«¿Ves esta pieza? es una pasada [es cierto que lo era]. Son todos los libros en los que se ha usado la imagen de Hopper [Habitación de hotel, 1931, puede verse en el Museo Thyssen-Bornemisza] sin tener ninguna relación el contenido del libro con la pintura [dicen que versa sobre la soledad en la ciudad contemporánea], y sin siquiera nombrarlo». Así explicaba un caballero a sus acompañantes la obra de Raúl Hevia, expuesta en la galería JosédelaFuente, para nosotros uno de los destacados en esta edición de Estampa celebrada en Madrid. Y es que ¿no hay algo de apropiación y descontextualización de las imágenes de otros para ponerlas al servicio de un discurso, otro, alejado radicalmente del original, (y a menudo contrario, y a menudo sin citar al autor) en este tipo de ferias?
Reflexiones a parte, esta edición vino como siempre cargada de imágenes, alejada como en las últimas ediciones del concepto de arte múltiple y edición que fue su origen; con sus apuestas por los nuevos (descubrimos a Laramascoto, Marla Jacarilla o Arturo Prins), sus espacios para los clásicos (el Taller del Prado o la galería MDA) y su artista invitado. Tras varios años destacando a artistas españoles, Miquel Barceló, Juan Uslé y Luis Gordillo abanderaron las últimas ediciones, en esta ocasión el elegido ha sido el portugués Pedro Cabrita Rei, quién traería consigo una descomunal propuesta pictórica de tintes abstractos, tal vez poco representativa.
Para aquellos que siguieran con entusiasmo el interés por la memoria y el residuo que acomete este autor desde lo escultórico, robando soluciones a lo arquitectónico para ponerlas al servicio de una representación efímera, deben entender que este no es el lugar para exhibir espectáculos brillantes; piezas como Soutg Wing o The passage of the Hours no tienen cabida en este entorno.