Un llamativo edificio en fulgurante color amarillo es la respuesta con la que el equipo luso Aurora Arquitectos, formado por Sofia Couto y Sérgio Antunes, han aclarado y reorganizado un enclave urbano en Caldas da Saúde, que había ido tornándose confuso debido a una paulatina adición de inmuebles a lo largo del tiempo.
El objetivo de restituir su presencia singular a cada una de esas construcciones se ha logrado mediante la incorporación de esta estructura de poderosa individualidad. Desarrollar un análisis transversal de las diferentes capas culturales y físicas de un enclave concreto, y que dé como resultado una articulación que construya una idea de lugar es una de las bases del “protocolo de actuación” de este estudio, fundado en 2010 y con base en Lisboa.
La propuesta tenía una función muy sencilla: conectar los dos bloques de aulas de la escuela ya existentes. Aurora Arquitectos usó las relaciones verticales y horizontales como pretexto para crear un espacio donde los estudiantes pudieran reunirse y descansar durante las pausas entre clases, además de un anfiteatro exterior.
Esa intensa singularidad que se busca conferir al edificio amarillo, para realzar la personalidad de los otros presentes en el entorno, se plantea también en lo formal, haciendo que este se aparte figuradamente de ellos.
El vigoroso amarillo es un rasgo que también adquiere protagonismo en otro de los recientes proyectos donde se convierte en el elemento primordial del interiorismo. En este caso, el color es aplicado con mayor audacia, como un matiz clave en el aspecto externo de la fachada, reafirmando su vitalidad y juventud dentro de ese encuadre urbano.
Esa energía a través de lo cromático penetra en el lugar, donde los tonos se tornan anaranjados en determinadas estancias. La escala de grises, blancos y negros definen otra de las zonas. El paisaje interior se completa con unas cuidadas vistas del paisaje, enmarcado a través de ventanas minuciosamente ubicadas.
En toda su integridad, el planteamiento condensa el sentido de un concepto que estos arquitectos denominan el “bonus”: la capacidad de reconocer, crear o agregar momentos excepcionales en cada trabajo, un rasgo añadido que adquiera el valor de ser algo especial entre la bruma de lo ordinario. Convertir situaciones comunes en experiencias ricas.