Aires Mateus han proyectado una casa en Monsaraz, junto al Guadiana. La vivienda se incrusta en una pequeña ladera y se abre en diagonal hacia las vistas. Una casa con cubierta verde que la oculta del exterior y solo deja visibles, desde la vía de acceso, una escalera a modo de corte profundo en el terreno y los agujeros circulares de los patios.
Aires Mateus y los vacíos arquitectónicos
A los hermanos arquitectos portugueses Aires Mateus, Francisco y Manuel, les gustan las sustracciones volumétricas. Ya lo hicieron para la facultad de arquitectura de Loubain en Tournai, Bélgica, donde al bloque de acceso se le abre un vacío de entrada con la forma platónica de casa. O en el centro comunitario de Grândola, en el Alentejo, cortando en la fachada de un prisma blanco y liso varios huecos irregulares -algunos con formas que recuerdan a casas con tejado a dos aguas también- y que servirán asimismo para situar las entradas y huecos de luz.
Casa en Monsaraz. Una casa entearrada ocultada por una cubierta verde
Pero vamos al principio. Los lisboetas han proyectado una casa en Monsaraz, junto al Guadiana, frente al embalse de Alqueva. Con una planta irregular que tiende al rectángulo, la vivienda se incrusta en una pequeña ladera y se abre en diagonal hacia las vistas. Una casa con cubierta verde que la oculta del exterior y solo deja visibles, desde la vía de acceso, una escalera a modo de corte profundo en el terreno y los agujeros circulares de los patios. La escalera continúa en pasillo forrado de madera en bruto. A los lados, los dormitorios se abren a los pequeños patios redondos con huecos igualmente pequeños. Imaginamos que estar revestidos de azulejo blanco compensa su tamaño a la hora de la entrada de luz, aunque no así del desahogo visual.
El pasillo se divide al chocar contra la esquina de un baño oculto y por cada lado llegamos a las dos estancias principales. Una cocina/comedor y una sala de estar con chimenea, estas ya con amplios ventanales. Es tal la infinidad de vistas -en palabras de los arquitectos- que la casa necesita un centro y es entonces que le hacen un patio protegido que abraza el agua (sic).
Aires Mateus. Hormigón y naturaleza
Esto que los Aires Mateus llaman patio es la esquina de la casa en Monsaraz que no está semienterrada, el final de la diagonal que viene del inicio de la escalera, y que mira al embalse. Cubierta por un inmenso voladizo de hormigón -material estructural para toda la casa, así como el acabado de suelo y techo-, su forma viene dada por un casquete esférico de centro aleatorio. Esta esquina ya la tenía ensayada Manuel en otra vivienda, aunque aquella, mucho más pequeña, solo cobijaba una puerta. Ahora es tan grande y masiva que resulta oscura y necesita que por arriba le hagan un hueco. La poética de las formas de burbuja se pierde en esta oscuridad, en lo forzado de las paredes ortogonales, en los condicionantes autoimpuestos que no dejan fluir al proyecto. Los patios circulares se traducen en líneas rectas al interior. Esta obsesión por la ortogonalidad de las estancias les resta luz, pero tampoco se lleva al extremo, la planta no es un rectángulo perfecto, es una unión de habitaciones.
La casa queda recluida del exterior, incluso cuando se abre, y las habitaciones se recluyen de la propia vivienda. En estos días de pandemia mundial y aislamiento doméstico quizás estaría bien repensar las arquitecturas confinadas.