¿Qué significado oculto habita en las esculturas del coreano U-Ram Choe? En la belleza y en la técnica de sus obras se generan nuevas narrativas que exploran, desde lo cinético y robótico, un nuevo universo natural.
Esculturas cinéticas para embellecer el mundo
Ante la belleza de una escultura cinética del coreano U-Ram Choe, no puede haber otra reacción que la de un asombro y un placer inmenso. Pero frente a un estallido de vida latente, luminosa y altamente tecnificada —como la que propone este escultor y autodidacta de la robótica—, el efecto es inevitablemente otro. Surgen el desconcierto y los sentimientos encontrados. Y también la pregunta: ¿qué quiere decirnos exactamente U-Ram Choe? La respuesta probablemente la encontremos en su trayectoria.
Obras tempranas como You Are Free (1994), Beautiful accommodation (1997) o Fanforceps-vine (1999) ya denotan una fascinación por la ingeniería y por esos pequeños robots marinos que son los crustáceos. Una obstinación tan palpable y metódica como la que llevó a Mondrian del expresionismo a la abstracción total. Pero U-Ram Choe no solo insistirá en sus obsesiones biomecánicas, sino que además aspirará a un lugar propio en el arte contemporáneo.
Con piezas más sofisticadas técnica y estéticamente, tales como Echo Navigo (2004) o Urbanus Female (2006), irá hallando poco a poco su posición en el art-science. Un espectro cuyos dos extremos son, por un lado, la ciencia+arte, encarnada por Neri Oxman del MIT—considerada la Da Vinci de nuestra era—; y por el otro, el arte+ciencia, representado por artistas como U-Ram Choe.
El trabajo del artista coreano U-Ram Choe no es nada virtual
El trabajo del coreano, decididamente alejado de lo virtual, se alinea conceptualmente con el Arts & Crafts de William Morris. Aquel movimiento victoriano que glorificaba la manufactura artesanal de objetos a la vez útiles y bellos. Basta observar creaciones como Occultus Libramentum (2009), Arbor Deus (2010) u Ouroboros (2012) para valorar la gracilidad con que U-Ram Choe combina pragmatismo y arrobamiento artístico.
Sin embargo, su búsqueda más importante es la que no explicita: la fusión entre ciencia y naturaleza. Es decir: la batalla del ser humano por el control y el dominio de la vida. O mejor dicho aún: la omnipotencia de creer que la naturaleza puede ser copiada y hasta mejorada. Incluso podría pensarse que una composición technofloral como Una Lumino (2012) es un homenaje a dicha naturaleza. ¿O será un elogio a la técnica? Difícil saberlo.
Entonces, ¿qué nos dice exactamente U-Ram Choe? ¿Que la imitación —la neoturaleza— acabará por destronar a la naturaleza real? Es una posibilidad bastante factible en este mundo que modifica frutas y verduras con facilidad de PhotoShop, que practica agricultura sin tierra y produce carne de laboratorio. De ser ese el caso, ¿no sería más artístico simplemente exhibir la verdadera naturaleza en todo su pegajoso y oloriento esplendor?
Desde luego sería más coherente y ecológico. Pero solo si el retorno a lo natural —ese mito que tanto nos tranquiliza— no hubiese quedado atrás hace mucho, mucho tiempo ya.
En este enlace puede leer un artículo sobre Sarah Oppenhemier, otra gran artista cinética.