Las pequeñas residencias ofrecen a menudo retos estructurales y de diseño para los arquitectos. El propietario de una parcela irregular no muy grande en la ciudad de Wakadabai, quería una casa atractiva y cool, pero que tuviera bajo el tejado un espacio reservado para sus dos coches. Y los arquitectos de Satoshi Okada apostaron por una construcción fragmentada, cortante, casi deconstruida, de exterior metálico y presencia arrogante.
La peculiaridad de esta vivienda nació del enorme pilar esquinero que aguanta el peso del edificio y que deja lugar suficiente para los vehículos. Igualmente, la orientación jugó un papel relevante, ya que las ventanas se dirigen básicamente al sureste, dando la espalda a los vecinos y abriéndose hacia las montañas cercanas.
Para evitar la sensación de agobio, las paredes se van ensanchando conforme van subiendo. El resultado, dentro de la casa, es de una gran variedad de alturas y distancias, como si las formas irregulares del exterior se proyectaran también en el interior. La escalera recoge con su trazo quebrado el testigo de esta variedad de líneas casi oníricas.
Por su parte, todo el interiorismo recurre al minimalismo que tanto gusta a la sensibilidad japonesa: espacios abiertos, dominio del blanco, un mobiliario reducido a la mínima expresión y zonas diáfanas que esconden en sus armarios el mobiliario modular. Todo cabe en poco más de 66 m2. Al fin y al cabo, estamos en Japón, donde la sensibilidad zen puede deconstruirse, reducirse y minimizarse.