Desde sus inicios en Israel, antes incluso de relacionarse con el diseño industrial, Arik Levy empezó a construir lo que luego ha devenido en una sólida trayectoria como escultor. Hemos hablado con él sobre esa faceta, cuyo hito más reciente es la construcción de un parque escultórico entre los cipreses y las viñas del sur de Francia, donde la “naturaleza alternativa” que despliega en su obra dialoga con lo real.
Arte y diseño: el binomio Arik Levy
En la escena actual hay cada vez más diseñadores que se mueven en terrenos fronterizos con el mundo del arte, que picotean en el showroomy en la galería, por decirlo en crudos términos de mercado. Hay también otros —siempre los hubo— que llevan a cabo casi en privado una actividad artística, que funciona como trastienda o laboratorio de su labor proyectual para la industria. Per coltivare il design, como me dijo en cierta ocasión Michele de Lucchi.
Lo que no es tan frecuente es que un diseñador desarrolle en paralelo una carrera relevante como artista, con los límites perfectamente deslindados entre una disciplina y otra. Este último es el caso de Arik Levy, israelí establecido en Francia cuyo nombre figura desde hace veinte años en los catálogos de buena parte de las empresas señeras del sector y que, en ese mismo plazo, se ha construido una reputación como escultor de éxito sin que, aparentemente, ambos vectores se rocen.
Levy es tajante cuando se le pregunta sobre posibles vasos comunicantes y tira de manual. “Arte y diseño, aunque pueden influirse o inspirarse mutuamente, son disciplinas distintas con fronteras claras. El diseño está guiado por misiones definidas y métodos orientados a resolver problemas, busca soluciones con parámetros establecidos: funcionalidad, usabilidad y detección de necesidades específicas. En cambio, el arte es un ámbito de expresión personal, exploración y evocación emocional. No está limitado por consideraciones prácticas y se abre a lo abstracto y lo subjetivo. Ambos comparten la creatividad y la estética, pero su punto de partida intelectual y sus propósitos siguen separados. Cada uno aporta valores exclusivos al paisaje creativo”.
Sin embargo, habla de proyectos industriales en los términos que parece reservar para el arte, como las superficies de cuarzo tecnológico realizadas para Compac: “Me permitieron expandir mi pensamiento artístico más allá de la superficie. Una oportunidad única de lograr obras de arte multidimensionales, como pinturas en tres dimensiones”; o las luminarias Wireflow, para Vibia: “Una escultura de luz que desafía las nociones convencionales de la forma estática, que interactúa subrepticiamente con su entorno, a la vez ausente y presente, que se comporta como un cuerpo flotante, suspendido en el aire”(…) “En ambos casos mi objetivo va más allá de su fisicidad, reside en su trascendente efecto sobre el individuo agitando sus pensamientos y su ánimo”.
Así que hay más cancha compartida de la que admite. Una parte significativa de su producción son volúmenes geométricos de gran tamaño para lugares públicos en acero corten, mármol o con acabados muy precisos en espejo o pintados. “Tengo el privilegio de trabajar en algunas piezas enteramente por mí mismo en mi estudio del sur de Francia. Estos momentos de creación solitaria son muy satisfactorios y casi meditativos, a ratos, hipnóticos. Sin embargo, también hay otras realizadas con la ayuda de mi equipo en el estudio de París”, dice. Y también que “colaborar con fabricantes y artesanos es parte integral de mi práctica artística. Es una relación única y especial en la medida en que se convierte en una extensión de mi cuerpo y de mi mente. He desarrollado una confianza y un entendimiento profundos con ellos. De hecho, a menudo puedo distinguir si determinada persona ha intervenido en una escultura particular. Del mismo modo, los artesanos sintonizan con mi enfoque y los requerimientos específicos de cada obra. Son ellos quienes, con su maestría y atención al detalle, hacen realidad mi visión”. Un proceso no tan distinto, entonces, del que se da en el diseño industrial, con la salvedad fundamental de que aquí solo hay un programa expresivo y personal, no corporativo.
“Colaborar con fabricantes y artesanos es parte integral de mi práctica artística. Es una relación única y especial en la medida en que se convierte en una extensión de mi cuerpo y de mi mente”.
Arik Levy
El espectador frente a lo intangible
De hecho, pese a la concreción formal de su labor en tres dimensiones, el arte de Levy se ocupa de dos aspectos clave: la intervención sobre el espacio y el diálogo con la percepción de este por parte del espectador. “La interacción entre forma y materiales no es lo fundamental. En último término, mi ejercicio artístico va más allá de la mera creación de esculturas. Abarca un espectro más amplio de comunicación y sinergia con el medio, la gente y el mundo a nuestro alrededor. A través de una cuidadosa selección y manipulación de los materiales trato de implicar a quien mira en muchos niveles, evocando respuestas emocionales y promoviendo conexiones entre arte y entorno. Así que, entre todos los materiales, prefiero los intangibles”.
Quizá la explicación para esa profusión está en sus orígenes autodidactas. Arik comenzó interesándose por la pintura cuando era un adolescente en Israel, aunque enseguida lo atrapó la escultura: “Las esculturas pueden tener una presencia poderosa, atraernos e invitarnos a implicarnos física y emocionalmente con ellas. El modo en que una ocupa el lugar puede influir en cómo nos desplazamos a través de él, y la experiencia del movimiento en torno a ella puede ser un proceso inmersivo y dinámico”. Después se interesó por el surf. “Así se inició mi carrera: diseñando un mono de neopreno, aletas para tablas de surf y windsurfy demás equipamiento. Siguió una línea de ropa de surf y playa, y empecé a utilizar mis habilidades de dibujo y composición para hacer serigrafías. Como autodidacta, tuve que aprenderlo todo solo. Entonces los ordenadores no estaban tan presentes y había que hacerlo todo a mano, con un enfoque artesanal. En ese punto me di cuenta de que hacía dos cosas diferentes empleando mi creatividad y mis capacidades de dos maneras y con dos objetivos distintos”.
Naturalezas alternativas
Existen diversas capas en la escultura de Levy. Su territorio principal parece el del objeto escultórico clásico, geométrico, sólido o hueco. Su interés, sin embargo, apunta hacia la exploración y la activación de la condición dinámica del espacio, aunque no haga propuestas que puedan recorrerse, como las de Richard Serra, ni instalaciones propiamente inmersivas, como las de Olafur Eliasson. Sus creaciones son normalmente abstractas, aunque evoquen a menudo lo natural por medio de títulos que aluden a los árboles y las rocas. Esa tensión tan interesante se cifra en el concepto recurrente de “naturaleza alternativa”.
“Me interesa explorar los resultados figurativos no premeditados que surgen en mi trabajo. Además, me fascina la presencia de naturalezas diferentes en mi obra. Al usar palabras para suscitar mundos imaginarios, como cuando llamo Rocka una escultura, puedo despertar asociaciones y recuerdos relacionados con las rocas en la mente del espectador, de modo que se produce un vínculo entre arte y naturaleza. Incluso si la forma de la escultura no representa directamente elementos naturales, sugiere un cierto sentido de naturaleza. Cuando mis piezas se emplazan en interiores generan cierta confusión entre lo natural y lo artificial. En cambio, cuando se sitúan en exteriores, esta yuxtaposición interpela nuestra percepción de qué es verdaderamente la naturaleza”.
Otra de las capas deriva de esa “figuración no premeditada” que permite ver esos árboles y rocas como tótems, es decir, como una suerte de personajes. En su exposición más reciente, en el Musée Barbier-Mueller de Ginebra, Levy añade otra faceta a esta cuestión traduciendo y revisando en bronce figuras africanas de madera de su colección. “Ciertamente, hay una conexión entre mi trabajo y el concepto de tótem. Las esculturas verticales en particular sirven de puente entre el ámbito terrenal y el cielo, simbolizan la relación entre base y cumbre, entre universo humano y natural. Pueden verse como tótems del futuro. Aluden a un sentido de lo primordial y lo primitivo, nos recuerdan que somos los prehistóricos del futuro”.
La presunta abstracción resulta ser entonces un lenguaje que, más allá de las exploraciones perceptivas, hace posible abordar otros terrenos de condición cultural y social. “Al examinar códigos sociales”, dice de la muestra de Ginebra, “puedo asomarme a la intrincada red de normas, valores y comportamientos que modelan nuestras interacciones colectivas. Eso me facilita navegar por la complejidad de las dinámicas sociales, responder y reaccionar frente a ellas a través de mi obra”.
«La idea de una escultura que pliega el espacio y crea gravedad es intrigante”.
Arik Levy
Space Jewels
La escultura de Levy trabaja mediante un juego de variaciones: estructuras formales semejantes se replican en materiales, acabados y escalas diferentes. Encontramos recurrentemente iteraciones en bronce de esos tótems verticales de acero o mármol a un tamaño de sobremesa y al de un objeto de joyería, así que me atrevo a proponerle concebir las versiones a grandes dimensiones como una suerte de joyas monumentales. Y recoge el guante a su manera: “Me parece que la idea de una ‘joya espacial’ es cautivadora y está incorporada a mi obra. Aunque no vea necesariamente mis esculturas como joyería, reconozco que la metáfora puede tener eco en la gente y ofrecerles una perspectiva singular. De hecho, tuve una vez una exhibición en el Sotheby’s de Viena titulada así, Space Jewels, una instalación donde aparecían interpretaciones de diamantes con la característica talla en chaton. Lo que me fascinó fue el efecto trasformador de la escala y las proporciones del espacio. Cuando una joya no es parte de la indumentaria de alguien, sino que se integra en el ambiente, alcanza nuevas cotas e interactúa con su entorno de forma interesante. Se convierte en parámetro y desdibuja los límites entre el objeto y lo que lo rodea”.
La naturaleza alternativa de su producción se inserta en la naturaleza a la medida del parque escultórico en que ha transformado el jardín de la casa donde vive con su mujer, la artista Zoé Ouvrier, en Saint-Paul-de-Vence, en el sur de Francia. “Es un proyecto soñado compartir mi vida cotidiana con las esculturas. El parque es una extensión del estudio en muchos aspectos. Puedo experimentar a escala real y tener la vivencia escultórica al aire libre, en su hábitat natural. Me puedo ver mejor a mí mismo, comprenderme y comprender mi trabajo mejor que nunca. Es también un lugar de encuentro con los coleccionistas y las galerías, un sitio compartido, una fuente de inspiración y diálogo donde el arte y su audiencia pueden conectar y establecer vínculos”.
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