la imagen. Sin olvidar la constante presencia humana. Una forma de enfocar que sus palabras hacen entender como convicción, pero también como acto de reacción.
Fernando Guerra.- Recuerdo que en 2004 tuve que hacer para Wallpaper un reportaje sobre una casa en Portugal. Me dijeron que no querían que hubiera personas. Les respondí que mi fotografía no tenía reglas, y que unas veces aparecían personas y otras no. Insistieron en que no las publicarían si en ellas se veía gente. Ese planteamiento, la ausencia de individuos, era la recta final de una norma o de una época, que poco después llegaría a su fin.
ROOM Diseño.- Pero no siempre fue así. La obra del norteamericano Julius Shulman es un buen ejemplo.
F.G.- Por supuesto, siempre hubo excepciones. Sin embargo, en la década de los 90 se buscaba esa limpieza: la perfección de la imagen deshabitada. Como si de esa forma pudiera leerse más eficazmente el espacio. Sin distracciones. Pero eso no me interesaba en absoluto. Tanto es así que, mientras estudiaba arquitectura, prefería dibujar las construcciones que veía, antes que retratarlas.
Para entender el estilo de Fernando Guerra hay que considerar su formación como arquitecto, su temprano y autodidacta comienzo en la práctica fotográfica y la influencia de determinados nombres. Fotógrafos no vinculados estrictamente a la imagen arquitectónica, pero que son responsables de la libertad que le empujó a no acatar normas ni inercias impuestas por criterios mediáticos.
F.G.– Mi trayectoria es sencilla: nace de mi pasión por fotografiar. Comencé a los 16 años. Después de un período inicial en el que no sabía en absoluto qué tipo de fotografía quería hacer, me di cuenta de que era la calle lo que de verdad me interesaba: esos momentos de la vida cotidiana que son difíciles de repetir y en los que casi siempre hay alguien. Por eso nunca me interesó una ‘escuela de fotografía de arquitectura’ clínica, fría, sin personas.
R.D.- ¿Qué fotógrafos fueron tu punto de partida?
F.G.- Alex Webb fue mi primera referencia en medio de tantas figuras excepcionales como Sebastião Salgado, Steve McCurry, David Alan Harvey… Fundamentalmente la agencia Magnum. Con ellos conseguí ver el mundo a través de pequeños instantes cotidianos aparentemente sin interés ni sentido. De Webb aprendí a manipular la escena añadiendo varias capas de información o, por ejemplo, jugando con las sombras para resaltar lo que más me interesaba y poder contar una historia en una sola imagen.
R.D.- ¿Cómo explicas en una imagen la historia de un edificio?
F.G.– De un edificio me interesa mostrar cómo respira. Cómo funciona. Cómo recibe a la gente y cómo la deja ir. Independientemente de la luz o la hora del día, fotografío como periodista. Por eso me gusta mostrar la realidad del proyecto. Contar su historia con la gente que le da sentido. Ver a una familia salir de la casa por la mañana y estar allí cuando regresan del trabajo o de la escuela. Básicamente me interesa la arquitectura que está viva.
R.D.- ¿Esa predisposición a un arquitectura viva es quizá tu marca de estilo?
F.G.– Para mí es difícil decir si tengo un estilo o no. Sé que busco una fotografía que combine la esencia del periodismo con lo que es indispensable en una imagen de arquitectura. Sin embargo, lo más importante no soy yo, es el trabajo. Los fotógrafos tienen enormes egos y es bueno no olvidar que el día de sesión no se trata de nosotros, sino de la obra y el arquitecto.
La mirada sorprendida
Aunque es reacio a definir su estilística, Fernando insiste durante nuestra charla en que lo imprevisible es la sustancia decisiva de su trabajo. Una idea que nos ayuda a comprender el edificio como un elemento entregado a una realidad siempre cambiante: esa cualidad de estar vivo, a la que Guerra alude. Por eso, para una sesión siempre se aproxima casi ignorándolo por completo todo de él, con muy pocas referencias.
F.G.- No necesito mucha información de partida. Me gusta ese primer encuentro, esa primera mirada. Esto es lo que me ayuda a encontrar más fácilmente las imágenes. La mirada sorprendida es uno de mis motores a la hora de disparar. Las mejores imágenes son las que surgen de la casualidad, del azar, sin una gran planificación.
R.D.– ¿Sigues una estrategia en la sesión fotográfica?
F.G.– Mi estrategia es permanecer horas y horas en el edificio. Percibiendo cómo la luz, con sus cambios de posición, le va otorgando a lo largo de la jornada un interés concreto a cada uno de sus partes. La luz dicta dónde estoy y qué fotografío. No hay más que saber esperar y ella acaba por mostrarme las imágenes. Mi actitud es de observador más que de actor. Espero, veo y hago clic sobre lo que vale la pena ser registrado. Es muy simple en la mayoría de los casos. Las imágenes aparecen ante mí. Solo tengo que estar atento y disparar.
Aunque parezca sencillo, el logro no es tan simple. Ambicionar, en palabras de Cartier Bresson, el momento decisivo como Guerra lo hace, es «lograr -nos dice- la fotografía que nunca se va a volver a repetir», y eso no sucede siempre. «Cuando lo consigo -continúa-, me siento realizado. Si no, tengo que seguir intentándolo con más fuerza. Es un proceso de entrega total. Obsesión sana, si es que eso existe.»
El legado digital
Fernando Guerra pertenece a esa generación que ha realizado el tránsito de lo analógico a lo digital. Desde la web www.ultimasreportagens.com y al frente del estudio FG+SG, Guerra ofrece un minucioso archivo sobre arquitectura actual, especialmente portuguesa, con el objeto de promover su conocimiento. Es consciente de su responsabilidad en ese compromiso. La misma responsabilidad que lo lleva a convertir la calidad de su fotografía en motor del buen funcionamiento de su estudio.
F.G.- Cuando empecé, solo quería disfrutar con mis fotos. Hoy tengo un equipo de siete personas que dependen de mis clics diarios y que forman un interfaz con todas las revistas internacionales de arquitectura. Soy parte importante de un proceso de comunicación. Cuando un hobby se convierte en profesión, disparar pasa de ocurrir cuando tiene que ocurrir,
Fotos: Cedidas por FG+SG