“Cuestionar, lanzar preguntas, pensar, reflexionar desde lo escénico, pero principalmente desde la danza” es el enfoque que Natalia Álvarez Simó, directora de los Teatros del Canal, quiere imprimir a su gestión.
Una mirada que incida sobre temas como la inclusión, la sociedad, el entorno actual y el futuro y que se construya mediante lenguajes transgresores y periféricos. Para ello, Simó está desarrollando una programación donde no faltan nombres de referencia nacional e internacional y en la que dar cabida, también, a la joven cantera de creadores de la Comunidad de Madrid. Una propuesta ambiciosa con la que Álvarez Simó está consiguiendo poner los Teatros del Canal en el mapa global de las artes escénicas contemporáneas.
Vinculada anteriormente al Departamento de Artes en Vivo del Museo Reina Sofía, Natalia Álvarez Simó ha desplegado todos sus intereses y su background profesional como aguda y sensible “editora/programadora” para actualizar los Teatros del Canal, dando un fuerte impulso a la danza contemporánea. Su objetivo —nos cuenta— es, por un lado, promover nuevos lenguajes, formatos híbridos ligados al movimiento —incluyendo la performance, las instalaciones inmersivas o las nuevas tecnologías—; y por otro, proponer distintas dinámicas para motivar a los espectadores a conocer estos innovadores derroteros creativos.
A la vez, se afianza el terreno para nuevos artistas a través de las residencias del Centro Danza Canal: una oportunidad de visibilidad en un espacio de experimentación. “Nos sentamos con los creadores y los acompañamos desde lo público, no desde el mercado, para que sean lo más libres posible”. Todo un lujo.
En esta red casi sin fronteras tienen cabida muy distintos acercamientos a lo escénico. Nos visitarán en los próximos meses el Ballet de la Ópera de Göteborg (Suecia), el Ballet de la Ópera de Lyon con piezas de Lucinda Childs y Trisha Brown, la Compañía Nacional de Danza interpretando a William Forsythe y otros grandes nombres como la coreógrafa Meg Stuart o el coreógrafo alemán Raimund Hoghe, en una línea de rescate del patrimonio de la danza del siglo XX.
De lo micro a lo macro
¿Pero cuáles son los rumbos de estas nuevas visiones? En estos momentos —comenta Natalia— hay una tendencia muy fuerte que recoge lo autobiográfico como materia de trabajo para trascenderlo y narrar algo universal. “Se hace patente un cruce entre la ficción y lo real sin necesidad de verosimilitud aristotélica. El público cree más lo que ocurre sobre las tablas que las noticias que ve en el telediario”. Es el caso del israelí Arkadi Zaides, que presentó Archives el pasado enero, o de Displacement, del sirio Mithkal Alzghair, que coreografía el conflicto de su país: hablamos del tema de la guerra y su relación con el arte y la política. También son constantes las obras que cuestionan la diferencia, que desde el cuerpo hablan de feminismo, de racialización o de diversidad funcional para ver qué somos. Sin olvidar que se apela a un espectador activo, que deja de ser audiencia para convertirte en personaje de la pieza. Algo que vemos en el trabajo de Roger Bernart con Fracaso interminable I Please, continue (Hamlet): un juicio real al ciudadano Hamlet, en el que la platea tiene un papel fundamental como jurado popular.
No hay paradigmas únicos
Las artes escénicas se han hibridado. Hoy en día no hay seguridades estéticas; los espacios trasmutan. Y Natalia Álvarez Simó quiere que esas nuevas ideas confluyan en los Teatros del Canal. Estaban pasando muchas cosas que no llegaban a Madrid —afirma la directora—, y ahora podemos conocerlas. “Es una manera de normalizar lo diferente. Queremos dar forma a una construcción cultural. Lleva tiempo, pero vamos en buen camino. Madrid es una ciudad moderna que no se va a quedar atrás”.
