Los hermanos Haas viven entre dos mundos que parecen cruzarse con frecuencia, arte y diseño. Parece que cuando tu padre es escultor y tu madre guionista y cantante de ópera, no hay disciplina artística que se resista a tu genética. Debutaron como diseñadores en 2010 en Los Ángeles, a donde llegaron de su Texas natal previa parada de un par de años en Nueva York, donde se dedicaron a la música. A partir de entonces Simon y Nikola ―que, además, son mellizos― empezaron a trabajar juntos produciendo mobiliario.
El actor Tobey Maguire les compró su primer juego de muebles, y así se instalaron en el circuito del coleccionismo. Desde 2013 los podíamos encontrar en Design Miami con gran éxito comercial, pero en 2018 aterrizaron en Art Basel Miami con su retrospectiva Ferngully en el Bass Museum ―el Museo de arte Moderno de Miami― y, con ella, entraron a formar parte del club del arte. Desde entonces viven en ese cruce de caminos que les divierte enormemente, aprovechando con mucha habilidad las ventajas de ser un poco inclasificables.
Las colaboraciones no tardaron en llegar; el primer encargo importante fue de Versace; más tarde, una llamada de Román Alonso, de Commune Design, para hacer el vestíbulo del nuevo Ace Hotel de Los Ángeles; luego vendrían Louis Vuitton, L’Object, Lady Gaga, Rihanna de la mano de Phaidon... una cartera de clientes envidiables y representación tanto en galerías de diseño como de arte. Por fin el tan deseado éxito comercial y de crítica en una carrera fulgurante para Simon y Nikolai, que apenas llevan diez años de trayectoria. ¿Cómo lo han conseguido?
Vivir en Los Ángeles, tener contactos en Hollywood en un momento en el que los millonarios nunca fueron tan millonarios, la burbuja del arte contemporáneo y la crisis de identidad del diseño ayudaron. Pero no quitemos mérito a su talento: los Haas han creado un universo propio poblado por una fauna y una flora sexy, psicodélica y un poco extraterrestre. Son tan prolíficos en colores como en materiales y crean sus piezas a mano con minuciosidad y rigor casi fetichista.
Cuando miramos su trabajo vemos una imaginación desbordante, pero el ojo entrenado verá también una labor de artesanía excepcional, fruto de una destreza que lleva el material hasta sus propios límites. Sus piezas funcionales pueden tener ojos, pelo, pechos, patas, brazos, dedos, testículos, cuernos o tentáculos. Sus esculturas parecen brotar del suelo en forma de manos gigantes hechas en mármol, piel de tigre, vidrio soplado, cerámica, madera, aluminio, resinas poliuretano.
Uno de sus proyectos con mejor acogida fue Madonna: su primera exposición individual en La Galería Mariann Boesky de Nueva York el año pasado, nos referimos a su serie Afreaks.
Afreaks comenzó con un viaje a Ciudad del Cabo, donde el dúo colaboró con mujeres locales en la elaboración de una serie de criaturas funcionales absolutamente maravillosas, todas hechas de diminutas cuentas de cristal, muy usadas en la artesanía del país. Cuentan que la experiencia cambió su planteamiento del color, y fue tan enriquecedora que sus colaboradoras recibieron el cariñoso nombre de Las Haas Sisters.
Al margen de las circunstancias macroeconómicas ―que sabemos que ayudan, y mucho―, rara vez el éxito surge de la improvisación. Su obra sin duda transmite diversión, pero Nikolai y Simon pasan horas, días y noches renderizando, modelando, haciendo prototipos y experimentando con un equipo de artesanos con los que trabajan codo con codo en su nave-taller en Downtown L.A. Recomendamos un paseo por su perfil de Instagram cuajado de vídeos en los que comparten su proceso de trabajo y el día día en el estudio. Atentos a cómo se llevan a cabo sus Fairy Berries,pequeñas esculturas que podrían ser huevos Fabergé surgidos de profundidades marinas todavía por descubrir.
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