El artista canadiense Geoffrey Pugen explora los límites entre realidad y simulacro a través de la estética de la docuficción. Su trabajo, entre el arte digital y la instalación, indaga cómo la tecnología moldea nuestra memoria, identidad y relación con la naturaleza en un tiempo dominado por lo virtual.
La estética de la docuficción
“Me percibo como un hacker al crear arte. Me apropio de contextos y transformo significados, impulsando lo que denomino estética de la docuficción”. Con este manifiesto, Geoffrey Pugen propone obras complejas que invitan a la reflexión sobre nuestra percepción del hombre y su entorno. Fotografía digital, vídeo, instalaciones o realidad aumentada son la norma artística en el currículum del creador canadiense. El uso de la tecnología no es casual: para él, la memoria colectiva, la pulsión identitaria o los ecosistemas ambientales están condicionados por la cultura conectada. Hablamos de cómo los nuevos modelos comunicativos impregnan escenarios cada vez más interactivos y cambiantes. “Al percibir el mundo mediante pantallas, nuestra cotidianidad difumina los límites entre lo tangible y lo intangible”.

Es así como sus paisajes de docuficción cuestionan “las percepciones de la realidad, fusionando lugares auténticos con elementos alterados digitalmente”. Sus creaciones básicamente ponen en tela de juicio “la esencia de nuestras experiencias, vividas en una era donde las relaciones virtuales pueden tener tanto peso, si no más, que las físicas”. Por esto, Pugen hace comulgar objetos con interfaces multimedia, haciendo que sus instalaciones se vinculen con esculturas o con volúmenes arquitectónicos en un diálogo virtual y, al mismo tiempo, perceptible.


Geoffrey Pugen: entre biomas y pantallas
En esta narrativa, la naturaleza tiene un papel destacado; las problemáticas derivadas del cambio climático le preocupan, y lo llevaron a crear la serie E-Sphere. Con ella, ideó hiperobjetos como biomas autónomos o micromundos. Estos “reinos imaginarios” abordan fenómenos que van desde las mutaciones ecológicas hasta las intricaciones del capitalismo, subrayando los profundos y, a menudo, devastadores impactos del colapso ecológico. “El cambio climático no es solo un concepto científico abstracto: es una fuerza visceral y tangible que está transformando nuestros paisajes, el ritmo del planeta y nuestra propia forma de vida”. Un discurso que caracteriza su producción y que vemos en piezas como Black Hole, Electric Silence o Mantis.


En los últimos años, su porfolio ha recorrido espacios expositivos como el Museo de Arte Contemporáneo de Toronto, el Transmediale de Berlín o la Biennale WRO de Polonia. Y en su desarrollo artístico, ha explorado dispositivos contemporáneos como programas de modelado, composición en 3D o recreación digital. Todo ello para encarar un mundo inestable y poshumano que está dinamitando todos los consensos que nos han regido desde la Segunda Guerra Mundial. En esta circunstancia, la humanidad tiene que encontrar irremediablemente su lugar: el equilibrio que permita una convivencia entre tecnología y naturaleza. Y es precisamente aquí, en esta intersección, donde hallamos la obra de Geoffrey Pugen.


En este enlace puedes leer más artículos sobre arte digital.








