Espiritualidad, materiales ancestrales y modernidad se dieron la mano, frente a las pirámides de Giza, en la nueva edición de Forever is now. Este encuentro artístico, celebrado del 25 de octubre al 17 de noviembre reunió piezas multidisciplinares de autores contemporáneos poniéndolas en diálogo con el icónico paisaje egipcio que todos conocemos.
Entre lo tradicional y lo contemporáneo
En los 45 siglos que llevan en pie las tres grandes pirámides de Giza —única maravilla del mundo antiguo que se conserva—, estos imponentes gigantes de piedra caliza han presenciado guerras, auges y caídas de imperios, revoluciones y nacimientos de ciudades y civilizaciones. Y ahora en nuestros tiempos, también pueden contemplar Forever is now. Una muestra de arte emergente al aire libre que las hace partícipes de lo que sucede en el panorama artístico actual.
En este 2023, el evento ha celebrado su edición más ambiciosa hasta la fecha, y desde la organización —que corre a cargo de la plataforma CulturVator-Art d’Egypt— buscaron establecer un diálogo entre los artistas de hoy y los arquitectos, diseñadores y constructores anónimos que, hace unos 4500 años, levantaron aquellas edificaciones para el descanso eterno de sus mandatarios.
Para ello, se estableció como tema central la relación entre las raíces, la tierra, la tecnología y la espiritualidad; un asunto que pone de relieve aspectos contemporáneos y ancestrales que conviven en las sociedades presentes. El resultado dio lugar a una mezcla de reinterpretaciones de la milenaria cultura egipcia, con obras de cierto tinte distópico o apocalíptico, que recuerdan hacen inevitable a la estética de filmes como Dune.
Un espacio para la espiritualidad
Un ejemplo de este homenaje a la tradición lo encontrábamos en la instalación site-specific del creador Rashed Al Shashai, que añadió a la típica estampa de las tres pirámides una cuarta, pero hecha en mimbre: un material utilizado por diversas culturas desde la antigüedad. Con su uso, Al Shashai invitaba, no solo a revisitar las costumbres de antaño, sino a aplicar sobre ellas una mirada creativa que permita reinventarlas.
Por supuesto, el saudí no fue el único que ha empleado la estructura piramidal. También el artista egipcio Mohamen Banawy hizo alusión a ella en As above, so below (dome of a starry sky), aunque con la peculiaridad de que solo se distinguía su forma cuando se observaba de frente. Banawy se inspiró en un poema —con una leyenda que dice que fue escrito por el mismísimo dios Thot— que hace referencia a las leyes que los egipcios creían que regían al universo, salvándolo de caer en el caos.
Por su parte, el francés Stephan Breuer creó TEMPLE I: un triángulo dorado e invertido que funciona como una aparición divina, y que invita a la reflexión y la introspección de carácter espiritual. Igualmente, la intervención de la argentina Pilar Zeta concentró una serie de elementos que llamaban al pensamiento simbólico y religioso; se trataba de un portal escultórico que, según afirmaba la artista, “conecta el espacio y el tiempo”.
En él hallábamos un camino ajedrezado como el que se usaba en las catedrales góticas o en logias masónicas, aludiendo a la conexión entre lo terrenal y lo espiritual; un escarabajo, que para los antiguos egipcios era símbolo de regeneración; o un espejo ahuevado. Todos estos elementos con un gran recorrido simbólico a lo largo de la historia del arte.
Entrar en la obra de arte
Todas las obras mencionadas generaban atmósferas que reivindicaban la interacción del público al transitarlas. Todas ellas, a pesar de la variedad de sus contornos, materiales y formatos, incluían alguna característica que invitaba a los asistentes a involucrarse con las piezas, convirtiendo así un espacio dedicado a una cultura lejana —y ya extinta— en un ambiente en el que convivir con el arte, conocerlo y relacionarnos con él de manera directa, sin olvidar para ello la ancestral tradición que lo cimenta.
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