Blue Dream es el resultado de un largo proceso de búsqueda. Una casa retrofuturista que sus dueños empezaron a proyectar en 2005 con la compra de un terreno frente al mar en East Hampton (Long Island), y cuya culminación no llegaría hasta 2017.
La historia detrás de Bue Dream
En los doce años que separaron el sueño de la materialización, Julia y Robert Taubman, —artífices del proyecto— entrevistaron a 22 estudios de arquitectura diferentes, premios Pritzker incluidos. En 2008, cuando parecía que todo estaba listo para arrancar y a días antes de comenzar la construcción, Julia canceló todo porque el diseño no le parecía lo suficientemente rupturista. En 2010 y de vuelta a la casilla de salida, a través de un amigo contactaron con el estudio Diller Scofidio + Renfro (DS+R), que en ese momento no tenía terminada ninguna propuesta residencial; sin embargo, ocurrió ese click que debe darse entre arquitecto y cliente y ambos se embarcaron, si no en el proyecto de sus vidas, desde luego en uno que marcaría un antes y un después.
Julia Taubman —procedente de una de las familias más ricas de Estado Unidos, filántropa y coleccionista de arte, responsable en gran medida de la apertura del museo de arte contemporáneo de Detroit— y su marido, el titán inmobiliario Robert Taubman, querían recuperar la tradición modernista de East Hamptons, donde se encuentran algunas de las viviendas más espectaculares de la costa este del país. Mansiones mastodónticas al más puro estilo de Nueva Inglaterra, pero también construcciones de acero y vidrio que gritan modernidad en medio del paisaje de marismas y veleros. Está claro que no estamos hablando de casas vacacionales: más bien de una proyección de poder por parte de inquilinos y moradores; y este es el caso de los Taubman, quienes querían un hogar que no solo alojase su colección de arte y diseño, sino uno que fuera arte y diseño en sí mismo.
Una casa de diseño al más puro estilo space age
Durante la ejecución, los problemas no tardaron en aparecer: la estructura del tejado —en un principio proyectada en hormigón— resultaba demasiado pesada, lo que exigía incluir pilares en el interior para reforzar los cimientos. Esa opción se descartó de inmediato, ya que se buscaba un ambiente diáfano sin ningún obstáculo visual. Tras varias pruebas se recurrió a la espuma y a la fibra de vidrio, materiales que se usan en los cascos de yates de competición y tablas de surf, lo que redujo el peso total del armazón en dos tercios. Una lengua blanca que reposa, como si flotara, sobre las paredes de vidrio curvo. El interior está elaborado en microhormingón encerado, y en él suelo, paredes y techo manan sin un solo ángulo recto, sin una esquina.
Blue Dream es una casa hecha a base de formas orgánicas que nos recuerda al interior de una cueva, de un hongo, de una muela. No hay puertas ni paredes, ya que los Taubman quería un solo espacio en el que las estancias fluyeran. Aquellos que requieren intimidad, como los dormitorios, están dispuestos a dos alturas para generar separación y recogimiento. La misma escalera funciona como un elemento que distribuye el espacio y las luminarias están integradas en el techo para evitar la contaminación visual.
El proceso de diseño duró dos años en los que Julia supervisó incansable cada detalle —el pasamanos de la escalera requirió 150 bocetos hasta dar con la versión final—. Cada mueble fue cuidadosamente diseñado por Michael Lewis, que se incorporó para hacerse cargo de los interiores en 2014 con la intención de amplificar la arquitectura: lo vemos en uno de los sofás del salón, que continúa hasta el exterior a través de las paredes de vidrio. Joseph Walsh, el creador irlandés, fue el artífice de las mesas de piedra de una sola pieza para cuarenta y cuatro comensales que hay en el fuera. La colección personal de los Taubman hizo el resto colonizando cada estancia hasta crear un pequeño museo que roza el abigarramiento. Sorprende descubrir que la residencia tiene 750 m2: un tamaño muy lejos de los estándares americanos de esta clase social.
Retrofuturismo en East Hampton
El conjunto terminado recuerda a terminal de TWA en JFK, un trabajo de Eero Saarinen que tuvo gran influencia el planteamiento de Blue Dream. Las siluetas orgánicas, el material blanco y las pareces de cristal evocan esa estética retrofuturista que nos parecía tan lejana en nuestra infancia, cuando merendábamos acompañados de Los supersónicos, la familia de dibujos animados que vivía en el futuro en una casa sorprendentemente parecida.
Que Blue Dream puede considerarse un prodigio de la ingenia y el diseño es una afirmación tibia ante la magnitud del proyecto, pero también ha generado ciertas suspicacias en el sector. Surgen preguntas sobre cómo tolerará la estructura el paso de los años y el envejecimiento de los componentes; no olvidemos que estamos ante una arquitectura expuesta al sol, a la brisa y al salitre marino. La declaración estética brutal que supone Blue Dream también ha arqueado algunas cejas, ya que, a pesar de partir de la idea de emular las lunas del paisaje, han acusado de ignorar por completo el entorno en el que se ha erigido.
Duna, ola, burbuja, hongo o vivienda supersónica, el crítico de arquitectura Paul Goldberger acaba de publicar un monográfico sobre el edificio en el que, según ha revelado, habla tanto del proyecto arquitectónico como del matrimonio Taubman, sus dueños y promotores que por fin pudieron instalarse en 2017. Aunque Julie, apenas un año después de ver su sueño realizado, murió de cáncer a los cincuenta años en 2018.
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