En los pisos 34 y 35 del hotel Palms Casino Resort de las Vegas (Nevada) se encuentra la Empathy Suite, un apartamento de lujo firmado por el extravagante y provocativo artista británico Damien Hirst.
Las Suites de lujo en Las Vegas
Entrar en una habitación de hotel nos produce un popurrí de sensaciones. El cuerpo quiere sorprenderse y presentarse ante algo que todavía no conoce. Nuestros sentidos exploran la temperatura, interiorizan el olor, escuchan sonidos cercanos y atienden a la arquitectura y al diseño. En el caso de una suite de lujo las expectativas son más altas: el nivel de exigencia es aún mayor.
El usuario es inconformista y cada vez quiere más. Por eso, en los últimos años, miles de hoteles en todo el mundo han apostado por reinventarse y tratan de ofrecer una experiencia inolvidable a sus clientes. Sin duda, un método que funciona son las colaboraciones con firmas y/o diseñadores reconocibles para generar un efecto llamada.
Los códigos del lujo
Esta evolución queda registrada en lugares como el St. Regis New York, que innova con dos suites hechas por Dior y Tiffany, o en el lujoso Armani Dubai, diseñado al completo por la marca que lleva su nombre.
Es cierto que, en estas ocasiones, la apuesta estética no es demasiado arriesgada: los estampados satinados, los colores lisos y poco saturados e incluso detalles rococós siguen siendo los protagonistas del lujo, ¿existen otras maneras de trasladarnos a un ambiente más premium evitando estos códigos?
La intervención de Jaime Hayón en el hotel Barceló Torre de Madrid, o la de Rosita Missoni en el Hotel Missoni en Edimburgo, proponen una ruta diferente, y enseñan que un verde lima saturado también puede funcionar. En el caso de la Empathy Room, se juega con la combinación entre la normativa clásica y el frescor de la experimentación.
El toque Damien Hirst
Damien Hirst tenía el reto de decorar un apartamento de 830 m² repartidos en dos plantas. Con la ayuda del estudio neoyorquino Bentel & Bentel Architects, el británico dispuso por la gran estancia seis piezas exclusivas y llenó de ironía y humor todos los rincones.
Para empezar, hay que destacar dos recursos que emplea con insistencia: pastillas y mariposas. En vinilo, escultura o grabado sobre madera, son algunas de las manifestaciones que podemos encontrar de estos dos iconos del inglés. Se integran en todos los tamaños, formas y colores por casi cualquier superficie de la suite.
La barra del bar también es un punto fuerte: la trasparencia que la recorre deja ver decenas de jeringuillas, mascarillas, guantes y prospectos. Encima de esta, un esqueleto de un pez espada y otro disecado, coronan el centro de un salón con capacidad para 60 personas.
El extravagante Damien Hirst remata la planta 34 con la pieza más especial: Winner/Loser, una escultura de dos tiburones toro disecados en una jaula de cristal que miran en contrarias direcciones. Es llamativo cómo el estilo del artista conceptual se impone con rotundidad frente a un paisaje gris poco arriesgado en su interiorismo.
La habitación-museo
Este espacio de lujo se mueve en un plano más allá del descanso y el relax. Se transforma en una vivencia peculiar y única, no solo por su precio —100 000 dólares la noche—, sino porque el discurso de Damien Hirst va dirigido especialmente al huésped: se posibilita una conversación íntima y estrecha del espectador con la creación.
Por lo tanto, comprar la entrada a la habitación es acceder directamente al proyecto más grande de Damien Hirst hasta la fecha y tener, a su vez, la oportunidad de encontrarse cara a cara con la obra mejor pagada de un artista vivo.