Del 7 al 10 de marzo tuvo lugar la nueva edición de la Collectible Design Fair: un evento internacional que hace de Bruselas el centro del art design más emergente.
Del Grupo Memphis al art design contemporáneo
En los 80, el Grupo Memphis dejó clara su postura frente al diseño posbauhaus: hacía falta darle un matiz lúdico a la suma corrección, volcar personalidad en el objeto para volverlo más reconocible. Desde 2017, Collectible Design Fair reivindica esa misma actitud poniendo el foco en galerías y creadores de todo el mundo que quieren expresarse a través de materiales, formas o procesos que hablan por sí mismos. Eso hace que cada mes de marzo —en esta ocasión del 7 al 10—, el Vanderborght Building bruselense se transforme en la meca indiscutible del art design más emergente.
“A día de hoy, estamos presenciando un verdadero furor en torno al diseño collectible porque posibilita a las personas expresarse sin dejar que sus trabajos sean comprensibles”, nos confesaba Clélie Debehault, cofundadora de Collectible Design Fair junto a Liv Vaisberg. Razón no le falta. Ese arrebato de individualidad es el que pudimos descubrir en esta edición, donde lo que siempre se ha considerado underground instauró reglas creativas que lo posicionaban como la nueva normatividad.
Lo que vimos en Collectible Design Fair
Así lo vimos en la exposición de Taras Yoom que trajo de vuelta la estética de Memphis con Don’t Play with Food. Este conjunto de mesas o juego de bloques infantil teñía la niñez de colores pastel y nos invitaba a interactuar con ella, como hacía Martine Bedin con su lámpara Super. Desde Galerija Vartai, Justina Stipinaite rendía un homenaje al Neon Art mediante su aplique peludo de led. Apodado Bony, este triunfo equilibrado entre técnica y mezcla de elementos actuaba como una ilusión orgánica en rosa fucsia: una hiedra kitsch con un toque de níquel para que nunca falte el brillo.
Con menos kitsch y más neoprimitivisto, no podemos obviar las luces escultóricas Les Menhirs de Pepe Valenti y Lucas Zito. Apadrinadas por la galería neerlandesa Form Editions, eran una oda al material en bruto que combinaba los rasgos de Valenti y Zito en sus obras en solitario: la monumentalidad y la transparencia, lo que fluye y lo que permanece. De ahí que se fusionase el acero altamente pulido y estructuras de luz impresas en 3D para levantar estos menhires tectónicos.
Y aludiendo a esa capacidad formal tan primaria, destacaba Ripped Wood de Willem Van Hooff, cuyos muebles nacen de los troncos caídos que recoge. No es él quien lleva toda la batuta compositiva, sino las líneas de las cortezas de los árboles, lo que da como resultado un diálogo en el que autor y criatura se ponen de acuerdo para coexistir. Que el espíritu de los Animali Domestici de Branzi pareciera sobrevolar esta colección no resultaba mera coincidencia: siempre hace falta subirse a los hombros de los gigantes para encontrar la voz propia, pero, sobre todo, para poder ver más lejos.
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