Animal antes que intelectual
Arik Levy es locuaz y cercano. Responde sin dudar y su relato resulta convincente y creíble. Tal vez haya sido esta actitud de confianza en sí mismo, la que lo empujó un día a combinar su perfil empresarial y su dedicación al surf, con las inquietudes por el diseño y el arte.
Nacido en Tel Aviv (1963), Arik Levy jugaba a ensamblar piezas que recogía en la tienda de aplicaciones electrónicas de su padre. Después, ya en Europa, se lo tomó en serio y se formó en el Art Center Europe de Suiza. A él siempre le gusta subrayarlo: “El diseño me eligió; no lo controlo. Es mi medio de vida, algo que sucede”.
Hoy, veintitantos años después, no hay categoría en la que encasillar a este diseñador, artista y fotógrafo. Levy nos deslumbra tanto con sencillas piezas de mobiliario modular para oficina, como con luminarias poéticas y sugerentes, o con apabullantes esculturas que desafían el concepto de volumen y espacio. Y buen ejemplo de esto último lo tenemos en la recién inaugurada RockGrowth 808 ATOMIUM en Bruselas. El branding, el interiorismo, los decorados para escenografías y exposiciones e incluso la moda forman parte de ese cruce de disciplinas que desarrolla en su estudio, L Design, establecido en París.
El suyo es, pues, un talento múltiple que Levy canaliza como “expresión de sentimientos”. Sin embargo, para alguien como él que considera el diseño “un músculo incontrolado”, definir esta disciplina no es tarea fácil. Aunque se anima un poco: “Un buen diseño tiene que ser útil para muchos: para el fabricante, para el usuario, para el medio ambiente, útil a lo largo del tiempo… La clave es tal vez la propia responsabilidad del diseñador”.
ROOM Diseño.- Viendo su trayectoria, usted es un espíritu libre. ¿Es también un espíritu rebelde?
A.L.- Si se refiere a si soy un outsider, podríamos decir que sí, ya que soy disléxico y he tenido que buscarme la vida desde pequeño. Me decían que si era perezoso, que si no quería ir a la escuela… y es que la gente disléxica ve 36 imágenes por segundo en lugar de 24. ¡Vemos más!
R.D.- Tal vez es esa clarividencia la que lo ha llevado a moverse entre campos diversos sin dificultad. ¿Es ese el nuevo modelo de creador que hay que impulsar?
A.L.- Nunca he estado interesado en traspasar fronteras. Surge de manera natural. La cuestión es qué aportas. El diseño me ha permitido entender mejor los procesos y los materiales. Y esto me da distancia y perspectiva para encarar proyectos muy diferentes, para mezclar los conocimientos de un campo y de otro y crear algo interesante y único. Pero para hacerlo, has de tener valor y estar dispuesto a aprender siempre algo nuevo.
R.D.- Diseñe lo que diseñe, siempre señala que “la clave está en los detalles”. ¿Cuáles son esos detalles?
A.L.- Los detalles pueden ser muchas cosas. Tenemos detalles emocionales, relacionales, invisibles. Cuando diseño una mesa me gusta tocar por debajo y sentir un buen tacto, igual que por encima: no quiero rozar con la rodilla y hacerme daño. Pero esta idea no solo la aplico a los objetos, también a las personas. Por ejemplo, a mi equipo de trabajo. Es como tener dos o tres familias: compañeros, fabricantes, comisarios… Se trata de un entorno complejo donde cada detalle en esta relación tiene que ser el correcto para llegar a buen fin.
Aunque Arik Levy afirma que no tiene un estilo concreto, muchos de sus trabajos parecen salidos de un mismo dibujo: un solo trazo revisitado en diferentes volúmenes y materiales, que él reconduce hacia un trabajo artístico o hacia un diseño claramente funcional. La diferencia se halla, según nos cuenta, en pensar en términos de abstracción o de función, pero siempre sin confundirse. “Marcel Duchamp cogió sus objetos cotidianos y los puso boca abajo en un museo y dijo: aquí están mis esculturas. Vale. Pero esto no es así para el diseño. Una silla comienza con un boceto de la silla como objeto para sentarte, estar cómodo y no caerte”. Tal vez por eso él mismo categoriza algunos de sus trabajos como “esculturas de luz” o “arte funcional”. Con su mirada de “artista industrial” y su perfil “tecno-poético”, Arik Levy se mueve en los extremos. Ha dado vida, por ejemplo, a pequeños floreros que imitan las ramas quebradas de un árbol y a la vez ha llevado a cabo, como en su serie Rocks, monumentales esculturas que dialogan con el entorno y lo reflejan hasta el infinito.
R.D.- Volumen y espacio. ¿Cómo se enfrenta a estos dos conceptos?
A.L.- Soy animal antes que intelectual. Siento el espacio. Normalmente pones la mano en el cerebro para pensar y en el corazón para sentir. Yo lo hago al revés; pongo la mano en el corazón para pensar y en la cabeza para sentir. De ahí surgen la flexibilidad y la sensibilidad. Si cierras los ojos y consigues imaginar y sentir dónde está tu punto de gravedad, eres capaz de jugar y crear un objeto que encaje en ese espacio.
R.D.- ¿Cuáles son los desafíos del objeto escultural tal como usted lo plantea?
A.L.- Cuando se trata de una escultura, me gusta ir a la casa del cliente o el coleccionista a observar y estudiar el lugar. Puede que él quiera algo concreto pero me atrevo a sugerirle que eso no funcionaría en ese espacio, que sería mejor hacer otra cosa. Y cuando trabajas en exteriores debes tener en cuenta cómo las condiciones del paisaje llegarán a interactuar con la pieza. Hablando de detalles, este es uno muy importante.
R.D. Esa fractalidad y fragmentación de su trazo que vemos en obras como Rock Growth o Crater ¿responden a una mirada distorsionada de la realidad, a un juego de verdad y ficción?
A.L.- En mi opinión no es una distorsión, sino una evolución de la forma, un progreso, una transformación. Lo que es importante para mí, tanto en diseño como en arte, es el proceso. Crear una experiencia en el tiempo. Porque el tiempo es historia. La distorsión es un hecho y la transformación un proceso.
La transparencia, el juego de luz y sombras o la deconstrucción geométrica son constantes en este diseñador que colabora con empresas como Vitra, Bisazza, Baccarat o las españolas Viccarbe, Inbani y Vibia… Su objetivo: crear objetos egofriendly, cuya configuración y usabilidad permiten la participación del usuario, de los arquitectos y los diseñadores de interiores. Objetos que, además, inviten a la reflexión, una práctica -la de la reflexión-, que está llevando a Arik Levy hacia la escritura y el ensayo.
R.D.- Sé que le gusta escribir y ahora tiene dos libros entre manos.
A.L.- Me gusta plasmar mis pensamientos. Cuando escribes te hablas a ti mismo, y cuando te hablas y te lees, te ves desde fuera. La escritura es básicamente una herramienta terapéutica que te compromete a aprender más sobre ti. Un escritor que admiro y que diseñadores y arquitectos deberían leer, es Leonard Koren. Desde aquí recomiendo uno de sus libros, Arranging things. A Rhetoric of Object Placement.
R.D. Después de 20 años en Francia desarrollando su profesión, ¿puede decir que es ese su lugar en el mundo?
A.L.-No. Es mi sitio ahora. Es en donde tengo mi equipo de trabajo y mi gente. Y estoy bien aquí. Pero soy muy intuitivo y mañana podría estar en otro lugar. De hecho podría mudarme a España. Es más cálida, la gente es maja, la comida estupenda… Barcelona tal vez, porque cada vez me gusta más vivir cerca del mar.
R.D.- Y hablando de España, tengo una curiosidad personal, ¿habla ladino también como su familia?
A.L.- Mi familia hablaba ladino, el dialecto judeo-español, pero desgraciadamente más que para enseñarlo lo usaban para ocultar cosas: así nadie se enteraba de lo que decían. Así que no lo hablo. Reconozco algunas palabras, pero supongo que si me enamorara de una española, en pocos meses hablaría español de forma fluida.
R.D.- Para acabar. ¿Un diseñador es un visionario?
A.L.- Sí, es importante imaginar el futuro sin estar allí necesariamente. Y también tener los pies en la tierra al desarrollar ese futuro y asegurarte de que cumples el propósito del objeto. Hace 20 años mi abuela no sabía exactamente lo que era el diseño. Hoy las abuelas lo saben.