En el pequeño municipio de Kiefersfelden, situado en la frontera entre Alemania y Austria, se levanta la nueva sede de Dynafit: la marca alemana de equipamiento deportivo técnico de montaña. El edificio lleva la firma del estudio barcelonés Barozzi Veiga, consolidando la proyección internacional tanto del despacho como de la arquitectura española. Nos lo cuenta Alberto Veiga, a quien hemos entrevistado a propósito del proyecto, finalista de los 3º Premios ROOM.
El diálogo de Barozzi Veiga con el paisaje alpino
Es agosto, y el ritmo de trabajo empieza a suavizarse. Es entonces cuando Alberto Veiga encuentra un momento de serenidad para atendernos telefónicamente y explicarnos cuáles han sido los ejes de guía establecidos, junto a su socio Fabrizio Barozzi, para dar forma a una creación singular: el headquarter de la firma Dynafit. “La condición fronteriza del valle y la proximidad al río Eno fueron determinantes”, explica Veiga. Desde la autopista —auténtica vía de peregrinaje hacia las pistas de esquí más reconocidas de Europa—, el visitante reconoce de inmediato la silueta audaz del edificio: dos pirámides invertidas, livianas y esbeltas, que se insertan en el paisaje alpino sin imponerse.

La idea era clara, que la construcción “no cambiara demasiado el entorno, que casi se confundiera con él”. El resultado es un volumen facetado, con fachada inclinada y tecnológica, acristalada y protegida por un exoesqueleto sofisticado que regula la radiación solar. En invierno, los triángulos de esta piel se abren y matizan la relación entre interior y exterior. De ese modo, el conjunto logra un balance energético óptimo y, al mismo tiempo, una estética vinculada al carácter geológico del enclave.


Asimsimo, Dynafit es una marca joven ligada a la velocidad, la ligereza y la innovación tecnológica. Y los trabajadores —en su mayoría deportistas de entre 20 y 30 años— visten la colorida ropa de montaña que caracteriza a la firma; una apuesta por los tonos llamativos por si, por infortunio, cualquier montañero debe ser rescatado por equipos de salvamento. Con esto en mente, el interior de la sede se concibió como un fondo neutro: espacios en escala de grises, materiales sobrios como el hormigón activo y un mobiliario mínimo, sin escritorios fijos. “El color es la gente en movimiento, nosotros solo creamos un escenario neutro para que todo eso suceda”, dice Veiga. Esta austeridad cromática es también un guiño al paisaje: las fachadas buscan reflejar la montaña, dejando que esta penetre lo máximo posible dentro de las oficinas.

Dynafit Headquarters: un lugar abierto a la comunidad
Aunque se trata de la sede corporativa de Dynafit, la propuesta incorpora también usos públicos: una guardería, una tienda de la marca y un gimnasio, reforzando la idea de dualidad entre lo privado y lo comunitario. “En Alemania todo está muy estandarizado y los procesos son muy normativos y homogéneos”, señala Veiga. “Llegar a algo singular en ese contexto no es fácil. Pero precisamente por eso este trabajo ha sido tan apasionante: encontrar un lenguaje propio sin dejar de pertenecer al lugar”.


El caso de Dynafit es un ejemplo más de cómo la arquitectura española está dejando huella fuera de nuestras fronteras. Con intervenciones de índole pública en Polonia, Suiza y Bélgica, así como esta nueva sede en Alemania, Barozzi Veiga refuerza una trayectoria internacional sólida. La sede de Dynafit, en el corazón de los Alpes, lo confirma: un edificio preciso y contemporáneo que, sin estridencias, consigue hablar el idioma de la montaña, de la marca y de las personas que la habitan.

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