El lado más creativo de Zurich

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La llegada del buen tiempo a la metrópoli helvética es una oportunidad perfecta para descubrir su lado más creativo y disruptivo. Iniciativas urbanísticas verdes, nuevas aperturas y proyectos revolucionarios son el eje de este estimulante despertar tras la hibernación. 

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Más que su último gran trabajo, el Pavillon era su testamento. Y no es que Le Corbusier vaticinara su muerte, sino que la oportunidad brindada por la coleccionista suiza Heidi Weber era única. De hecho, dos años después de que esta filántropa le confiara el diseño de su museo, el arquitecto decidió renunciar a su identificativo hormigón para apostar por el acero y la construcción modular. La futura ubicación de este en Zúrich le alentó a innovar y a no comportarse como una estrella del rock conformista. Así fue como acabó componiendo su propia Gesamtkunstwerk —obra de arte total—, en la que firmó, también, pinturas, esculturas y muebles.

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Zúrich desde el río Limmat. Foto: Zürich Tourism

La reapertura del Pavillon Le Corbusier, que tendrá lugar en mayo de este año, está enfocada en reivindicar el papel de este genio. Pero, además, es una demostración de que Zúrich está apostando por convertir su creatividad contemporánea en patrimonio cultural y atractivo turístico incomparable. No en vano, la institución que va a gestionar este nuevo imprescindible es el Museum für Gestaltung, un espacio abierto hace menos de una década que nació con el objetivo de ser un escaparate tanto del diseño local como del extranjero. Tras su estela, y siguiendo su ejemplo, se ha desarrollado el curioso MuDA, un centro ubicado en la planta de acceso del insólito rascacielos Herdern Hochhaus, cuyas exposiciones giran en torno al arte digital como el gran lenguaje artístico del futuro. En esta apuesta por lucir su bagaje creativo, no podría faltar la Haus Konstruktiv, un organismo pionero fundado en 1986 que, desde entonces, se ha propuesto mostrar la influencia de la escuela de Zúrich de arte concreto y constructivista mediante monográficos dedicados a Max Bill y coetáneos. 

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La Flagship Store de Freitag en Zürich West. Foto: Zürich Tourism

Un paseo estimulante 

Si el diseño gráfico e industrial y la arquitectura se democratizan en Zúrich a través de museos e instalaciones, el arte lo hace inundando e inspirando a toda la ciudad. El tamaño de esta urbe y las facilidades que da la Zürich Card —tanto como forma de desplazarse como por ser un forfait para monumentos y museos— permiten llegar sin dificultades ni largos desplazamientos a los diversos distritos para abordarlos con una óptica más cultural. Un recorrido que se puede iniciar junto al lago, en el parque Zürichhorn, donde no solo está el Pavillon Le Corbusier, sino también otras esculturas como Sheep Piece de Henry Moore pastando sobre la hierba y compartiendo pícnic con los zuriqueses. 

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La Nana voladora de Niki de Saint Phalle en la estación central. Foto: Zürich Tourism

En la unión de los barrios ribereños con la capital sorprende la estación de Stadelhofen, un proyecto de Calatrava, tímido por sus dimensiones pero muy interesante, ya que resuelve con curvas, pasarelas y escaleras estilizadas y poderosas la necesidad de un intercambiador de distancias rápidas. Cerca de este nodo se encuentra el Kronenhalle Bar, uno de los grandes ejemplos de cómo el arte aquí marida con todo, incluso con las comidas más tradicionales y contundentes. Y es que sus paredes no solo recuerdan las veladas con Coco Chanel o James Joyce, sino que lucen cuadros de Chagall, Miró, Matisse y Braque que su dueño, Gustav Zumsteg, decidió exponer para deleite de sus comensales. 

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Sheep Piece de Henry Moore. Foto: Zürich Tourism

Alrededor de la gran estación de Zúrich, el arte comparte idas y venidas de pasajeros de forma casi natural. No en balde, el techo de este complejo exhibe a una Nana voladora de Niki de Saint Phalle y, en el suelo, una bola dorada de Dieter Meier. En uno de sus accesos, Carsten Holler ha diseñado una obra lumínica que, a través de patrones y circuitos eléctricos, homenajea al creador de la red de cercanías local. Y en sus aledaños, la creatividad se convierte en moda en el taller de la modista Ida Gut y en las prendas de cachemir de la firma Fabric Frontline. 

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Sala de la Kunthaus de Zúrich. Foto: Zürich Tourism

Subir hasta la zona de la Universidad compensa tanto por la visita a la Kunthaus, la gran casa de las Bellas Artes en Zúrich, como por conocer la ampliación de la Facultad de Derecho que hizo el propio Calatrava. Ya en Zürich West, la imaginación se desata con un microcosmos excitante donde tiendas como las de Freitag u On Running aplican los valores del reciclaje y la tecnología al día a día, las disciplinas escénicas exploran sus límites en la antigua fábrica de Schiffbau, los jardines fagocitan los armazones industriales y las esculturas como Anne-Sophie de Alex Hanimann o Y de Sislej Xhafa encuentran un ecosistema propio lejos de las rotondas. 

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Y de Sisley Xhafa. Foto: Zürich Tourism
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Memorial Künzi de Carsten Höller. Foto: Zürich Tourism
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Frau Gerolds Garten. Foto: Zürich Tourism, Elisabeth Real

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