Victoria Wilmotte explora las posibilidades del acero organizando una charla nocturna de contrapunto transparente que da forma a su contradictoria pero equilibrada colección Concav. La concavidad deja de ser ausencia para convertirse en el eje sobre el cual se balancea esta versión de la diseñadora.
Entre el diseño industrial y la escultura de acero
La línea fronteriza entre el arte y el diseño contemporáneo ha quedado difuminada, probablemente por el desgaste de este debate. En el caso de Victoria Wilmotte resulta casi invisible. Su diseño está anexo a su sensibilidad artística y creativa. Y envuelta en esta emulsión de ambas disciplinas, se sitúa en un limbo que promete una estética muy concreta, derivada no solo de su inmersivo imaginario, sino también de la precisión que emplea para los ejercicios técnicos.
La creadora parisina no se preocupa ni se ve influenciada por los límites clásicos: los redefine y los construye con su propio lenguaje visual. Es en su taller, situado en Quai des Célestins, donde Willmote torna su papel como diseñadora al de escultora. Y en este rol olvida las obligaciones de la función y experimenta las posibilidades del acero, su material insignia: lo ahueca, lo curva y juega con su superficie y acabado hasta lograr la sensación táctil y la refracción lumínica que desea.
Disruptiva y vibrante, actúa bajo su propio criterio, rompiendo todos los patrones. Como bien decía Ettore Sottsass, otro burlador de las normas: «El diseño también debe ser sensual y emocionante». Y la estética de Wilmotte, que desafía al abusivo minimalismo actual, es tan hedonista como el posmodernismo del excéntrico grupo Memphis, pues pretende suscitar y sacudir emociones a través del atractivo visual de lo sinuoso.
Un homenaje a la forma cóncava
Cortadas, ensambladas y pintadas a mano, sus siluetas de acero esculpidas son arropadas por un estilo desnaturalizado o underground. Y para los nocturnos y apasionados de la oscuridad, ha presentado en una nueva galería parisina —abierto por ella misma en el 38 de la Rue Madame— una noche cóncava enzarzada de cítricos: CONCAV Collection. En esta colección de mobiliario ha volcado su fascinación por los métodos y procesos de diseño en un cuenco, que se mece entre lo lleno y lo vacío. Lo curioso de aplicar este volumen negativo es que dentro de este se produce un juego de sombras y luces, generado por la curvatura de la superficie del material.
Este homenaje a la concavidad se inscribe en las patas de mesas, consolas, escritorios y taburetes, o dibuja los contornos de un espejo. Las formas base de las piezas son polígonos y líneas estrictamente cerradas, pero por muy gráficas y geométricas que sean, adoptan otras esféricas en algunas partes, ahuecadas en el material. Sopesa la dimensión y el espacio blanco por igual, en un equilibrio de positivos rectos y negativos curvos. Cortadas, ensambladas y pintadas a mano, sus siluetas de acero esculpidas y artesanas tienen un estilo muy industrial.
Esta bidireccionalidad tan opuesta y peculiar en su producción y estética —que tanto la caracterizan— da lugar a esta gama de objetos cotidianos únicos que rozan el nivel artístico. Muy cruda, negra y de textura granítica recubierta en polvo, la serie se mostraría muy sombría y severa de no ser porque presenta algunos matices cítricos en tono lima. Un color que tiñe los tableros de vidrio transparente con acabado laminado, aportando un toque vibrante al conjunto. Un contraste entre lo opaco y lo translúcido hace de Concav Collection un conjunto tan potente a la vez que adictivo. Ácido, incluso, rociado con el universo brutalista y colorista de Wilmotte.
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