Hasta el 31 de marzo, el CaixaForum Madrid presenta Horizonte y Límite. Visiones del paisaje, una exposición que profundiza en el paisaje como representación artística de la naturaleza a través del vídeo, la fotografía, la pintura y la instalación. Una reflexión que parte desde su apogeo en el siglo XVII hasta sus posibilidades políticas como agente transformador de la sociedad actual.
CaixaForum Madrid expone cinco siglos de paisajes
Junto al feminismo y a las cuestiones de género, la inquietud por el deterioro de la naturaleza y la amenaza medioambiental del cambio climático se ha convertido en un tema recurrente dentro del arte contemporáneo. Es por ello que la naturaleza —sujeto de estudio en las obras seleccionadas dentro de Horizonte y Límite. Visiones del paisaje— queda plasmada en esta exhibición del Caixaforum Madrid por medio de diversos formatos con distinto enfoque temporal: unas piezas se centran en el pasado a través de la huella dejada por el hombre y, otras, se focalizan en la actualidad y en su posible futuro.
Desde la irrupción del paisaje en el ámbito artístico, este se ha ido reinventando a la vez que surgían nuevos métodos compositivos, experiencias visuales y técnicas que lo renovaban sin cesar. Razón por la que esta materia con cinco siglos de existencia ha evolucionado desde la percepción puramente estética —más propia del Renacimiento, Barroco, Romanticismo o impresionismo— a la mirada crítica y combativa del siglo XXI, que promulga la preservación del planeta.
Cuatro bloques temáticos por medio de arte contemporáneo
La exposición se estructura en cuatro áreas que abordan el paisaje desde la ficción, los códigos culturales y artísticos y la conciencia medioambiental. Por un lado, La ficción del paisaje engloba creaciones en las que la naturaleza pasa por el filtro de la imaginación a la hora de proyectar escenarios irreales y reformular lugares conocidos. Anne Imhof es quien da la bienvenida con su Cloud IV, una pintura que confunde: ¿son nubes, una explosión de una bomba atómica o humo contaminante industrial? A este bloque también pertenece Sunsets from…, donde Oriol Vilanova compiló cientos de postales que ilustran puestas de sol, fenómeno de inspiración artística por excelencia.
Por su parte, La vivencia del paisaje contempla el modo en que los artistas han usado el entorno como material para su arte, lo que en los años sesenta originó el land art. Una de sus proyecciones más llamativas es L’Écho, en la que Su-Mei Tse toca el violonchelo al borde de un cañón de los Alpes y cuya música entabla un “diálogo” con el eco que la melodía genera. Y ya en la sección La naturaleza enmarcada, se aborda la habilidad humana para acotar la mirada del territorio mediante el encuadre: ya sea en el marco de un lienzo o en los márgenes de una fotografía. A este apartado pertenece Pannotia (Ribera), pieza en la que Carlos Irijalba rehúye de la representación clásica de la naturaleza. Para ello, toma pruebas de distintos sedimentos del subsuelo de una comarca de Navarra, que luego comprime en forma de tubos hasta configurar el sondeo geotécnico sobre estructura de aluminio que apreciamos en la instantánea.
Finalmente, El impacto humano en la naturalezaes la última etapa de este viaje, en ella se plantea cómo el arte moderno se hace eco de la situación climática. El compendio de obras que la constituyen denuncia la huella que los conflictos bélicos, económicos y sociales han ido dejando en nuestra actualidad. Un ejemplo son las fotografías aéreas de Sophie Ristelhueber, que documentan las cicatrices de la tierra tras la guerra del Golfo librada en Kuwait. También son objeto de reflexión los sistemas actuales de producción de energías limpias que modifican el contexto paisajístico —como plasma la imagen de Andreas Gursky, Les Mées, en la que se ve una colina cubierta por miles de paneles solares—, al tiempo que se especula sobre el futuro incierto de la naturaleza.
¿Tiene poder el arte para preservar la naturaleza?
La propuesta convence por su calidad en la selección de artistas, formatos y obras, así como por la variedad de enfoques hilvanados con destreza en el hilo conductor que teje la muestra. Además de suscitar un intento de preservación, el mensaje del conjunto también podría ser la exhortación del arte contemporáneo a ir más allá de la contemplación estética del paisaje, empujando al visitante al compromiso político. Pero lo cierto es que, si bien cada generación quiere cambiar o mejorar el mundo, nadie, ni siquiera el arte ni Greta Thunberg puede salvarlo ya. El planeta está muerto; habitamos su cadáver.
43 piezas de 28 artistas contemporáneos, entre los que destacan Anne Imhof, Joan Fontcuberta, Andreas Gursky, Thomas Demand, Tacita Dean, Patricia Dauder, Miquel Barceló o Cristina Lucas.