Arne Quinze es un creador que se mueve entre la instalación y la escultura. Hace tres años tuve la oportunidad de entrevistarlo y ahora con motivo de sus nuevos proyectos hemos vuelto a coincidir. Mil días en los que su carrera ha dado un importante salto hacia adelante: nuevos materiales, nuevas propuestas y sobre todo, su asentamiento definitivo en el mercado del arte.
Para quienes no lo conozcan, Arne Quinze es un artista belga de obras imponentes. Esculturas-instalaciones realizadas principalmente con miles de listones monocromáticos de madera que ensambla en un aparente caos invasivo. Productor más vinculado con espacios abiertos y creaciones efímeras, en estos tres años ha evolucionado hacia otros materiales y, sobre todo, ha dado forma a propuestas que han entrado definitivamente en museos y galerías. Desde trabajos como Rebirth (2008) en el Royal Monceau de París o The Sequence (2007) en Bruselas han ocurrido muchas cosas. “En estos momentos, tengo una muestra en el sur de Francia, en el MAMAC de Niza. También he expuesto en Luisiana y en Dinamarca. Tengo una gran escultura exterior de metal en Ostende. Y en estos días he finalizado una instalación de madera en Shanghái”.
“Es importante entender que me gustan las normas. Conocerlas me permite evitarlas”. Arne Quize
Como adelanto, es suculento el menú. Pero más allá del decálogo de proyectos, durante este período ha habido también cambios en las necesidades e inquietudes de Quinze. Por lo pronto es evidente la introducción de nuevos soportes. Recordamos que su principal punto de partida es la madera. Maderas suecas que normalmente se reciclan al 100% tras su uso. “Estoy haciendo piezas con aluminio y cristal. Me fascinan las vidrieras de las iglesias, me encanta cuando pasa la luz a través de ellas, con sus colores”. Metal y vidrio son por tanto dos elementos que aparecen en su obra reciente. Algo que pudimos ver, por ejemplo, en Dream Saver: una composición hecha con fragmentos de Swarowski.
De su trayectoria recordamos ese aparente caos. Aunque al hablar sobre este aspecto, y a pesar de que hace tres años nos confesaba ser un devoto del desorden y de la ausencia de sistemas, Quinze deja bien claro que no cree en lo caótico. “Se puede pensar de forma caótica, pero desde el momento en que un material está en la naturaleza, es ya una estructura en sí mismo. La materia busca su propia dirección”. Y lo cierto es que a primera vista su universo puede transmitir esa impresión de anarquía. Pero miradas con detenimiento, sus formas tienen un sentido y un desarrollo. Cual metástasis, se expanden por el espacio fagocitando todo lo que las circunda. “Es importante entender que me gustan las normas. Conocerlas me permite evitarlas”.
Otro elemento a destacar en muchas de sus propuestas es la volatilidad. Macroesculturas de hoja perenne que Quinze diseña con una vida a corto plazo. Un aspecto que nunca le ha preocupado. “Cuando hacemos una intervención en una ciudad y llenamos un lugar, una plaza, una calle, me interesa mucho el momento en que todo se retira. El gran vacío que queda. Es entonces cuando la gente se da cuenta de que hay que hacer algo con las ciudades”. Es decir: Arne quiere provocar, dinamizar, dar vida, color y concepto a los espacios que habitamos. Como ocurrió con The Sequence, cuando en Bruselas invadió una de las calles adyacentes al parlamento belga. O como sucedió a una escala mucho mayor con Uchronia: esa “catedral” gigantesca de miles de listones de madera en medio del desierto de Nevada que en 2006 ardió ante miles de personas dentro del Burnig Man Festival. Sin embargo, en su última etapa cada vez son más los ejemplos de esculturas permanentes como Rock Strangers. “Ese ha sido también un gran cambio. Me están pidiendo instalaciones indelebles. Y como la madera necesita un gran mantenimiento, el metal es una opción más apropiada para perdurar en el tiempo”.
Grafiti-museo/Crisis-negocio
Formado en la calle, Arne Quinze comenzó su carrera en el mundo del grafiti, y supo evolucionar convirtiendo sus pintadas en un trampolín para nuevas inquietudes. “Creo que siempre he sido un outsider, pero que he sabido sobrevivir a mis pintadas. Cuando ahora museos y galerías me piden que entre en ellos, la cosa cambia. Aunque todo esté interconectado, exponer en estos lugares es completamente diferente a hacerlo en la calle. Tienes que saber exactamente lo que quieres en cada sitio y ser completamente honesto contigo mismo. No puedes hacer algo comercial solo para vender, tienes que seguir tu propia opinión”. El grafiti es un espacio de crítica social, de voz callejera: un arte sin circuitos, con reglas diferentes y con poco dinero. Y yo me pregunto qué queda de aquel joven rebelde. ¿Alguna vez ha vuelto a sentir esa energía del pulverizador y el muro en blanco? “A veces es tentador. Pero después de 25 años estoy en otro punto. Ahora me muevo en lo tridimensional”.
Desde hace unos cinco años en todos los ámbitos hablamos de la crisis que asola Occidente, especialmente Europa. Sin embargo, Quinze no cree en esta idea. “¿Sabes lo que es crisis para mí? Siria. Ahí sí. En Europa estamos acostumbrados a tener teléfono móvil, un portátil, una casa grande. En Siria sí que hay crisis”. Tocamos este asunto porque evidentemente sus mastodónticos proyectos requieren de una gran inversión. Dinero que viene principalmente de patrocinadores y coleccionistas asiáticos. “Gente que tiene muchísimo espacio para colocar mis piezas”. Y para pagarlas, añado yo. Shanghái es un punto catalizador, el nuevo maná para cualquier creador con ganas de vender. Como también lo es Sao Paulo, donde Arne colabora con la galería Nara Roesler para la que está preparando actualmente una exposición. “Tengo un taller en Bélgica, otro en China y otro en Brasil. Creo que es ridículo trabajar en un solo lugar. Es mejor hacerlo en el continente donde van a estar las instalaciones, y evitar el transporte. Así tienes también un mejor contacto con el público”.
Como sus creaciones, Arne Quinze esparce sus tentáculos por todo el globo. De norte a sur, de este a oeste. Ramificaciones monocromáticas donde lo “primero es la idea, el concepto, y luego el material”. Una expansión que colma su agenda. “Tengo siete u ocho grandes proyectos en Asia, Sudamérica y Europa”. Y con esta perspectiva internacional, ¿cómo se ve dentro de otros tres o cinco años a nivel artístico? “¿Sabes?, yo digo que cada día es un nuevo día. Cada lustro puede haber una especie de evolución. pero sinceramente no sé qué haré dentro de ese tiempo. Ya estoy implicado en diseños que están pensados para dentro de tres años”. Habrá entonces que volver a buscarlo. Para entonces, Arne Quinze tendrá más que contar, aunque posiblemente siga manteniendo como hasta ahora el principal de sus credos: “Siempre me ha apasionado el espacio, la velocidad, el ritmo y el movimiento… Veo mis instalaciones como corrientes infinitas de energía, como expresiones de velocidad capturadas en el tiempo”.