La primera vez que vi esta lámpara yo era un adolescente. Fue en casa de mi tío Réné en Barcelona. Estaba sobre la mesa del comedor y desde ese momento la tengo siempre muy presente. Es una de las luminarias que me hubiera encantado diseñar. Y digo esto porque tiene mucho de mis manías en el tratamiento de la luz.
De su concepto, en primer lugar, destaca el juego de la luz tamizada como una persiana. Ahí es donde Coderch demostró tener una gran habilidad. El autor diseñó un bulbo, una persiana circular. En este sentido, creo que es un objeto muy clásico. Y en segundo lugar, llama la atención el uso de la madera, a la que Coderch le aportó propiedades traslucidas y flexibles. Sin olvidar el color: el tono del pino de Oregón muy bien peinado y prácticamente naranja que hace que la iluminación resulte muy, muy cálida. De hecho, tiene algo de lámpara escandinava por el mismo juego de persianas que los Henningsen y compañía controlaban tan bien.
A pesar de mi admiración por la lámpara Disa, editada por Tunds, he de confesar que no la tengo y que quizás es el momento de comprar una para un nuevo proyecto que se está gestando. Como anécdota, decir que cuando la diseñó, Coderch la envió a Picasso, Duchamp, Gropius, Aalto y Sert, entre muchos otros. Una elección de personajes que es toda una declaración de intenciones.