Hasta el 3 de marzo, el Palacio de Santa Bárbara abre sus puertas para acoger de nuevo la sinergia establecida entre Mazda y SACo dentro del Madrid Design Festival 2024. El resultado ha sido una exposición que celebra la Colaboración entre diseñadores y artesanos, un recorrido lleno de luminosidad que pone en valor el intercambio y la pasión entre dos disciplinas hermanas.
El idioma común de Mazda y SACo
En el popular ensayo El elogio a la sombra, el escritor Junichiro Tanizaki recogía un verdadero manifiesto sobre la estética japonesa en el que expresaba las facultades ocultas en torno a lo oscuro, lo opaco, lo negro. Un texto en el que las múltiples referencias para definir a la oscuridad terminaban celebrándola como ese “color de las tinieblas a la luz de una llama”. Una idea que terminó por construir todo el imaginario que SACo y Mazda erigieron para su exposición dentro del Palacio de Santa Bárbara en la pasada edición del Madrid Design Festival. Aquella instalación sumergía al visitante en una auténtica caverna lóbrega, cuyos rasgos intangibles se materializaban en las piezas de los integrantes de SACo al abrigo de una tenue luminosidad, que nos hacía “conscientes de la impermanencia de las cosas”.
A diferencia de la proclama de Tanizaki y la acción introspectiva de SACo y Mazda en 2023, este año el nuevo trabajo expositivo abre las ventanas y descorre las cortinas haciendo un elogio de la luz. Titulada como Collaboratio, la filosofía detrás de esta iniciativa abarca tanta extensión como el espectro lumínico: concebir objetos partiendo de la sinergia entre cuatro manos y dos mentes. Artesanía y diseño conviviendo en un diálogo que cautiva, similar al lenguaje común con el que hablan Mazda y SACo, y que pone en comunión a Japón y a España trazando puentes creativos. Los 25 trabajos expuestos se encuentran custodiados por el Mazda3 en su edición especial Nagisa —vocablo japonés que significa “borde del agua”—, el cual nos recibe en la entrada preponderando el valor de la sabiduría nipona visible en su premiada estructura.
Diseño y artesanía en el Madrid Design Festival
La fusión de lo autóctono con lo foráneo es lo que evoca la collaboratio entre Kuniko Maeda con Mamen Diego, así como la de Yutaka Kawano con Toni Porto. Las parábolas vegetales de Maeda, hechas de katagami —plantilla de impresión minowashi bañada en barniz kakishibo— y cortadas a láser, como vemos en Summer night walk, conversan con el pergamino escultórico de Mamen Diego, elaborado con el bordado sashiko procedente del periodo Edo. Una interpretación común sobre dos maneras de darle un nuevo significado al papel como material.
En el caso de Kawano, su trayectoria como takumi de Mazda se refleja en su capacidad para moldear el metal, un conocimiento metalúrgico que condensa en creaciones como Movement of Time. La relectura de la obra de Kawano por Toni Porto —que participa con Henar Iglesias en Feather Nest— desemboca en un cambio matérico, encerrando en la madera de roble gallego los instantes y latidos en una referencia al Mazda Vision Coupé, coche en el que se inspiró para esta pieza de contornos orgánicos, casi oníricos.
Decía Simone Weil que el “deseo de luz, produce luz”, y el resto de las colaboraciones llevan esta luminosidad a un nivel celebrativo desde lo cotidiano. Ya sea en forma de lámpara, como la Nube textil de Candela Cort para LZF, la bombilla rellena de seda de Mayice junto a Ábbatte o Lota, el bulbo raquídeo realizado por Siete Formas con Ana Ruiz de la Prada. También como el sencillo saco de dormir Siesta de Álvaro Catalán de Ocón para Ábbatte, los pequeños volúmenes de juguete de Inma Bermúdez y MAD LAB, los monstruitos de esparto y acero de Sagarminaga y MIID, la serie cerámica de PLAART y el Museo Thyssen o la joyería de porcelana y latón de Marre Moerel y Elena Rohner.
Collaboratio es sinergia, intercambio, diálogo y logro. Una oda que pone el foco en la relación inquebrantable y necesaria entre el oficio y el pensamiento con un objetivo común, el de crear. Y así nos la acerca SACo y Mazda de nuevo; esta vez a la vista de todos, dejando entrar la claridad y abandonando la sombra. Para ver por más tiempo estos destellos o —como escribía Tanizaki— “para deleitarnos con la mera visión del delicado resplandor de los rayos que se desvanecen”.
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