Al principio era el sol y el fuego, y la vida giraba en torno a aquello. Luego nuestros hábitos cambiaron porque la noche podía ser también día, y ahora es casi imposible referirse a la luz sin aludir a su carácter especulativo. Algo de esta evolución —que ha virado de lo orgánico a lo artificial— se intuye en las propuestas lumínicas de Antoni Arola en las que aborda el hecho de la iluminación desde perspectivas artísticas.
Con el proyecto Reflexions —surgido hace ahora un año— Arola utilizaba la luminotecnia como material constructivo y la posicionaba como fuente de consumo estético y visual. Sus esculturas estaban dotadas de tridimensionalidad y aunaban la fragilidad de las formas efímeras con la potencia de los efectos sonoros: un formato monumental, un entramado físico y simbólico de convivencias entre lo natural y lo mecánico con el que mostrar la luz como un organismo vivo.
De nuevo de la mano de Simon –que apuesta por la cultura de la luz– y dentro del festival Llum BCN, Arola acaba de presentar la pieza Fiat Lux. Ubicada en el Disseny Hub, esta instalación modela con iluminación escenarios y arquitecturas. ¿El objetivo? Proyectar espacios transitables que convierten al visitante en intérprete y transeúnte. Mucho más que un trabajo de investigación, Fiat Lux es una experiencia visual e inmersiva diseñada para infiltrarse en lugares y ambientes al servicio de la contemplación y el deleite del espectador. Una propuesta artística donde Arola vuelve a poner en valor el carácter mutable e infinito de la materia prima. En este caso, de la luz y de la obra misma.