¿Cómo le sienta la contemporaneidad a un rito de más de 2000 años? Las necesidades de la liturgia cristiana —la que culturalmente más de cerca nos toca— han permanecido inamovibles desde que el Concilio Vaticano II introdujera algunos cambios, allá por 1959. Desde entonces, la arquitectura ha superado el estilo internacional, se volvió posmodernista, se industrializó por enésima vez, se confundió con voces que le decían que debía ser tecnológica o vernácula para, más tarde, encontrar una nueva identidad en la senda de la sostenibilidad. Repasamos una lista de proyectos actuales para evaluar cómo los arquitectos están redefiniendo hoy día la casa de Dios.
Arquitectura religiosa desde la mirada brutalista
Cuando proyectó la capilla de Notre Dame du Haut (Ronchamp, Francia), Le Corbusier se soltó la melena como el que comete un pequeño exceso durante las vacaciones. El máximo exponente del racionalismo arquitectónico se dio el capricho de construir una iglesia como una caverna primitiva, inspirado por las colinas del paisaje y las fuerzas telúricas del entorno. El suizo se bajó del carro de la modernidad para tomarse un descanso místico. Había nacido el icono que cambiaría la arquitectura religiosa del siglo XX.

Para aumentar la espiritualidad del espacio, el hormigón que Le Corbusier usó trasladaba al visitante a una gruta de época paleocristiana. En un momento donde la industrialización empezaba a adelantar al estilo moderno, las posibilidades estructurales de este material desvinculaban la forma de su función. Así, enormes bloques de cemento, grava y hierro empezaron a brotar como setas; cada vez más grandes y cada vez más inhabitables.

En términos de arquitectura religiosa, Ronchamp mostró la poesía que había en este nuevo componente. Niemeyer, Ando o el propio Fisac en nuestro país siguieron esos pasos hasta nuestros días. Aunque tiene más de siglo y medio de antigüedad y actualmente está cuestionado por su impacto medioambiental, el uso del hormigón sigue asociado a la contemporaneidad. Quizá se deba a que sus virtudes técnicas y compositivas han aumentado, y lo cierto es que su aspecto crudo se sigue percibiendo lejano y algo distópico.


La iglesia de Santa María de las Chumberas (Santa Cruz de Tenerife) es una oda a este material. El diseño, de Fernando Menis Arquitectos, oculta un templo —una nave central con un altar al frente— dentro de unos grandes pórticos, que consiguen que todo el espacio parezca excavado dentro de la gran mole. El juego de acabados lisos y rugosos, las piezas quebradas sobre el eje imaginario o las entradas de luz por las rendijas hacen que el interior se convierta en algo parecido a un túnel que se comprime sobre los feligreses y se expande al llegar al altar para resaltar lo verdaderamente importante. El hormigón se aleja del aspecto industrial y se utiliza —como en el caso de Ronchamp— como una roca maleable.

Este trabajo de Menis es tan disruptivo como el que Vicens & Ramos desarrollaron en 2008 para la iglesia de Santa Mónica en Rivas-Vaciamadrid (Madrid). Un conjunto parroquial constituido por una iglesia y la vivienda del sacerdote que quedaban recubiertos por una piel del acero cortén, tan característico de la época de bonanza de la construcción española. Los arquitectos plantearon un volumen simétrico —distorsionado únicamente por la curvatura de la calle— para centrar la atención en los lucernarios de la fachada norte: cinco dedos metálicos que apuntan al cielo en busca de iluminación natural y divina.


El estudio Sancho Madridejos Architecture partió de la tipología tradicional de ermita —nave con campanario— y la llevó al terreno de las formas abstractas en una finca de la serranía de Cuenca.
Ejecución abstracta
Si los proyectos anteriores se esforzaban por desvincularse de la tradición, otros prefieren asumir esta herencia, de la que, por otro lado, es muy difícil escapar. El estudio Sancho Madridejos Architecture partió de la tipología tradicional de ermita —nave con campanario— y la llevó al terreno de las formas abstractas en una finca de la serranía de Cuenca. En esta ocasión, emplean un tono blanco con un acabado que muestra los espadines y las juntas de los encofrados en muros y techos. Aquí, el hormigón, como la piedra en las grandes catedrales góticas, lo es todo: estructura y adorno.

Esta abstracción podría resultar arbitraria y difícil de entender si el estudio no hubiera conseguido acercarse a la imagen eclesiástica que permanece en nuestro subconsciente. Algo semejante le ocurre a la iglesia de Santa María Restituta de Atelier Štepán en Brno (República Checa). El complejo nace como una propuesta personal de Marek Jan Štepán —fundador de la oficina— desarrollada durante varias décadas. Desde el interior, el recinto parece configurarse por una suma de elementos escultóricos con los que se logra el dramatismo necesario para la mística.


Las figuras moldeadas en hormigón dejan paso a una luz cenital colorida —como la de las vidrieras de las catedrales—, que resbala por la torre del campanario o por la geometría austera de la gran cúpula. Estructuras brutalistas bautizadas de tonalidades que sirven para soportar pesos y para elevar el alma.

Mirar hacia el silencio
El acercamiento a las tipologías religiosas se puede hacer en ocasiones de una manera más sutil, casi como queriendo pasar desapercibido. En este sentido, destaca especialmente el ejercicio de Mario Cucinella en Mormanno (Italia). Santa María Goretti es una intervención bastante completa por la versatilidad del uso y por los acabados del hormigón en los muros curvos; pero también por hacerlos dialogar con los textiles del techo o por la obra del artista Giuseppe Maraniello en la pila bautismal, en el altar o en el sagrario. El resultado es una pieza sencilla que nos sorprende con una apariencia solemne, pero alejada de lo efectista.

Una estrategia similar es la que vemos en el proyecto de Espen Surnevik en Våler i Solør (Noruega). La propuesta —ganadora de un concurso internacional— debía levantar una edificación de planta nueva detrás de las ruinas de una capilla de principios del siglo XIX, destruida en 2009 por un incendio. La idea del equipo noruego ganó con una distribución en cruz, inscrita dentro de un cuadrado, que abandonaba la concepción clásica de la simetría.


El presbiterio quedaba encajado en una de las esquinas de la figura para poder ganar presencia visual y dar dramatismo a las aristas. No obstante, y a pesar de que el extraño uso de la iconografía cristiana parece confundirnos, el nuevo edificio se deja convencer por la imagen omnipresente de iglesia. La tipología trasciende —nunca mejor dicho— por encima de cualquier truco.

El canon arquitectónico
Es imposible ignorar que los templos cristianos no se han empleado solo para celebrar la liturgia, sino que, además, han ocupado un lugar importante dentro de la historia de la arquitectura. Las catedrales, templos, capillas o basílicas han sido iconos de un momento social, artístico o político: la mejor manera de entender el románico, el gótico, el renacimiento o el barroco es, precisamente, visitándolos.


Old Chaple nos hace pensar en la arquitectura religiosa como espacio de reunión. Entonces, ¿pueden entenderse las iglesias como si fueran una plaza?
Algunos proyectos contemporáneos operan desde el símbolo, como si los campanarios o las cruces fueran parte de un paisaje urbano que se puede acercar a una imagen más actual. Así, encontramos trabajos como el que el equipo de O-office Architects ha desarrollado en un parque público de temática europea en la ciudad de Guangzhou (China). En Old Church los arquitectos han demolido minuciosamente algunas de sus partes para depurar los detalles construidos. El propósito es desnudar una capilla desvinculándola de su época y de su entorno para convertirla en un punto de encuentro para la comunidad. El hormigón estructural descubierto bajo la infinidad de acabados historicistas nos enseña un icono más crudo, que se acompaña de una reconstrucción de la cubierta —curiosamente en forma de cruz— y reduce la actuación de lo que una parroquia podría aportar al paisaje de la ciudad actual. Este concepto nos hace pensar en la arquitectura religiosa, además, como espacio de reunión, entonces ¿pueden entenderse las iglesias como si fueran una plaza?

El espacio social
El crecimiento urbano desordenado que había sufrido la localidad de Skorba (Eslovenia) en los últimos años hacía que el pueblo no contara con un sitio definido como ágora. Los vecinos y Enota Architects pensaron como solución en una especie de ermita al aire libre que les sirviera de reclamo para asuntos religiosos y como zona de esparcimiento.


Una superficie de hormigón blanco se encaja en la ladera de un talud donde los arquitectos diseñan unos asientos para hacer accesibles los planos inclinados. Las pendientes dirigen el foco hacia el área cubierta con un pliegue del propio pavimento, y todo queda solucionado con un gesto. El resultado es lo suficientemente versátil como para albergar un evento religioso o una celebración laica. Más que una iglesia parece un anfiteatro griego, hasta que vemos junto al altar una gran cruz que disipa cualquier duda.

Como en el caso del proyecto de Enota Architects, este tipo centros comunitarios suelen plantearse normalmente en exteriores, porque resultan más accesibles. La iglesia de Startbahn en Berlín pertenece a un programa de innovación de la Iglesia Protestante, que cree en estos edificios como herramienta para revitalizar los barrios. La firma de diseñadores berlineses rlon —desgraciadamente desaparecida— la ideó para realizar actividades diversas que recuperaran la labor social de la institución. Con esta intención, la capilla se vacía para albergar un gran hueco y se llena con un interiorismo ecléctico, que se esfuerza por diferenciarse de la iconografía cristiana que cualquier visitante espera encontrar. Los asientos mullidos o los colores vivos contrastan con las ventanas ojivales, los cirios o las vidrieras. La apuesta es divertida, disruptiva y algo distópica, no tanto por el diseño —más propio del interior de una oficina de Silicon Valley—, sino por el diálogo que se produce con la parte sacra. El templo se convierte en un ágora cubierta.


Construir la trascendencia
Los congresos de arquitectura religiosa defienden que esta debe concebirse para acoger una función: la oración individual o colectiva. Sin embargo, la cultura occidental parece hallarse un tanto desvinculada de todo lo trascendental, una carencia que acaba empujando estos proyectos hacia la poesía y el misterio con una fuerza que ni el mismo Le Corbusier pudo imaginar. Y es aquí donde aparece el desafío: ¿cómo podemos usar la arquitectura para representar un misticismo que nos es socialmente ajeno? Por otro lado, está el tema de los cánones.

Hemos analizado propuestas que de una u otra manera se acercan a la tradición, y hemos visto cómo solo algunas de ellas —muy pocas— son capaces de escapar del todo de estos códigos. Después de realizar este recorrido, llaman la atención ciertos convencionalismos —las plantas en cruz, la iconografía— que aún siguen presentes a pesar de las vanguardias, el high-tech, el folclore o el ecologismo. En términos religiosos, no ha habido un movimiento artístico capaz de desvincular la forma del fondo, el icono de la función. Sin duda, Dios es el cliente más inamovible de la historia. |
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