Juan Gatti sale por primera vez a escena como protagonista absoluto presentando Contraluz, una amplia retrospectiva de su trabajo.
Lleva décadas trabajando en el mundo del diseño, de la fotografía, en editoriales de moda, videoclips. Años dedicado a crear la gráfica del universo almodovariano, las portadas de bandas y músicos como Dinarama, Fangoria o Miguel Bosé. Siempre entre bastidores, lejos de los focos, Juan Gatti sale por primera vez a escena como protagonista absoluto presentando Contraluz, una amplia retrospectiva de su trabajo. Por un lado, obras vinculadas a su faceta laboral, y por otro, cuarenta nuevas fotografías con un sello más personal. Una forma de culminar una etapa, según el mismo Gatti comentaba, desde donde comenzar un nuevo camino.
Gatti llegó a Madrid en 1980 cuando la Movida estaba en plena euforia. Y lo hizo para quedarse. Comenzaba entonces una carrera en España que aún hoy continúa treinta años después. Argentino y polifacético, este hombre se define como un “creador de imágenes” que echa mano de técnicas gráficas, ilustrativas o videográficas. Siempre tras las bambalinas, ahora Gatti nos muestra sus creaciones más íntimas.
Contraluz es el título de la muestra que agrupa propuestas, como hemos dicho, de toda una vida, pero sobre todo es el nombre de una serie de fotografías inéditas realizadas en blanco y negro. “El motivo de la exposición Contraluz ha sido terminar un estudio que llevo más de diez años realizando en mis ratos libres como una búsqueda propia. Empezó con la idea de hacer un libro, luego me propusieron la exposición en el Canal y comprendí que se prestaba a ello y así podía dar por terminada esta etapa”.
Revisando la labor de Gatti, comprobamos que gran parte de su trayectoria fue concebida para ser portada de revistas, de discos, carteleras cinematográficas, etc. Su medio natural. El salto al museo no es, por otro lado, nada novedoso para este tipo de creativos (Mario Testino o David LaChapelle son algunos ejemplos), pero sí para este argentino, que tras exhibir hace unos meses en La Fresh Gallery una colección de ilustraciones, se lanza al vacío con Contraluz. Según insiste su autor, “lo hago en un momento muy especial en el que cierro una etapa para realizar un replanteamiento de mi carrera”.
Pero centrándonos en esas fotografías que son para Gatti el alma de la muestra, sentimos un escalofrío al observarlas. El que provoca la frialdad milimétrica y exagerada de la técnica que utiliza. Fotografías de una belleza embalsamada, hermética y distante. Hermosura frente a ese feísmo general que Gatti tanto detesta, y que según él mismo, impera en el ámbito del arte y de la moda. Efectivamente, hermosas son las imágenes, pero sobre todo son gélidas. Gatti quiere alejarse tanto de todo lo que realiza para otros creadores, que da forma con estas imágenes no ya a un universo propio, sino a un espacio inexistente. Sala de taxidermia.
En su búsqueda, radiografías, contraluces o rayografías forman parte de las técnicas que utiliza. Algo que nos hace pensar inevitablemente en una revisión de las investigaciones fotográficas de las vanguardias del siglo XX, y que nos recuerda a artistas como Man Ray. Insectos, caballos, cuerpos esculturales, en un reiterativo blanco sobre negro que deja poco lugar a la interpretación, al sentimiento, a la búsqueda de caminos con los que recorrer las obras. Con todas ellas Juan Gatti se sitúa en las antípodas de los trabajos que realiza para otros, sorprendiendo así al espectador. Pero al hacerlo y despojarse de los ropajes ajenos, nos muestra una piel mortecina, una recopilación de ejercicios de impecable factura. Nada más.
Gatti es un magnífico intérprete, no hay duda. Y cualquiera que se acerque a la exposición que estará en el Canal de Isabel II hasta el 19 de febrero, lo podrá comprobar. Un magnífico intérprete del universo colorista de Almodóvar, Fernando Trueba o John Malkovich. Intérprete de otros mundos. Pero su trabajo artístico, tan aparentemente alejado de esos colores y de esos diseños, resulta tan vacío de contenido, tan purista en sus formas, que simplemente no llena, no dice, no transmite. Posiblemente porque como él mismo afirmaba hace unos días en El País, “soy completamente antidiscurso”.