Aunque su legitimidad fue establecida por la prensa y los museos, el arte urbano nació en la calle y sigue vigente. Y París ha sido uno de sus escenarios clave, por ello el ayuntamiento de la ciudad acoge hasta el 3 de junio la exposición CAPITAL(S) sobre la historia del street art.
París, una de las capitales del street art
En plena eclosión de la Inteligencia Artificial en el campo del arte, el street art —término acuñado en 2007 no sin controversia— podría parecer ya una cosa obsoleta del pasado. Y es que, efectivamente, hallamos sus orígenes en otro milenio, en una nueva generación que consiguió apoderarse del espacio público para provocar una auténtica revolución visual: entre la encarnación de la libertad de expresión y la concienciación social. Con obras procedentes de colecciones privadas, documentos de archivo, intervenciones in situ y otros proyectos, la exposición CAPITALE(S) —alojada en la sala Saint-Jean del Hôtel de Ville— documenta este movimiento y la importancia de la escena parisina en su desarrollo.
Arte urbano en museos: ¿aberración o audacia?
Partamos de una cuestión base: ¿Tiene sentido meter el arte urbano en los museos o pierde gran parte —si no toda— de su razón de ser? Al igual que ocurre con las exhibiciones que se organizan sobre arquitectura, una muestra sobre street art ha de priorizar a la fuerza la difusión archivística y la mera documentación, pues no se pueden contener las calles ni los edificios en una galería. Sin embargo, es de elogiar que el contenido de CAPITAL(S) englobe también creaciones inéditas.
28 artistas callejeros célebres vinculados a París han originado algunas piezas ex profeso en la Salle Saint-Jean. Entre ellos encontramos a Zlotykamien, Jacques Villeglé, Vhils, Mesnager, Psyckoze, Lokiss, Zevs, Invader, 9 e Concept y Dize, cuyas intervenciones se aprecian mejor en las fotos que acompañan este artículo. También destaca la instalación inmersiva Graff Box, de Cristóbal Díaz, que combina la caligrafía urbana y un proceso fotográfico único.
Los precursores del arte urbano: de Nueva York a Stalingrad
En París, esta disciplina comenzó antes del grafiti. Pinturas y escritos murales, carteles, plantillas y collages constituyeron un territorio fértil para la llegada de esta práctica a Francia. En las décadas de los sesenta y setenta, pioneros como Villeglé —que trabajaba a partir de pedazos de carteles publicitarios que convertía en collages—, Raymond Hains, Ernest Pignon-Ernest y Zlotykamien abrieron el camino de la exploración.
Las paredes parisinas se convirtieron entonces en la mayor galería de Europa. Este periodo de intensa práctica vio surgir colectivos como VLP (Vive la Peinture), afiliado a la cultura punk, y los hermanos Ripoulin. Pero fue el adolescente francoestadounidense Bando (1965) quien introdujo el grafiti —ejercicio que los puristas llaman writing o escritura— en el país galo en 1982, proveniente de Nueva York.
Los lugares favoritos fueron los muelles del Sena, entre la plaza de la Concordia y el Pont Neuf, así como algunos rincones del distrito XV. Al abandonar los enclaves donde empezaron, los practicantes de la primera ola buscaron nuevos sitios, más amplios y tranquilos. Así brotó uno de los primeros emplazamientos míticos franceses asociados al street art: el Hall of Fame. En este terreno, ubicado en el barrio de Stalingrad (distrito XIX de París), epicentro del grafiti francés hasta 1989, el grafitero Ash fue uno de sus precursores.
Desde los años noventa a la actualidad
A principios de los noventa, esta actividad estuvo marcada por una fuerte represión. El debate estaba servido entre los detractores que la calificaban de vandalismo y los defensores que lo veían con un enfoque artístico. Estos últimos exigían que su ejercicio no se centrara en las letras pintadas con spray y que produjeran obras de estudio para exponer en galerías o museos.
Mientras la represión también hacía estragos en Estados Unidos, talentos como Futura, JonOne, A-One y Rammellzee aceptaron el reconocimiento del campo artístico europeo y acudieron en repetidas ocasiones a París para mostrar su obra en instituciones. En cualquier caso, desde la aparición de diversas técnicas novedosas a principios de los 2000, el grafiti de la vieja escuela —aunque sigue estando presente— aparece ahora como un capítulo inicial de una corriente mucho más amplia que abraza el uso de otros elementos, como pegatinas, papel o mosaicos.
Artistas de todo el mundo acuden a París para enseñar sus piezas, su destreza y la originalidad de su enfoque. Talentos como el californiano Shepard Fairey —conocido como Obey— y el neoyorquino Swoon, el británico Banksy o el portugués Vhils, así como el francés JR, vienen o vuelven para participar en este boom creativo y ofrecer a la capital francesa pruebas de su inspiración constantemente renovada.
Invader, el más viral entre los artistas callejeros
Conviene matizar que, en una ciudad mayestática e impoluta como París, con su arquitectura distinguida y refinada, en pleno 2023 el street art queda forzosamente relegado al distrito XIII y a los barrios periféricos, si obviamos los mosaicos de Invader que sí están muy presentes en la ciudad. Este creador lleva desde 1996 dejando su elegante impronta en el centro parísino. Sus mosaicos de imágenes pixeladas de iconos popy de figuras digitales asociadas a los videojuegos —como sus míticos marcianos— suman ya más de 1500 intervenciones en las fachadas de esta área. Además de original, se trata de una categoría más bien discreta, acicalada y eminentemente estética; no podría ser de otra manera tratándose de París.
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En la sala Saint-Jean del Hôtel de Ville.