Las distancias en el Principado de Asturias son de una elasticidad prodigiosa. Cruzar de punta a punta no nos llevará mucho más de tres horas en coche. Y, sin embargo, en una misma postal se puede capturar costa, montaña y valles sin apenas profundidad de campo.
Pero lo que no se suele tener en cuenta es el potencial cultural de sus tres ciudades, tres núcleos que distan entre sí, en el peor de los casos, 35 kilómetros. Una separación que en otras zonas del mundo sería una simple conurbación, pero que, en esta ocasión, es un mosaico heterogéneo. Oviedo, la capital clásica y acomodada donde el arte prerrománico parece llevarse toda la gloria. Y de repente, en su silueta aparece el PEC, el Palacio de Exposiciones y Congresos, una faraónica construcción made by Calatrava, más famosa por sus escándalos de sobrecoste y accidentes que por su valor.
Y mira que lo tiene, sobre todo con su impresionante cubierta móvil, levantada sobre unas enormes costillas que alcanzan los 50 metros. En la misma población merece la pena hacer una parada en su sorprendente museo de Bellas Artes, una institución con una colección inesperada en la que se pueden contemplar obras de Goya, Picasso, Murillo y Sorolla, entre otros.
Al nordeste espera Gijón, con uno de los complejos más fascinantes de la arquitectura de la posguerra española. Se trata de La Laboral, el edificio civil más grande de España que nació como hospicio en los años 40 y se transformó en universidad. Su tamaño, cuatro veces el Monasterio de El Escorial, ya es un aliciente; pero también ese estilo neoclásico monumental y algunos de sus elementos, como la cúpula elíptica de su capilla, la más grande de Europa.
Hoy, las visitas guiadas para disfrutarla ponen de relieve la creación de Luis Moya Blanco y la impulsan para un sueño: ser Patrimonio de la Humanidad. Ya en Avilés, aguarda el Centro Niemeyer, el mejor y más imponente trabajo del genio brasileño en Europa. Un conjunto que, a través de los colores primarios y las formas curvas, busca conectar mar y montaña a la par que ser la base de la reinvención de la villa.
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