Naturaleza, arquitectura y tecnología. Ésos son los principios creativos de Enric Ruiz Geli, un catalán de cuarenta y un años preocupado seriamente por el cambio climático y la sostenibilidad del planeta. Al frente de su estudio, Cloud 9, Ruiz Geli propone edificios que imitan a la naturaleza y que funcionan como seres vivos: construcciones con comportamientos biológicos, autosuficientes energéticamente y con emisiones cero de CO2.
Empieza a hacerse notar una nueva generación de arquitectos; jóvenes atraídos por otras formas de entender el espacio, pero sobre todo, interesados en construcciones con las que hacer frente al cambio climático. En esta línea destacan estudios como los de Simone Giostra, Griffin Enright o Enric Ruiz Geli. Sin embargo, este catalán, Ruiz Geli, lidera un movimiento que va más allá de la arquitectura. Su preocupación por el entorno lo lleva a plantearse nuevos modelos constructivos, energéticos e incluso económicos. Frente al petróleo o la vía nuclear, Geli defiende las energías renovables, el uso de nuevos materiales y la tecnología aplicada a la arquitectura. Sobre todo si tenemos en cuenta que, según la ONU, las viviendas emiten el 42% del CO2 que está provocando el cambio climático.
La filosofía de Ruiz Geli y su estudio, Cloud 9, se inspira en los principios del economista Jeremy Rifkin. Rifkin propone un modelo que se ha llamado La Tercera Revolución Industrial y que se basa en cuatro pilares: 1) energías limpias (fotovoltaica, geotérmica, eólica, marina…); 2) edificios autónomos energéticamente con emisión cero de C02; 3) baterías de hidrógeno para almacenar la energía acumulada; 4) creación de una red (smart grid) de miles de edificios interconectados entre sí produciendo energía, lo que daría lugar, según Ruiz Geli, a un capitalismo distribuido de la producción energética. En realidad, esta tercera revolución industrial se puede resumir en un principio básico y sencillo: que el consumidor de energía sea a su vez generador de energía.
Para Ruiz Geli, utilizar el ordenador propicia una nueva sensibilidad y crea una nueva realidad. Algo que vemos en sus trabajos. La cubierta del acuario en Coney Island, el Pabellón de la Sed en la Expo de Zaragoza o Villa Nurbs se alejan del ángulo recto en favor de formas más orgánicas que miran a la propia naturaleza, y no sólo en la forma, sino también en el funcionamiento. Si a principios del siglo pasado, Le Corbusier exigía a un edificio la eficacia de una máquina, Ruiz Geli espera de una vivienda que funcione como un ser vivo tecnológico, lo que replantea el papel de la arquitectura frente al mundo y la convierte en un interfaz digital que conecta al hombre con el planeta.
Hay algo emocionante en el discurso de Ruiz Geli. Algo épico en esa capacidad suya para cuantificar la utopía y hacerla realizable. Como si el optimismo pudiera verificarse en cálculos paramétricos.
Con Ruiz Geli el arquitecto deja de ser un constructor de edificios para convertirse en un político, en un humanista. La convicción con la que narra y el peso de sus planteamientos hacen que uno tenga la sensación de estar hablando con Leonardo da Vinci hace quinientos años. Después de casi una hora de entrevista, éstas son las claves de su trabajo. Hemos evitado el formato pregunta-respuesta, porque el rigor de su planteamiento se acerca mucho al manifiesto. Éste es, por tanto, el ideario de Ruiz Geli contado por él mismo.
Arquitectura performativa
Gaudí miraba la naturaleza como un modelo de geometría. Nosotros miramos la naturaleza como performación, como una nueva tecnología. Y esto nos hace ver que la naturaleza es una máquina de hacer energía, una fábrica de frutos. La arquitectura tiene que aprender de la naturaleza, de su lógica. Un árbol es arquitectura: tiene espacio, temperatura, humedad relativa, produce energía. Buscamos, por tanto, una arquitectura inspirada en la naturaleza, que sea eficiente y autónoma energéticamente y a ser posible con cero emisión de C02. Construcciones off grid, es decir, independientes de las fuentes tradicionales de energía.
Viviendas de emisión cero
Según la ONU los edificios producen el 42% de la emisión de CO2. En principio, es la causa número uno del cambio climático. No lo es el transporte, ni tampoco las fábricas. Son los edificios. Y en este sentido, los arquitectos tenemos una responsabilidad muy grande: si las construcciones dejan de emitir el 42% del CO2, se resuelve una gran parte del problema. Pero para ello hay que hacer edificios de emisión cero. Y eso pasa por no olvidar que se construye en zonas donde hay viento, donde hay sol, hay geotermia, hay grandes olas en las ciudades costeras. Esta energía que nos rodea puede ser capitalizada y redistribuida a través de los propios edificios. Tenemos molinos de viento verticales sin ruido para uso en ciudad, estructuras fotovoltaicas integradas en la propia construcción… Esta energía que nos rodea puede resolver el 50% de las necesidades de una casa.
Pero si somos capaces, además, de usar sistemas como las cubiertas verdes, que mejoran la calefacción interior; si resolvemos los puentes térmicos de pérdida de calor; o si trabajamos con pieles artificiales como el efte… ahorraremos el 50% de la energía que consume el edificio. Si a esto se le suma el 50% que el propio edificio produce, el resultado es el 100% de eficacia. Y esto son números reales que se basan en la tecnología actual.
En países como Canadá o en territorios como Nuevo México o California hay muchas viviendas off grid en cuanto a agua, energía, distribución y red. Estos conceptos, que pueden parecer hippies, habría que acelerarlos para convertirlos en ley: el cambio climático es un hecho que está en la calle.
El hidrógeno cambiará el mundo
Las energías renovables tienen una gráfica de picos y de valles. No siempre sopla el viento o no siempre hace sol con la misma intensidad. Para esto las baterías de litio o de hidrógeno son fundamentales. Esto hará que haya una gran revolución de distribución de baterías por la ciudad. No venderemos energía a la red, si no que la guardaremos para ser totalmente independientes. Estas baterías pueden venir en forma de coche o en forma de edificio (una comunidad de vecinos compartiría estas baterías de hidrógeno). Y todo estará desarrollado en quince o veinte años. Sabemos que el coche híbrido eléctrico está ahí de transición, porque vamos hacia una economía del hidrógeno.
Nuevos modelos energéticos
Hay lobbies que están presionando para que la energía de las ciudades sea el gas. Francia lo está haciendo para para que la alternativa al petróleo y al carbón sea la energía nuclear. Sin embargo, Navarra, por ejemplo, está al 70% de independencia en energías limpias respecto a su consumo. Y Aragón al 75%. Estos territorios en dos o cuatro años, según la inversión que hagan, estarán al 100%. De este modo, el problema energético que tiene España se podría resolver: no puede ser que el 80% de nuestro consumo dependa del exterior, porque genera problemas estratégicos, bélicos, de seguridad… Estados Unidos, por ejemplo, está invirtiendo en esta línea.
El norteamericano medio consume ahora dieciocho barriles de petróleo, en los próximos cuarenta años ha de bajar a dos. El europeo está en quince, y también ha de pasar a dos. Esto supone una renovación en movilidad, en vivienda, en distribución. Es decir, en los próximos cuarenta años hay que construir una infraestructura de eficiencia energética. Y esto va a generar una nueva economía basada en los famosos green jobs: mientras que la energía nuclear requiere a cuatro o seis ingenieros franceses, la limpia produce miles de trabajos distribuidos por la ciudad.
La ciudad en la tercera revolución industrial
Las ciudades que se están levantando en China, al ser nuevas, se pueden construir desde el momento cero dentro de esta tercera revolución. El problema es la ciudad existente. La ciudad del futuro es la ciudad 2.0, que vamos a hacer encima de la existente, la 1.0. Será una ciudad en la que habría un kit de energía que se iría implantando comunidad a comunidad, cubierta a cubierta, vivienda a vivienda. Hoy día en Barcelona hay empresas que tienen en stock placas fotovoltaicas como para cubrir toda Barcelona en un fin de semana. Ésta es la revolución que va a ocurrir encima de la ciudad existente. Igual que llegó el euro, y de un día para otro entramos en otra moneda, con la energía pasará lo mismo.
Porque el cambio climático es un hecho. Los huracanes en el Golfo son cada vez más frecuentes. El deshielo está ocurriendo ya, en vivo y en directo, y si se deshiela la Antártida se liberará un gas veinte veces más dañino para la atmósfera que el CO2. En los campus universitarios de California hay estaciones de hidrógeno. Tambien en California, sobre todo en Los Ángeles, cada diez millas hay una “gasolinera” donde puedes ir a cargar el coche eléctrico. Y mientras que en España sólo tenemos un coche híbrido, en Los Ángeles cuentan con cinco modelos. Llevamos cierto retraso, pero en cuatro o cinco años se habrá dado el salto. Y esperamos que el cambio en la ciudad vaya a la misma velocidad.
Patentes y proyectos
El motor habitual de un estudio de arquitectura son los proyectos. Se acaba uno, se obtiene un beneficio y se invierte en investigación y prototipos. Se acaba el beneficio y se coge otro trabajo. Por lo tanto, la innovación va dependiendo del beneficio que produce cada trabajo concluido. Hace dos años nosotros giramos el esquema económico y nos basamos en la innovación y no tanto en los proyectos. Para ello creamos un grupo de empresas que aportan fondos al despacho y permiten la investigación de patentes.
Lo primero es innovar, buscar nuevos materiales, nuevos procesos constructivos, nuevas geometrías, diseño paramétrico… Estas innovaciones se aplican y se desarrollan en proyectos que acabarán siendo grandes edificios. La empresa que invierte en nuestro despacho 50.000 euros, dos años después pasa a tener encargos de dos millones. Es decir, el proyecto siempre es posterior a la innovación. Y luego esas patentes las compartimos para que ese conocimiento se distribuya. Por eso, insisto en que se trata de otro modelo económico. En esta situación de crisis, nosotros no estamos expuestos a este vaivén del mundo inmobiliario, porque nosotros pertenecemos a la cultura de la innovación.
Futuro digital
Vivimos en una sociedad tecnócrata y tiene que ser así. La tecnología es competitiva y la arquitectura tiene que serlo también. Hasta ahora la arquitectura ha tenido mucho que ver con los grandes beneficios a través de grandes edificios, es decir, tochos, y el tocho nunca ha sido competitivo. La buena noticia de esta crisis es que se entierra por fin un sistema especulativo, y aparece una arquitectura verde en línea con el abs o el airbag de un coche, y en coherencia con una sociedad que va a pedir casas como si fueran ovnis, como Villa Nurbs, que va a pedir domótica, que pedirá jardines con wifi, que pedirá que el paisaje se digitalice o que pedirá que las calles sepan dónde está el coche. La arquitectura pasará de ser analógica a ser digital.
Villa Nurbs. Hacia un nuevo sistema
Esta vivienda ha sabido beber de todos los trabajos que hemos desarrollado en el despacho. Es el fruto de una relación cliente-arquitecto, donde el arquitecto dirige la obra, busca tecnología y crea patentes. El cliente es de clase media alta, que sobre todo ha tenido curiosidad, deseo y ambición de crecer. Villa Nurbs, esa cosa extraterrestre, surge como una semilla de cambio en medio de Empuriabrava (Girona), una zona muy deteriorada arquitectónicamente y de alta manipulación urbanística. Para llevar a cabo esta casa hemos tenido acceso a maquinaria digital de ploteado, de corte de madera, de láser, de curvado de vidrio. Y lo hemos hecho mandando mails a las máquinas, como si fueran las máquinas de Matrix. Esta casa demuestra que la industria está preparada para el cambio.
Desde que está acabado el exterior (ahora estamos con el interior), todos los vecinos se están planteando la demolición de sus propios domicilios. Estos vecinos tienen problemas de aislamiento térmico y un alto consumo energético en sus masías folclóricas de mármol, teja y revoco. Villa Nurbs es económicamente una revolución: una vivienda sostenible que cuesta lo mismo que un edificio tradicional ecológicamente dañino. Y esto se consigue gracias al empleo del efte que reduce en un 30% el impacto del clima, o a una optimización de la estructura metálica reducida en un 30% por un software de cálculo paramétrico. De algún modo, Villa Nurbs nos define como estudio: intentamos mover montañas cada semana, simplemente es cuestión de hacerlo.