La artista peruana Cecilia Paredes ha elegido una forma de sinestesia para titular su actual exposición que alberga “La principal” de Tabacalera (Madrid) hasta el próximo 17 de enero. Oyendo con los ojos la integran casi una veintena de esculturas, instalaciones y fotoperformances en las que dos estratos bien diferenciados articulan el discurso: la imagen de lo natural en primer término y las consecuencias de esa naturaleza evolucionada, en segundo.
Tras un vistazo rápido por las antiguas naves del edificio se percibe el pronunciado “olor a tierra” que desprenden las imágenes. Pero basta con parar un momento ante cualquiera de las piezas (yo me detuve ante El vuelo) para comprender que Cecilia Paredes trama algo más que una oda al origen; bajo esa capa de polvo y humedad, fragmentos de coral y plumas de aves, asoma un discurso estricto que aborda acontecimientos y comportamientos puntuales que encaran al individuo frente a su sociedad.
Este entramado complejo, incluso pretencioso, se resuelve gracias a la sutileza estética de las propuestas y la brevedad de unos temas aparentemente independientes: “este mural es un homenaje a los 43 estudiantes desaparecidos en México el 26 de septiembre de 2014” (Quetzalcoaltl), “alegorías del anonimato y la alienación” (Fotoperformances), “una metáfora en torno al partir y el arribar”(Migración)… A pesar de estas punzadas de actualidad, la muestra se mantiene aglutinada por aquella otra sinestesia, la del olor a tierra de las imágenes, y la visita ubicada en el plano de la experiencia emocional. El sonido de los palos de lluvia de Ucayali acompañan al espectador a la puerta de salida.