Belleza, firmeza y utilidad son los tres conceptos que han marcado la hoja de ruta en la ejecución de esta vivienda, probablemente uno de los mejores trabajos de Joaquín Torres, al frente del estudio de arquitectura A-cero. De una sobriedad cartesiana, sus espacios interiores resultan tan impactantes en sus dimensiones, como acogedores en su interiorismo
Llama la atención el entorno donde se encuentra esta pieza de la arquitectura contemporánea: un recinto privilegiado y exclusivo, dotado de férreas medidas de seguridad, donde los paseos y las ordenadas avenidas recorren su interior de forma elegante; y donde los lagos, de intenso color azul, y la flora del bosque mediterráneo provocan una sensación de grata irrealidad. Para acceder a la propiedad ha sido necesario que, previamente, nuestro anfitrión diera el visto bueno al equipo de seguridad, que anota nuestra matrícula, nuestro nombre, DNI… y sólo cuando todo está conforme, nos autoriza la entrada.
Las alineadas avenidas interiores, recorridas en sus márgenes por una mullida alfombra de abundante vegetación (pinos, madroños y parterres de romero y lavanda), no son más que una pequeña parte “del todo”: la limpieza y el paisajismo son tan perfectos como la arquitectura que se desarrolla en las viviendas de esta urbanización de carácter contemporáneo; todas ellas son portadoras del sello de su arquitecto, Joaquín Torres, y de su estudio de arquitectura, A-cero. Pero esta casa destaca de entre las colindantes por su habilidad compositiva, por sus suaves formas y por el sentido que el autor ha logrado transmitir conjugando inteligentemente las claves de las que ya habló Vitrubio en el S.I a.C.: belleza, firmeza y utilidad.
Estilo A-cero
Para descubrir la construcción tenemos que cruzar primero un pasaje cubierto con una gran pérgola de aluminio y un suelo adoquinado que no nos permite intuir ni la extensión del terreno, ni la libertad y la influencia que éste ejerce sobre el conjunto; tampoco somos capaces de vislumbrar el interior que se nos abrirá tras la puerta. Al bascular sobre su eje -a un tercio del extremo del vano-, la puerta (foto izquierda) queda alineada en paralelo con dos muros cercanos que ejercen una atracción visual extraña: una mezcla de verticalidad junto a la aportación curva del muro perimetral que encierra por el lado sur la vivienda. Este muro recorre y delimita el edificio al mismo tiempo que oculta, de forma sutil, su volumen.
De líneas rectas y ángulos imposibles, el arquitecto da a este inmueble una personalidad minimalista, casi cartesiana. Desde el estudio de Joaquín Torres siempre se persigue un mestizaje entre arquitectura y escultura: un leit motiv que dota a cada proyecto de un sentimiento artístico tan útil como intenso. Y esta casa no es una excepción dentro de la trayectoria de Torres: una pieza única cuya creatividad nace de las entrañas del autor, influido obligatoriamente por las necesidades reales del propietario, es decir, un perfecto entendimiento entre arquitecto y cliente.
La pureza de formas del edificio crea un conjunto coherente con una estructura formada únicamente por muros de hormigón y mármol travertino con ausencia de pilares intermedios. La intensa luz del hall de entrada, su dimensión y la inclusión de un estanque interior provocan una impactante sensación sobre el visitante que no entiende fácilmente cómo puede sentir que está fuera cuando en realidad se encuentra en el interior. Y es así como ya nada parece real, pues se pierden las referencias por la selección de los materiales, por la elegante combinación de éstos, y por la amplitud de todas las estancias. Queda claro que el verdadero lujo se halla en un buen equilibrio entre ubicación, espacio e interiorismo. Y esta casa reúne como pocas dicho equilibrio.
Distribución y espacios
La construcción ha sido planificada en tres niveles: dos plantas más un sótano donde se encuentran el garaje, la sala de fiestas, el gimnasio y la sala de cine. En la planta de acceso, con suelo de granito negro, se encuentran las cocinas, el salón, el comedor, el estar y la zona de servicio (conectada al resto de la edificación por un sorprendente juego de escalones de volúmenes geométricos). Finalizamos el recorrido con el dormitorio principal, dos vestidores y baños. La planta alta está ocupada por los dormitorios de los niños con sus baños correspondientes. Se puede concluir que las diferentes áreas resultan confortables, amplias y con un interiorismo contenido, casi minimalista, donde el arte tiene una presencia definitiva, como podemos ver con los lienzos de Mercedes Rodríguez.
El jardín de la casa, diseñado por el paisajista Luis Vallejo, juega un papel vital por dotar al inmueble de una intimidad extrema y de un bellísimo entorno: un trabajo impregnado de geometrías irregulares y detalles sorprendentes 0como riachuelos y estanques. Para acceder al jardín desde el salón, el arquitecto ha dispuesto un sistema hidráulico que hace desaparecer en el suelo el largo y pesado frontal acristalado, uniendo en un mismo espacio porche exterior y salón.