La videoartista cubana Glenda León (La Habana, 1976) propone una instalación para Gran Escala, uno de los programas de exposiciones de Matadero para la Nave 16. Allí, cinco pantallas respiran de manera simultánea. En cada pantalla, o cada respiro (título de la obra), un componente natural es capturado y su movimiento reproducido en bucle: el de una ola que rompe, el de un tramo de cielo o el de una cerilla finita.
Cada elemento se ubica allí donde le corresponde. La ola rompe a ras de suelo, el cielo transcurre en lo más alto de la nave, la cerilla ocupa una pantalla pequeña, casi anecdótica. Todos los fragmentos acompasan su estar repetitivo con un respirar humano, audible claramente en la enorme sala. Imagen y sonido parecen la misma cosa, como un recordatorio que Glenda León hiciera sobre nuestros orígenes, en un intento por despojar de excedentes el artificio en el que habitamos.