Durante el Sydney Festival 2025, el colectivo Cave Urban levantó What We Leave Behind: un túnel de bambú curvo frente al Museo de Arte Contemporáneo. Una instalación que funcionaba como un espacio efímero para escribir, dejar atrás lo propio y comprender que el legado se mide en lo que permanece en otros.
Un pasaje de bambú frente a la bahía de Sídney
El acto de crear suele surgir del deseo de permanencia; esa voluntad de medir la consistencia de una vida por aquello que deja tras de sí. El legado que nos compone termina siendo recorrido por otros que se aproximan a él con cautela, fascinación o simple trivialidad. Es así como el pasado de alguien puede acabar cincelando el presente de otro. En Las ciudades invisibles, Italo Calvino asentó esta idea sobre el cuerpo mismo de la urbe, que “no dice su pasado», porque «lo contiene como las líneas de una mano, escrito en las esquinas de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los rayos y en las astas de las banderas”.

Somos sedimento y acumulación: capas de historia inconclusa, deseos, miedos, sueños y secretos. O, como dice Calvino, somos ese “algo que se ha perdido”. El colectivo multidisciplinar Cave Urban ha transformado esta noción reflexiva en un pasaje curvo de bambú dentro del Sydney Festival 2025: un evento anual de artes que transforma la ciudad australiana en un escenario de actividades al aire libre. Con el nombre What We Leave Behind, la instalación efímera se ha ubicado frente al Museo de Arte Contemporáneo, enmarcando el Circular Quay con dos presencias inevitables: la Ópera de Sídney y el Harbour Bridge. Un tramo donde el peso de la arquitectura sobre nosotros termina por modificarnos de algún modo.

La arquitectura efímera de Cave Urban
Tomando como premisa el lema principal de la programación del festival —Birth, Destiny and What We Leave Behind—, Cave Urban concibió un túnel para, metafóricamente, dejar ir y seguir adelante. Una estructura de 40 metros conformada por 500 cañas de bambú locales, que se fueron dividiendo en 2500 hebras doradas. Un armazón con apariencia paramétrica que guardaba un matiz más humano: el proceso colectivo de construcción, fruto de la participación ciudadana que durante 10 días colaboró junto al estudio. Cave Urban está acostumbrado a este tipo de edificaciones en las que la comunidad resulta indispensable para erigirlas; por algo una de las máximas del equipo consiste en entender la arquitectura como un acto de interconexión entre las personas.

En este sendero se hace tangible, ya que detrás de What We Leave Behind existe algo más que un trayecto. Desde el comienzo del diseño, la pieza estaba destinada a custodiar la huella de quien la transitase, por ello durante la inocente caminata por este portal de la memoria, uno puede leer pequeños mensajes personales escritos sobre las tiras de bambú que lo componen. Palabras que suenan a despedida y que graban con tinta un legado personal. Está claro que en esta performance ciudadana, el camino físico es tan solo un punto de partida: lo único que importa es la certeza de saber qué es lo que dejamos atrás para que nos recuerden.

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