“Todo a mi alrededor son cajas blancas. Mi casa, mi galería, mi oficina. No quiero más cajas blancas”. Así de rotundo se mostró Taka Ishii al sellar el encargo de la Casa Tree-Ness el día que conoció a Akihisa Hirata en la inauguración de Flame Frame, la instalación que el arquitecto organizó en las oficinas del galerista en 2009. No puso más condiciones.
En este solar profundo pero muy estrecho del sobrepoblado distrito de Toshima-ku, el gran desafío fue generar espacios acogedores y llenos de luz sin perder la conexión con la ciudad. Inspirado en los goshinboku -árboles sagrados que se alzan en los santuarios sintoístas-, Hirata basó su diseño en tres elementos que se entrecruzan de la misma manera en la que se estructuran las partes de un árbol: cajas (tronco), pliegues (ramas) y vegetación (hojas).
Las cajas de hormigón, que se apilan generando huecos irregulares y un gran vacío central, actúan como un sistema de capas que permite una continua conexión visual entre las diferentes plantas. Las aberturas propuestas en ellas consiguen relaciones ambiguas donde el interior y el exterior se confunden continuamente. En la fachada, estos pliegues se convierten en pequeños balcones con vegetación que trepan a modo de jardín perimetral. Estructuras que se funden con la naturaleza, distribuciones espaciales no jerarquizadas y espacios tridimensionales entrelazados que crean un único todo orgánico.
Compuesto por viviendas, oficinas y una galería de exposiciones, el proyecto llegó a tener ocho plantas, pero quedó finalmente reducido a seis tras las restricciones normativas que generaron el terremoto y tsunami de 2011. El resultado es un edificio estéticamente bello y magistralmente integrado en el contexto urbano. Un árbol de hormigón que brota en mitad de la ciudad. Su actividad interna demuestra, además, que la vida puede ser diferente a la de cualquier construcción convencional, haciendo más intensa la relación entre hombre, edificio y entorno. Lo más importante: consigue crear un lugar para que otros lo hagan hogar.