Daniel Canogar. Fiel a la infidelidad

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Daniel Canogar
Daniel Canogar 

Si un artista digital es reconocible de inmediato, tal vez se deba a que ha dejado atrás las ideas y ha aceptado sumisamente el formato. Daniel Canogar (Madrid, 1964) parece querer huir de esa estrechez anteponiendo el contenido al sometimiento de la forma.  

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Cada pieza suya es una pregunta. O una respuesta. Pero casi nunca la reiteración de un mismo planteamiento. Será por eso que circula entre diferentes formatos: pintura, fotografía, videoarte, instalación. Y lo hace con facilidad sólo aparente: el arte consiste en hacer invisible el artificio. 

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Tide

La diversidad se agradece. Sobre todo cuando nombres establecidos como Jeff Koons reciclan una y otra vez su globofilia metalizada, produciendo quién sabe cuántas esculturas de acero inoxidable de perros, conejos, Popeyes y hasta de Venus de Willendorf. Es decir, teniendo menos en cuenta la ética que la demanda del mercado.   

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Otras Geologías

Canogar, en cambio, busca, varía, cambia. No se limita a revisitar los ya clásicos Nam June Paik (Frequency) o Jenny Holzer (Crossroad). También se inspira en el expresionismo  abstracto de Pollock (Other Geologies), Rothko (Troposphere) o Richter (Ripple). E incluso se da el lujo de repasar a su manera la cultura pop: la famosa portada de Nirvana (Tide) o la campaña publicitaria del IPod (Rise).

Quizá el fin secreto de este madrileño sea reinterpretar digitalmente la historia del arte, regresar una y otra vez a las enseñanzas de los maestros, en vez de repetirse a sí mismo hasta la parálisis estética. Ser fiel a la infidelidad. 

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Exposición Fluctuaciones 

Promiscuidad que abarca también los materiales elegidos: da lo mismo lo prístino que lo descartado. Usando viejos ordenadores, teléfonos móviles, discos duros, cintas de vídeo y otros desechos, Canogar aborda los temas que más le tocan: el estrés del individuo sensible saturado de información, y la obsolescencia de los dispositivos que la transmiten.

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Crossroad

Una obsesión que aparece de manera constante en sus entrevistas -únicas ocasiones en las que Canogar prefiere repetirse-, como un discurso sobre la disparidad de velocidades entre el ser humano y el monstruo tecnológico que éste ha creado. De una u otra forma, con una u otra metáfora, Canogar regresa eternamente al mismo punto: “No estamos hechos para el mundo que hemos creado”. 

Esa fusión de obcecación y multiplicidad es el único camino posible para Canogar, en tanto comunicador de una obsesión. Tal vez lo sea para cualquier artista innovador, pues crear implica abrir un nuevo camino. Producir contenido, en cambio, supone recorrer -otra vez más- la senda harto transitada. |

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Exposición Fluctuaciones 

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