Do remember they can’t cancel the spring. Con esta frase luminosa, David Hockney sintetiza el espíritu de su monumental exposición en la Fondation Louis Vuitton, donde, entre abril y agosto de 2025, se despliega la retrospectiva más ambiciosa de su carrera: David Hockney 25.
La Fondation Louis Vuitton se sumerge en el trazo de David Hockney
Con más de 400 obras —muchas inéditas y otras emblemáticas—, la nueva muestra de David Hockney en la Fondation Louis Vuitton ocupa las 11 salas del edificio diseñado por Frank Gehry. Y con la misma naturalidad con la que captura la luz de un mediodía californiano o la neblina del Yorkshire natal, David Hockney parece hacerlo completamente suyo como si lo hubiera habitado desde siempre. A sus 87 años, el artista británico no mira al pasado con nostalgia sino con una inquietud febril por la renovación.

Por eso, David Hockney 25 no es una retrospectiva al uso, sino un viaje estimulante por las últimas dos décadas y media de su producción creativa, sin olvidar aquellas piezas que lo convirtieron en un icono transgeneracional. Desde sus primeros retratos en Bradford en los años cincuenta, hasta sus últimas exploraciones en iPad durante los confinamientos en Normandía. Lo que se exhibe es la obra de un creador que ha hecho del asombro su disciplina cotidiana.

David Hockney: entre piscinas, paisajes y tecnología
El recorrido comienza con las obras tempranas que le dieron fama: las piscinas californianas de los años sesenta y setenta, los dobles retratos que enseñan tanto los modelos como el vínculo entre ellos —célebres son Mr. and Mrs. Clark and Percy y Portrait of an Artist (Pool with Two Figures)—, además de la luz californiana como atmósfera mental. Sin embargo, es a partir de su regreso a Reino Unido en los años 2000, cuando Hockney parece encontrar una nueva voz en el paisaje. El Yorkshire de su infancia se transforma en escenario de experimentación cromática y emotiva. Lienzos como May Blossom on the Roman Road o Bigger Trees near Warter son celebraciones sin ironía de la naturaleza como promesa de eternidad.

Durante la pandemia, recluido en Normandía, Hockney desplegó una obra lírica y digital, usando el iPad como un cuaderno de campo. Allí nace la serie 220 for 2020, donde registra el ciclo estacional con mirada botánica y corazón impresionista. Lejos de cualquier gesto nostálgico, Hockney transforma la tecnología en una herramienta poética que le permite pintar incluso de noche —“gracias a la luz de la pantalla”, confiesa—, y enviar sus trabajos a amigos dispersos por el mundo, como si la belleza fuera también una forma de afecto, atención y consuelo.


La galería 4 condensa otra dimensión esencial de su producción reciente: el retrato. Más de sesenta rostros de amigos, colaboradores, familiares y de sí mismo pueblan esta sala como una constelación afectiva. Hay ternura, humor, melancolía y una voluntad explícita de compartir: Hockney se representa llorando, conmovido, caricaturizado o pensativo. Porque el retrato es también un método de geometría emocional. Junto a estos rostros, se presentan sus “retratos de flores”, series de arreglos florales realizados en iPad, impresos sobre papel e insertos en marcos clásicos. El efecto es desconcertante, híbrido, seductor. Por ejemplo, en 25th June 2022 o Looking at the Flowers (Framed) el artista se representa a sí mismo dos veces de espaldas, mirando el conjunto, como si dijera: “No soy el pintor, soy uno más entre ustedes, un espectador en actitud de contemplación”.

El arte como celebración del presente
Una de las grandes virtudes de esta exhibición es su disposición narrativa. En las plantas superiores, Hockney confronta sus propias piezas con otras del canon europeo, de Fra Angelico a Picasso, expresando: “Yo también formo parte de esta familia”.Y en la sala más monumental, reinventa sus escenografías para la ópera en un espectáculo multimedia que une música, color y movimiento en una sinfonía visual colosal. La exposición culmina con sus últimas creaciones, realizadas en Londres en 2023 y 2024, donde el artista se deja atravesar por influencias tan dispares como Munch y William Blake. En After Munch: Less is Known than People Think o After Blake, Hockney se interna en una dimensión más abstracta, casi espiritual. Como si el paisaje ya no fuera solo un lugar, sino también una idea.

Ante la obsolescencia que acecha al arte, Hockney sigue enseñando que la mirada puede renovarse cada día. Love life, repite como un mantra y una ética. No hay cinismo en su obra, más bien una radicalidad optimista que incomoda por su pureza. En cada trazo, cada hoja, cada piscina, prevalece la iniciativa de que pintar —ver— es una manera de amar. Do remember they can’t cancel the spring, insiste. Y en esta muestra, que es también una declaración de fe en la belleza y en el presente, Hockney lo demuestra.

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