Centro Centro acogerá hasta el día 5 de febrero de 2023 la exposición Gaudí. Comisariada por Charo Sanjuán, la muestra reúne más de 150 piezas procedentes de las más importantes colecciones del arquitecto catalán, entre las que se exhiben planos, dibujos, maquetas, muebles, elementos arquitectónicos, cerámicas y fotos de época.
La obra de Antonio Gaudí en Centro Centro
Un montaje excelente, sereno y claro, donde el material expuesto respira perfectamente pautado y la información textual que lo acompaña lo hace sin abrumar, cosa que es de agradecer. En esta exposición prima, lógicamente, la faceta como arquitecto de Gaudí a través de un recorrido cronológico. En ella no se desdeña su vertiente como diseñador, vinculado al mundo del mobiliario y la artesanía, o como interiorista, de algunos de sus edificios o para otros espacios; lo que nos ofrece una visión global de su capacidad demiúrgica.
Además, es un acierto que para el título de esta muestra se haya optado —tal como sucedió recientemente en la Fundación Juan March con la retrospectiva sobre Bruno Munari— por el simple apellido del protagonista, sin incorporar ningún subtítulo que pudiese haber escorado parcialmente el sentido de lo que se ve en ella.
La elección de la imagen que acompaña al logotipo en la promoción de esta exhibición es otro triunfo. En este caso, se ha optado no por una solución manida que acude a una de sus arquitecturas, sino por una pieza modesta que manifiesta, condensada, toda la capacidad proyectual de Antonio Gaudí: la caja de ventilación de la azotea de la Casa Milá —también conocida como La Pedrera —. Este elemento sintetiza la potencia visual de su imaginario, yendo mucho más allá: no se conforma con generar una formalización guiada por la singularidad, sino un planteamiento racionalista e incluso funcionalista. La disposición estudiada y acotada de las oquedades que lo taladran nos indica cómo su autor tuvo muy en cuenta la dirección preponderante de los vientos y las lluvias del lugar donde se iba a colocar.
A pesar de todo lo dicho hasta el momento, durante mi visita no dejé de tener una sensación incómoda y de duda sobre qué podría decir en este artículo, que no se hubiese dicho ya, sobre el genial —empezamos con los tópicos— Antonio Gaudí. Por ello, me vi abocado a utilizar todos y cada uno de los lugares comunes que orbitan alrededor de su figura. La paradoja se cernía sobre mí: ¿Cómo ser original hablando de alguien cuya originalidad pocos ponen en duda y no hacer de este texto una simple reseña?
Gaudí: de lo inconmensurable a lo preciosista
Para empezar, ¿cómo catalogar a Gaudí? ¿Cómo delimitar a alguien que se movió con igual solvencia desde la escala mínima del detalle cercano, meditado para ser tocado —como en el caso de un tirador— hasta la escala megalómana de unas construcciones que reflejaban la insignificancia del ser humano en el orden de la creación universal? ¿No tenía Gaudí algo de orfebre preciosista, de ebanista obsesionado por el ensamblaje perfecto, de ingeniero en busca de equilibrios imposibles, de geómetra encandilado por la naturaleza íntima de las formas, de escultor de edificios y de arquitecto de lo inconmensurable?
Quizás, el término que mejor lo pueda definir es el de creador. Un creador, eso sí, de las pequeñas, medianas y grandes cosas. Siempre se ha presentado a Gaudí como un católico devoto cuya misión en la vida fue ensalzar, mediante su particular ora et labora, la imagen de dios. Pues bien, siempre he querido intuir en él al hijo obsesionado por demostrar al padre que puede alcanzar —y por qué no— superar los logros de este. De ahí su necesidad de abarcar la totalidad de las dimensiones, tomando a la naturaleza como referente, no para imitarla sino para re/crearla, estudiando las leyes físicas por un ansia de desafío a los principios que rigen el mundo. La intención íntima de Gaudí no habría sido otra que la de convertirse en un creador cosmogónico de un universo paralelo a la mayor gloria de un humilde siervo del Creador —léase con detenimiento la intención irónica del circunloquio—.
La recuperación del mito gaudiano en Centro Centro
Aquello que le faltó a Gaudí para convertirse en ello —como proclamarían poco tiempo después los postulados del Movimiento Moderno— fue precisamente no plasmar su concepción global en el ámbito del urbanismo. Aunque mejor así; imaginémonos por un instante lo que podría haber sido una especie de civitate dei gaudiana, una ciudad de trazados sinuosos donde la línea ondulada, la espiral, las parábolas y las hipérbolas hubiesen determinado nuestro deambular cotidiano. Un verdadero parque de atracciones. Tal vez por ello, habiendo sentenciado científicamente Einstein que «dios no juega a los dados» —aunque no descarto que lo haga a las charadas—, Gaudí murió arrollado por un tranvía.
Un hecho que podría verse como una magnífica metáfora futurista, rauda y sin ornamentos de lo que se avecinaba, de una modernidad, de unas vanguardias y de unos planteamientos programáticos y formales que durante mucho tiempo eclipsaron al —digámoslo ya sin miedo al tópico— genio de Reus. Afortunadamente esta magnífica exposición es un ejemplo, entre muchos otros, de cómo el interés por Gaudí fue hace mucho tiempo recuperado, tanto por los profesionales, teóricos y prácticos, como por el público en general.
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Hasta el día 5 de febrero de 2023 en Centro Centro.
