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Videoinstalaciones y tecnología punta son los soportes con los que suele trabajar Daniel Canogar, un creador preocupado en su obra por el consumismo, el cambio o la contaminación. Travesías, un artefacto lumínico, se exhibió en el atrio del Consejo de la Unión Europea y  en el Canal de Isabel II.

Cerca del parque Quinta de los Molinos, en Madrid, Daniel Canogar me abrió la puerta de su estudio. Alto, delgado y con unos dedos largos que entrecruza con cierta frecuencia, Canogar se encuentra viviendo un clímax en su carrera. Varias exposiciones en Madrid, participaciones en ferias internacionales y requerimientos de sus creaciones por doquier, lo corroboran. “Me siento en un momento muy positivo. Con muchas ideas por explorar. Hay ciclos que se acaban, y ahora estoy en la vorágine de uno muy interesante”.

Este autor ha mamado arte desde siempre. Rafael Canogar, su padre, es un reconocido artista plástico. Situación que desde pequeño le hizo comprender que dedicarse a ello no parecía una locura. “Ver en mi padre un modelo de profesión, de persona que vive de su trabajo artístico, me hizo entender que imaginarme a mí mismo como creador no era algo estrafalario. Al contrario, casi me resultaba más extraño ser abogado o médico”.

Sentados bajo unos grandes ventanales, mientras parte de su equipo continúa trabajando, le pregunto por los motivos que le hacen seguir en el filo del arte. Su respuesta, tras unos segundos de reflexión, es clara: la curiosidad. “Es algo que me hace sentir que avanzo en mi investigación, que me hace, digamos, ahondar en los temas que me preocupan, que me empuja a realizar piezas emocionantes, impactantes, ante las que el público te responde”. Daniel sigue hablando, con pausas, con momentos de silencio, con sus manos que se cruzan.

Saberes digitales

Quien escarbe un poco en lo inicios de este artista, encontrará la fotografía como medio primerizo. Medio que sigue usando y al que se suma todo avance técnico que llame su atención. Vídeo, proyecciones o juegos de leds con los que construye instalaciones y complejas estructuras o, lo que es lo mismo, artefactos digitales. Una evolución que para Daniel se presenta como algo natural. “Uno de los planteamientos que me parecía más vivo e interesante de los años noventa era todo el discurso sobre el análisis de los nuevos medios vinculados al arte. Entonces se gestaba un laboratorio de ideas que tenían que ver con los cambios brutales que se estaban produciendo en la sociedad contemporánea con la intromisión de lo digital”.

A esto Daniel añade como otro elemento importante la fascinación por lo que él denomina la arqueología de los nuevos medios. “Muchas de las cosas que hemos estado haciendo recientemente son versiones actualizadas de ideas generadas en el siglo XIX. Por tanto no es que haya habido un cambio, sino una exploración en los orígenes de la imagen”. Y sin embargo internet, como una de esas últimas revolucionarias herramientas, no es una vía que le parezca especialmente interesante como espacio para la creación. Daniel necesita, cuando crea o cuando lo disfruta como espectador, que la obra salga del ordenador y ocupe el espacio real.

Vórtice. 2011. Mural fotográfico
Vórtice. 2011. Mural fotográfico

El mercado del arte

Hacemos un alto en el camino y hablamos de ARCO, de las ferias, del perfil más económico de la creación. Es un tema normalmente peliagudo para cualquier artista. Como también lo es para él. “ARCO es otra feria más. Voy a muchas a lo largo del año. En general, las ferias son difíciles, donde el tema del mercado predomina sobre otras cuestiones. Aunque es una herramienta que necesito: se hacen contactos, se vende… pero me resulta complejo. En ARCO este año creo que ha habido una especie de optimismo algo artificial. La feria ha ido bien en ventas, pero con un tema que se está discutiendo: las megarrebajas. Descuentos del 30%, del 40% cuando una galería ya se está quedando con el 50% de la venta. Se ha vendido mucho pero con muy poco margen”.

Van pasando los segundos. La luz alterada por las nubes cambia la percepción del estudio. Daniel me mira esperando la siguiente pregunta. Adentrándome en esta parte relacionada con lo comercial, con lo “administrativo”, me cuenta qué espera de las entidades encargadas de apadrinar el mundo del arte español. El tema de la promoción cultural le interesa especialmente. “España estuvo de moda en la Transición, en los años 80. Pero ahora no hay una identidad característica del arte español, lo que dificulta su venta a nivel de políticas culturales. Material tenemos muchísimo, aunque hay otro problema de fondo: no sabemos vendernos. Creo que se han hecho cosas muy equivocadas. No ha habido contacto con los tejidos artísticos de las ciudades. A esto se suma que los comisarios quieren proyectos internacionales. En este momento no les beneficia apostar por el arte español, no es rentable. La tarea es difícil, pero un día alguien va a dar con la clave para cambiar todo esto”.

Del germen a la obra acabada

Dejo atrás el lado institucional y escucho a Daniel desmenuzar lo que finalmente más nos puede interesar: su proceso creativo. Obras que requieren de conocimientos técnicos precisos y de un equipo que lo oriente en ese sentido. “Hay un desarrollo personal y privado buscando vídeos, imágenes, tomándolas, etc, que es el germen de muchos proyectos. Luego está la relación con mi equipo, con el que tengo numerosas formas de abordar el trabajo. A veces son temas técnicos, otras son tormentas de ideas sobre cómo realizar esta especie de pre-concepto. En este sentido, hay dos etapas: una cosecha de ideas, algunas muy disparatadas, y luego otro momento más riguroso de cómo poder ejecutarlas”.

De ese modo han nacido instalaciones tan potentes como las que en estos días se han podido ver en Madrid. Me refiero a Travesías o Vórtices. En la primera, es interesante saber cómo Daniel adaptó al espacio del antiguo depósito del Canal de Isabell II esta vídeo-instalación que ya estuvo expuesta en el atrio del Consejo de la UE. Un lugar cerrado que sitúa la obra al alcance físico del espectador con sus cables electrónicos, dispositivos y diodos. “Me parece más radical aquí, más monstruosa, como un bicho que ha invadido el corazón de este edificio. Me gusta que no sea posible verla desde un único punto de vista y que con su cercanía ciegue al espectador. Ahora es mucho más sensorial, ya que Travesías ilumina y dibuja su contenedor. Tiene una proximidad que no tenía en Bruselas. Además en el Canal, hay ascensos y descensos, y una especia de atascamiento, de bucle. Conceptualmente esta creación ha cambiado”. Por otro lado, Vórtices se presenta como una crítica al consumismo desbordado de la humanidad, y sobre todo, al problema de las ingentes cantidades de basura que generamos. Fotografías, vídeos e instalaciones son nuevamente las herramientas de Canogar para plasmar la que según él es “la exposición más social o de denuncia que he hecho. Su origen tiene que ver con la rabia”.

El tiempo avanza y Daniel continúa dando argumentos, comentando su interés por “intentar llevar piezas tecnológicas al espacio público”. Espacios sin duda muy diferentes al de las galerías o los museos. Y así vamos concluyendo, mientras sus manos no dejan de anudarse y las nubes siguen desfigurando las formas de su estudio madrileño. Para acabar le pregunto qué espera de su futuro como artista. Se lo piensa. “Me gustaría tener un reconocimiento internacional. Y por otro lado, me encantaría mantener ese grado de aprendizaje y curiosidad. Para mí el arte es un estado de atención alterada. Y eso es lo que necesito mantener vivo”.

Cinco minutos después de apagar la grabadora y de despedirnos, aprovecho la cercanía y entro en el parque Quinta de los Molinos. Los centenares de almendros están en flor. Mientras camino voy recordando la entrevista. “El arte es un estado de atención alterada”… como el que producen los leds de Travesías, la luz que desprenden, incluso su silencio. O como el que, en cierta manera, me provocan el olor de estas flores, el color de estos árboles o el calor de la mañana. A fin de cuentas, en este eterno discurso de lo artístico tal vez prime eso, un estado de atención alterada.

www.danielcanogar.com

Fotografías cedidas por La Comunidad de Madrid

 

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